Название | La Revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana |
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Автор произведения | Guillermo Hurtado Pérez |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786073038027 |
Flores Magón partió al exilio en 1904, nunca más volvió al país y murió en prisión en 1922. En los Estados Unidos, Ricardo Flores Magón transitó del liberalismo social, al socialismo y luego al anarcocomunismo. Ya en ese último periodo, él afirmaba que la manera para alcanzar la libertad política era desmantelar el Estado y que la vía para obtener la libertad económica era abolir la propiedad privada.43 Sin embargo, ninguna de estas ideas radicales desempeñó un papel central a la hora de las definiciones de la Revolución, como es evidente en un examen de los debates de la Convención de Aguascalientes y del Congreso Constituyente de Querétaro. Tampoco el internacionalismo de los anarquistas coincidía con el celoso nacionalismo que se fue gestando durante el proceso revolucionario. Sin embargo, también había en el ideario de Flores Magón una defensa del altruismo y la fraternidad que coincidía con los valores sociales propugnados por otros actores políticos del momento, como los maderistas. Como veremos, son estas ideas las que quizá contribuyeron más a la conformación del clima de ideas previo a la Revolución.44
Ricardo Flores Magón había recibido apoyo económico de Madero en 1905, pero después de 1906, éste discrepó de los medios y los fines políticos de aquél y suspendió su apoyo. Cuando estalló la Revolución en 1910, Flores Magón la consideró un movimiento burgués y personalista, aunque hay que señalar que algunos grupos anarquistas colaboraron con Madero. El golpe de Flores Magón consistió en ocupar la franja fronteriza de Baja California. Entre enero y junio de 1911, un grupo de anarquistas y aventureros, tomó control de la zona hasta que fueron derrotados por el ejército federal. Ésta fue la última participación de Ricardo Flores Magón y su grupo más próximo (su hermano Enrique, Librado Rivera y Anselmo Figueroa) en la Revolución mexicana, ya que todos fueron encarcelados en julio de ese año. Para entonces la revolución maderista había triunfado y varios de los integrantes del Partido Liberal se encontraban en México. Por ello, hay que considerar de manera individual su participación. Camilo Arriaga, por ejemplo, se distanció de la línea política de Flores Magón y apoyó la revolución maderista; lo mismo hicieron Antonio Villareal y Juan Sarabia, que editaron Regeneración en México, deslindándose de lo que ellos llamaban la Junta Revolucionaria Anarquista de Los Ángeles; Díaz Soto y Gama también se deslindó de Flores Magón y si bien no aceptó la invitación que le hizo Vasconcelos de unirse a la lucha maderista, al triunfo del movimiento participó en la lucha política y en 1913 se unió al movimiento zapatista.45
La historia de la influencia de las ideas anarquistas y socialistas en la Revolución mexicana no se limita a la de los miembros más radicales del Partido Liberal. Antes hubo autores como Juan Nepomuceno Adorno, Nicolás Pizarro o Plotino Rhodakanaty que dejaron una impronta en el movimiento obrero mexicano de la segunda mitad del siglo XIX.46 Por otra parte, tampoco puede olvidarse que durante la Revolución se formaron diversos grupos anarco-sindicalistas que no dependían de Flores Magón; el principal de ellos fue la Casa del Obrero Mundial, inspirado en ideas del anarquismo catalán.47 Fueron estos grupos de obreros los que lucharon, incluso con las armas, para que las leyes laborales cambiaran y, finalmente, para que se concedieran a los trabajadores los derechos que la Constitución de 1917 les otorgó en el artículo 123º. Tampoco podemos olvidar la influencia de la escuela racionalista del anarquista catalán Francisco Ferrer Guardia en Yucatán, Tabasco y Veracruz. Uno de los principios aceptados por los anarquistas mexicanos, que coincidió con las corrientes centrales del pensamiento revolucionario, fue su defensa de la solidaridad frente al individualismo de ciertos tipos de liberalismo y de evolucionismo social que se asociaban con el porfirismo. En este aspecto, sus ideas se acercan a las de otros actores revolucionarios, en especial, con las del maderismo.
No podemos ignorar el movimiento social católico y, en particular, su defensa de las reivindicaciones obreras entre los antecedentes de la revolución. En la encíclica Rerum Novarum, de 1891, el Papa León XIII había señalado la posición de la Iglesia frente a los problemas sociales de aquella época. El documento condenaba al capitalismo salvaje que atenta contra la dignidad humana y aprobaba la creación de sindicatos, pero también defendía la propiedad privada y la armonía entre las clases sociales. En 1903, se celebró en Puebla el Primer Congreso Católico Nacional, en el que se sentaron las bases para que los católicos mexicanos organizaran grupos que participaron en la vida pública. Los católicos —entre ellos, José Mora del Río, Obispo de Tulancingo (y luego, de 1909 a 1928, Arzobispo de México) y Trinidad Sánchez Santos, director del periódico El País— se pronunciaron a favor del derecho de huelga, de mejores salarios, de la eliminación de las tiendas de raya, de la prohibición del trabajo infantil, del descanso dominical, y de otras medidas semejantes.48 Estas exigencias serían luego satisfechas con el artículo 123º de la Constitución de 1917, así como por la idea, impulsada por la doctrina social de la Iglesia, de que se debían conciliar los intereses de patrones y trabajadores para evitar la lucha de clases. Las organizaciones sociales de la Iglesia fueron la base sobre la cual se fundó en 1911 el Partido Católico Nacional que postuló a Madero a la Presidencia de la República y a Francisco León de la Barra a la Vicepresidencia. A pesar de la movilización del Partido Católico, dirigido por Gabriel Fernández Somellera, su existencia fue efímera.49 Los revolucionarios resintieron el apoyo de la Iglesia al golpe de Huerta y el anticlericalismo se impuso como una corriente ideológica de la Revolución mexicana.
Es probable que la doctrina social de la Iglesia, además de las ideas de liberales, socialistas y anarquistas, haya contribuido a la conformación del clima de ideas que estuvo detrás de la redacción de la Constitución de 1917, pero de ahí a sostener que hubo una relación causal directa entre ambas, hay mucho trecho. Ni los liberales, ni los anarquistas ni los católicos tenían la fuerza para efectuar un cambio de régimen.
Hacia 1908, la mayoría de las voces apoyaban, por lo menos de dientes para afuera, la reelección presidencial de Díaz, pero discrepaban en torno a quién debía acompañarlo como candidato a la vicepresidencia. Por todo el país se organizaron grupos de apoyo para que el general Bernardo Reyes fuese candidato. El movimiento creció hasta adquirir una fuerza considerable. Sin embargo, los reyistas se quedaron sin candidato porque el general obedeció la orden de don Porfirio de salir del país. La estructura política del reyismo fue aprovechada luego por Francisco Madero, que logró convencer a numerosos reyistas de que apoyaran al Partido Anti-Reeleccionista.
La discusión sobre la cuestión democrática, en la víspera de 1910, fue intensa. En ella participaron intelectuales como Manuel M. Alegre, Luis Cabrera, Manuel Calero,