Название | El peronismo y la consagración de la nueva Argentina |
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Автор произведения | Carlos Piñeiro Iñíguez |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789507547096 |
En lo que más parece un comentario irónico que un detalle fáctico, Gontrán de Güemes escribió que la composición de ese gabinete se había realizado “según asesoramiento del doctor Roberto Repetto y monseñor De Andrea”83. Es cierto que Miguel de Andrea, quien “se interesaba vivamente por la reforma social y tenía estrechas relaciones tanto con los radicales como con los elementos descontentos del Ejército”, fue el informante, a través de “un miembro de la colonia británica”, por quien le llegó al embajador británico en Buenos Aires, sir David Kelly, la noticia anticipada del inminente derrocamiento de Castillo84. Pero más que a su intervención o a la del presidente de la Corte, el heterogéneo equipo de funcionarios, con gran presencia aliadófila, con el que se proponía gobernar el neutralista general Ramírez, podía atribuirse al equilibrio inestable entre los oficiales de Campo de Mayo que respondían a Anaya y los integrantes del GOU.
Ese equilibrio daría lugar a pujas internas, sobre las cuales Perón iría articulando su propia base de poder entre los cuadros castrenses. En principio, los integrantes del GOU buscaron, sin perder tiempo, la apoyatura que no tenían hasta entonces. Las jefaturas de las secretarías de la Presidencia y del Ministerio de Guerra, en manos de Enrique González y Juan Perón, respectivamente, a lo que se sumaba el papel del capitán Filippi como ayudante del presidente, les permitieron asegurar los pases de sus hombres a destinos con mando de tropa o relevancia política. Emilio Ramírez pasó a ser jefe de la Policía de la Capital; Ávalos, jefe de Campo de Mayo; Miguel Ángel Montes, oficial mayor del Ministerio del Interior; su hermano Juan Carlos, inspector de Tropas de Montaña; Urbano de la Vega, jefe del Regimiento 1 de Artillería; su hermano Agustín, jefe de la Segunda Brigada de Caballería (Campo de Mayo); Eizaguirre y Ducó, jefes de los Regimientos 2 y 3 de Infantería, respectivamente; Ferrazzano quedaba a las órdenes de Ducó, como jefe de uno de los batallones del RI3; Saavedra, jefe de Granaderos a Caballo; Mittelbach, jefe de la Primera Brigada de Caballería (Capital); Bernardo Menéndez, jefe de la Base Aérea Palomar; Guillenteguy fue destinado al comando de la Segunda División (La Plata); Mercante y Uriondo prestarían servicios a órdenes de Perón en la Secretaría de Guerra; Julio Lagos en el Servicio de Informaciones del Ejército; Ladvocat quedaba a cargo de la sección de Prensa de la Secretaría de la Presidencia de la Nación. Al frente del área clave de Correos y Telecomunicaciones fue nombrado Aníbal Francisco Imbert, oficial ingeniero, experto en radiocomunicaciones, quien no formaba parte del GOU, pero era amigo de Perón. Imbert, que tendría la triste fama de hacer aplicar en las radios argentinas la ridícula disposición de prohibir el uso del lunfardo, que obligó hasta a cambiar las letras de los tangos, era sin embargo un intelectual militar de buena formación: tras su paso por los colegios Nacional Mariano Moreno y el Militar de la Nación, había completado su capacitación profesional en la École Supérieure d’Électricité, de París; profesor de la Escuela Superior Técnica del Ejército y, al momento del golpe, director de la Escuela de Comunicaciones, dio cursos también sobre “movilización industrial”. En la primera presidencia de Perón se desempeñó como director de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Por otra parte, González, los hermanos Montes y ambos De la Vega fueron ascendidos a coroneles en agosto. Al mismo tiempo, el GOU aceleraba su tarea de enrolamiento, a la que se daba relevancia fundamental en la “Noticia N.° 6”, instando a aprovechar la tradicional cena de camaradería para iniciarla con los “camaradas del interior”. De las planillas de enrolados que reprodujo Potash surge que, en algunas unidades, como el caso del RI 1 “Patricios”, buena parte de la plana mayor se sumó al grupo. La actividad también servía para detectar a los adversarios internos, que seguían siendo muchos. Ya en junio se dispuso el pase a disponibilidad de los generales Rodolfo Martínez, Rodolfo Márquez, Ángel María Zuloaga, Domingo Martínez y Martín Gras, y de los coroneles Rafael Ángel Solá y Ricardo Francisco Mendioroz85.
