Название | El peronismo y la consagración de la nueva Argentina |
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Автор произведения | Carlos Piñeiro Iñíguez |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789507547096 |
Esa composición parecía equilibrar la presencia de aliadófilos y neutralistas, y llamativamente dio pie para que los miembros del GOU, que desde un comienzo preferían en la presidencia a Ramírez, lograsen ese objetivo dejando actuar a los que, en principio, eran sus rivales internos: los jefes pro-aliados de Campo de Mayo, encabezados por el coronel Anaya. En efecto, esos oficiales cuestionaron los nombramientos de Rosa, Martínez y Pistarini, considerados ya no neutralistas sino simpatizantes del Eje, y del aliadófilo Calderón, demasiado vinculado con la Concordancia. En una serie de tensas reuniones, Rawson insistió en mantener esas designaciones, porque había dado su palabra; así las cosas, en la noche del 6 de junio, Anaya en persona se encargó de presentarse en el despacho presidencial y exigir su renuncia. Ya en la madrugada del día 7, Rawson firmó un breve texto: “Habiendo cumplido el propósito de deponer al Gobierno y ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo en la constitución del Gabinete, pongo en manos del señor general de división don Pedro P. Ramírez la renuncia indeclinable del cargo de Presidente del Gobierno Provisional para el cual debía prestar juramento”. Luego se marchó a su casa, y Ramírez anunció que asumía el cargo vacante. En opinión del teniente coronel Ornstein, quien asegura haberse enterado cuando ya todo estaba resuelto, en la madrugada del día 6, si antes de presentar su renuncia Rawson hubiese consultado a los oficiales de Campo de Mayo, habría encontrado un respaldo que lo hubiera mantenido en el gobierno67.
En su momento, las interpretaciones sobre el relevo de Rawson se mantuvieron en el plano de ambigüedad o contradicción que rodeaba al derrocamiento de Castillo. Para los miembros del GOU, simplemente había sido el cumplimiento de sus planes, demorados por la negativa inicial del general Ramírez de asumir el mando del levantamiento. Según la “Noticia N.° 5”, una vez derrocado Castillo, “se hizo necesario cuanto antes, constituir un gobierno presidido por el General Rawson, mientras se insistía ante el General Ramírez para obtener su aceptación como Presidente de la Nación, lo que se obtuvo en la madrugada del día 5 de Junio”, realizando así “el anhelo de las Fuerzas Armadas”. La misma interpretación mantendrían luego Eduardo Ávalos, en declaraciones formuladas en diciembre de 1943, y Perón, a lo largo de su vida. Por su parte, Rawson afirmaría que tenía previsto anunciar, al día siguiente de jurar como presidente, la ruptura de relaciones con las potencias del Eje, y que no consideraba que los hombres designados como ministros, como Rosa o Pistarini, hubiesen sido obstáculo para ello. Pero Rawson no llegó a formular el juramento de práctica, que estaba previsto para el lunes 7 de junio, y qué hubiera hecho queda en el terreno de lo conjetural. En cambio, en su breve paso por la Casa Rosada, sí firmó una proclama, en la que tras lamentar la “honda y angustiosa inquietud” que pesaba sobre “las conciencias argentinas” ante la convicción de que “una corrupción moral” se había entronizado como sistema en el país, denunciaba: “El capital usurario impone sus beneficios con detrimento de los intereses financieros de la Nación, bajo el amparo de poderosas influencias de encumbrados políticos argentinos, impidiendo su resurgimiento económico. El comunismo amenaza sentar sus reales en un país pletórico de probabilidades por ausencia de previsiones sociales”. Ese cuadro de situación se completaba con las afirmaciones de que la “justicia ha perdido su alta autoridad moral”, las “instituciones armadas están descreídas y la defensa nacional negligentemente imprevista”, y la “educación de la niñez está alejada de la doctrina de Cristo, y la ilustración de la juventud sin respeto a Dios, ni amor a la patria”. Como se ve, su tono parecía más cercano al de las críticas nacionalistas que al de un liberal aliadófilo. Además de firmar un comunicado a los jefes de las Fuerzas Armadas, instando