Название | Chiribiquete |
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Автор произведения | Carlos Castaño-Uribe |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789585240032 |
La Amazonia es una vasta región de la parte central y septentrional de América del Sur que comprende la selva tropical de la cuenca del Amazonas. Tiene una extensión aproximada de 7’350.000 km2 repartidos entre ocho países –Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Surinam y Guyana– y un territorio francés de ultramar, la Guyana Francesa. Todos comparten esta ecorregión, considerada el área de mayor biodiversidad del mundo. Este amplio territorio de selva húmeda y múltiples ecosistemas asociados, se encuentra, además, en interacción biogeográfica con la cordillera de los Andes, el Gran Chaco, el Cerrado y la Catinga brasileña, todos ellos biomas naturales con manifestaciones culturales que se relacionan estrechamente en la historia cultural de los hombres jaguar de Chiribiquete, como explicaremos más adelante.
En este contexto geográfico reconocemos la presencia de los hombres jaguar, cazadores y guerreros nómadas que, con seguridad, aprovecharon el gran río Amazonas como eje de movilidad permanente durante varios siglos. Su historia pudo estar determinada por el uso continuo de esta arteria fluvial de más de 6.762 km de longitud, así como de un inmenso número de corrientes de agua que permitieron la movilidad fluvial de aquellos humanos que tenían embarcaciones para visitar, sin distingo de fronteras, una buena parte del continente suramericano.
Para quienes hemos tenido la buena fortuna de recorrer sus selvas y navegar en sus caudalosos tributarios selváticos, es apenas natural que la mejor forma de movilizarse sea aprovechando la oferta casi infinita de ríos. Gracias a ellos –un recurso siempre asegurado– la historia cultural de sus habitantes logró consolidarse con raíces profundas en este continente. Pero tales recursos que, en ese momento, parecían ilimitados para los primeros humanos que llegaron a la región, hoy demuestran su vulnerabilidad y extrema fragilidad frente al modelo de desarrollo socioeconómico y cultural que hemos impulsado durante los últimos 500 años, el mismo que ha roto el sofisticado equilibrio que suministraban el sistema natural y las culturas milenarias, que, con destreza, perpetuaban el mantenimiento de las especies y los ecosistemas.
Desde que ingresaron a los grandes bosques húmedos tropicales amazónicos, los humanos lograron coexistir con el medio gracias al inmenso número de especies vegetales y animales terrestres y acuáticas de la red fluvial, como también de tantos otros sistemas vegetales característicos de las áreas de selva inundable y de tierra firme. Hoy, por ejemplo, a pesar del impacto negativo de siglos de presencia humana moderna, la diversidad de peces –calculada en más de 2.000 especies– y de vida silvestre terrestre –aproximadamente 2.500 tipos de pájaros, 3.500 tipos de árboles que, a veces, miden más de 30 cm de diámetro, 300 especies de reptiles y 360 de mamíferos– sigue siendo muy alta. Todas las especies que existen en estos sistemas interfluviales constituyen un patrimonio silvestre que, bien aprovechado, ha logrado mantener a cientos de pueblos ancestrales que no han caído en la idea errada de acabar con el bosque y sus recursos por quimeras asociadas a economías extractivas o de carácter ilícito. Así las cosas, esta es la única parte del planeta en donde sobrevive el 45% de los bosques tropicales del mundo y alberga a unos 385 grupos étnicos (Rojas y Castaño-Uribe, 1990), que, también, están seriamente amenazados.