a proceder “con la mayor energía al ejecutar” el “sagrado mandato” de “llevar al pueblo la confianza perdida en la acción de sus gobernantes”, y de dos decretos, el que establecía la ley marcial y otro promoviendo al teniente coronel Juan V. Fernández al grado inmediato superior, Rawson llegó a participar en el sepelio de los caídos en la Escuela de Mecánica de la Armada, que tuvo lugar en Chacarita el domingo 6, aunque ya en esa ocasión el orador fue el coronel Anaya. A pesar de su desalojo del gobierno, al principio Rawson mantuvo buenas relaciones con Ramírez. El 22 de junio, los dos fueron agasajados con un almuerzo en su honor en Campo de Mayo. En esa ocasión, Rawson insistió en justificar el derrocamiento de Castillo en estos términos: “Cuando la Nación, debido a los malos gobernantes, es llevada a una situación en donde no hay soluciones constitucionales, los militares tienen un deber que cumplir: poner en orden la Nación”, posición en la que no manifestaba diferencia alguna con sus camaradas de armas. En la sobremesa, el coronel Anaya declaró que “Ramírez fue espíritu y cerebro, y Rawson nervio y músculo de la cruzada de reivindicación argentina”. Una interpretación que mostraba que todavía persistían los equívocos sobre la orientación política del gobierno militar68.
1.3.c) Reacciones iniciales del radicalismo: incorrecta interpretación de la Revolución y débiles respuestas políticas
Al producirse el derrocamiento de Castillo, la Unión Cívica Radical se encontraba en una situación cercana a la fractura. Según recordaría Alejandro Gómez, desde 1942 se vivía una “declinación del espíritu de lucha partidario y la pérdida de su misión política”. La Convención Nacional había mostrado las líneas de ruptura entre “frentistas” o “unionistas”, por un lado, e intransigentes y revisionistas, por el otro, en torno a la presentación de una alianza opositora en las elecciones previstas para 1943. El debate, que venía desde el año anterior, y en el que a las aprehensiones de unos por la constitución de un “Frente Popular” al estilo de los propugnados por los comunistas se sumaba, al decir de Jorge Farías Gómez, integrante del Comité Nacional, el riesgo de un “segundo frente: Justo”. Aunque la muerte del general, en enero, había despejado en parte este temor, núcleos relevantes de la antigua intransigencia que aún encabezaba Honorio Pueyrredón, del sabattinismo y de las disidencias juveniles, como la dirigida por Balbín, Coulin y otros cuadros bonaerenses, se oponían a la constitución de ese frente. En abril de 1943, la Convención Nacional del radicalismo aprobó el dictamen de mayoría de la Comisión de Asuntos Políticos, en virtud del cual se formó una “Comisión Pro Unidad”, encabezada por Emilio Ravignani, que inició tratativas con los partidos Socialista, Demócrata Progresista, Comunista, las federaciones universitarias Argentina y de Buenos Aires, la Federación Nacional de la Alimentación y la Unión Obrera Textil. Se proponían una unión, sin pérdida de la identidad de las organizaciones, y una fórmula presidencial “mixta”, lo que para los intransigentes era contrario a la carta orgánica partidaria. Las deliberaciones de la Convención se suspendieron en la madrugada del 6 de mayo, sin quórum para sesionar, y el cuarto intermedio estaba previsto hasta el 8 de junio. En ese contexto, las tratativas entre dirigentes radicales y militares, al actuar como catalizadoras del derrocamiento de Castillo, tuvieron en el interior del Partido, más allá de si era o no su intención, un efecto de “fuga hacia adelante”, ya que el movimiento militar en principio postergó ese debate69.
Los contactos de Ravignani, Sammartino y otros dirigentes nacionales del radicalismo con los “generales del Jousten” y los de Cooke, Gabriel Oddone y otros con el general Ramírez, llevaron a que los dirigentes radicales inicialmente considerasen que se trataba de “su” revolución o, al menos, la que les podía asegurar el regreso al gobierno a través de comicios limpios, a convocar en relativamente poco tiempo. En este sentido, el 4 de Junio aparecía ante sus ojos como la reversión del 6 de Setiembre, más que como la realización de alguno de los frustrados intentos insurreccionales