Una característica del trópico amazónico colombiano cercano a la línea ecuatorial, es su profusa biodiversidad y sus selvas tropicales. A pesar de que solo ocupa el 6% de la superficie terrestre, aloja a más de la mitad de los organismos que se conocen. Tres países de la cuenca amazónica –Colombia, Ecuador y Perú– reúnen en su flora cerca de 40.000 especies, cuando solo ocupan el 2% de la superficie del planeta. Pero, en la parte de continente situada en el noreste de Suramérica, entre Venezuela, Colombia, Guyana, Surinam y el norte de Brasil, se encuentran unas mesetas erguidas de rocas areniscas, conocidas con el nombre de tepuyes. Allí la flora, representada por más de 8.000 especies de plantas vasculares, es mayormente endémica, es decir, que solamente crecen en esa región geográfica, y muchas guardan afinidad con su origen en el supercontinente terrestre de la era Paleozoica, conocido como “Gondwana”. La flora del bosque húmedo amazónico está compuesta de árboles, arbustos, lianas, epífitas y plantas herbáceas. Todas ellas se distribuyen en estratos o niveles escalonados en la selva, configurando un escenario siempre cambiante donde interactúan la tierra, el agua y la temperatura cálida, situadas a baja altitud (menos de 500 metros) en lugares planos o ligeramente ondulados. Allí también crecen los árboles que viven en suelos inundados periódicamente por la crecida de ríos y arroyos, y en los bosques de pantano, que se anegan permanentemente en zonas de terrenos hundidos (Ruiz S. L., et al., 2007).
Mapa 1. Localización del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, en medio del contexto amazónico de Colombia.
Mapa 2. Orografía y red hidrográfica del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete.
La serranía de Chiribiquete representa un caso único de levantamiento tectónico del basamento precámbrico y su secuencia sedimentaria y metamórfica del Paleozoico2. Los procesos erosivos, especialmente hídricos, fueron los responsables de la formación de estas mesetas tan particulares: los tepuyes. Se localiza en una de las zonas de la Amazonia donde confluyen una serie de condiciones ambientales especiales que hacen de ella no solo un lugar de gran biodiversidad, sino también altamente endémico, es decir, donde viven especies únicas. En términos generales, el área se caracteriza por selvas húmedas de planicie y colinas, algunas selvas inundables y una serie de bosques y sabanas que crecen en mesas, cerros y afloramientos de roca de origen geológico guayanés. Más recientemente, se han formado sabanas no inundables tipo llanos, como las del Yarí. Una extensión importante de la serranía de Chiribiquete es actualmente un Parque Nacional Natural (PNN), reconocido como uno de los tres parques naturales más grandes de América.
Los ríos principales del parque son el Macayá, el Apaporis, el Mesay y el Yarí, que pertenecen a la cuenca hidrográfica del río Caquetá. Estos ríos contribuyen a mantener el balance regional de las aguas, además de suministrar una importante capacidad de amortiguación3, especialmente a través de los grandes complejos de lagos, por ejemplo, aquellos conocidos popularmente como madreviejas –cuerpos de agua con gran cantidad de materiales orgánicos en descomposición– de los ríos Yarí y Ajaju. Algunos de estos ríos, que forman una extensa red de ambientes de agua dulce, son de coloración oscura como el té, aunque transparentes, debido a la acción de sustancias astringentes llamadas taninos que sueltan las plantas en el agua.
La serranía de Chiribiquete es una importante estrella hidrográfica de aguas negras de la Amazonia colombiana, conocidas también como “aguas prietas”4 por su color oscuro. Estas aguas son ácidas, de baja conductividad, y su rasgo más distintivo es la poca cantidad de sedimentos y de concentración de nutrientes que contienen. No obstante, las aguas de este tipo son más transparentes que las llamadas aguas blancas de origen andino, aunque la diversidad de su fauna acuática no es muy elevada y los suelos que irrigan no contienen los nutrientes propios de los sedimentos que se hallan en suelos fértiles. Este hecho natural contribuye a que los suelos orgánicos amazónicos sean más vulnerables a la acción humana y determinó que los pueblos hortícolas y agrícolas de la Amazonia tuvieran que desarrollar técnicas muy sofisticadas de aprovechamiento del suelo, cosa que por lo general los habitantes de los frentes de colonización de las áreas periféricas o de apertura de la frontera agropecuaria nunca tienen en cuenta.
El río Macayá (Tunía, Tunha o Herorú) nace cerca de la localidad de San Vicente del Cagúan, en el departamento de Caquetá, con el nombre de río Guayas, y atraviesa las sabanas del Yarí. Luego bordea por el noroeste los primeros afloramientos de la serranía de Chiribiquete, dirigiéndose entonces hacia el sur donde encuentra las aguas del río Ajaju para formar el río Apaporis a partir del sitio llamado Dos Ríos. El Apaporis, por su parte, también nace