Es posible que Perón exagerase, en noviembre de 1943, al responderle al periodista Abel Valdez, del diario chileno El Mercurio, que de los “más o menos 3600 oficiales combatientes [...], todos, con excepción de unos 300 que no nos interesan, estamos unidos y juramentados”; en todo caso, no era esa la situación en los primeros días de julio, cuando el GOU y, más específicamente, Perón, enfrentaron un primer intento de desplazamiento. Las actividades del GOU provocaron inquietud entre jefes de Campo de Mayo que respondían a Anaya y, en particular, causó irritación la orientación que Farrell, claramente por influencia de Perón y los suyos, había impuesto en el Ministerio. Según Ornstein, el enterarse de la existencia del GOU “provocó entre los jefes de Campo de Mayo una lógica alarma, por cuanto se trataba de desviar a la revolución del 4 de junio de su verdadero cauce”. Después de varios cabildeos, entrevistaron a Perón, pidiéndole que “disolviera esa logia”; pero el coronel trató de convencerlos de sus nobles ideales y les leyó las “excelentes bases” del reglamento del GOU. Incluso, según Ornstein, les habría dicho que su organización “había sido calcada en una logia similar que orientaba la ética militar del ejército japonés y cuyos principios sólo tenían un carácter exclusivamente militar, tendiente a sanear el Ejército moral y profesionalmente”. “Nos retiramos decepcionados”, dirá Ornstein, “porque los hechos que observábamos no correspondían a las palabras que acabábamos de escuchar”. La piedra del escándalo fue la aparición en el número 837 de la revista Ahora de dos fotos de Perón, que hoy llaman la atención por su expresión seria y poco comunicativa. Una lo muestra de pie junto a la chimenea de su despacho; la otra, sentado a su escritorio; pero lo más significativo es el título de la página: “Ahora visitó al Jefe de E. Mayor de la Revolución del 4 de Junio”, lo que se reitera en uno de los epígrafes: “Este es el coronel Juan D. Perón, quien desempeña actualmente la secretaría del Ministerio de Guerra, a quien visitó Ahora. El mencionado militar ha sido jefe del Estado Mayor de la Revolución del 4 de Junio”. El reportaje era resultado de los contactos de Perón con Diego Luis Molinari y esa edición de la revista, que tenía bastantes lectores entre los militares, apareció el 29 de junio de 1943. Para quienes no pertenecían al GOU, era demasiado. Según su testimonio, el 4 de julio Leopoldo Ornstein se reunió con el director de la Escuela de Infantería, coronel Miguel Ángel Mascaró, y llegaron a la conclusión de que esa “logia” había copado la Revolución y le estaba cambiando la orientación al movimiento. Siempre según ese testimonio, aprovechando que las unidades del Gran Buenos Aires estaban acampadas en la Capital en la primera semana de julio, con vistas al desfile del día 9, los jefes de Campo de Mayo se reunieron en el domicilio del propio Ornstein, quien propuso exigirle a Perón que disolviese el GOU. En cambio, el coronel Ávalos planteó que con eso no bastaba, sino que había que reclamar la renuncia de todos los ministros “simpatizantes del Eje”, entre los que incluía a Farrell. Se aprobó esta última posición y, según Ornstein, se firmó un acta en la que se comprometían a exigir la ruptura de relaciones con las potencias del Eje y el reemplazo de los ministros contrarios a esa medida. Se eligió una comitiva para presentar la exigencia, integrada por los coroneles Ávalos y Mascaró y el teniente coronel Fernando P. Terrera, quien debía pedir la entrevista con el presidente. Según Ornstein, antes de partir, Ávalos lo instruyó, como oficial más antiguo, que en caso de que no regresaran en una hora, marcharían con todas las unidades a “rescatarlo”. Siempre según Ornstein, un participante en la reunión, integrante del GOU sin que lo supiesen, informó al coronel Ramírez, quien a su vez avisó a Farrell y Perón de lo que estaba ocurriendo. Ornstein fue detenido, sin poder cumplir el plan de marchar sobre la Casa de Gobierno. Por su parte, los enviados a entrevistar al presidente prefirieron ver antes al coronel Anaya, quien los disuadió. Argumentó que debían evitarse las señales de inestabilidad, a un mes escaso de asumir el gobierno, defendiendo así la posición de Farrell, y se comprometió a hablar con el ministro de Guerra para lograr el desplazamiento de Perón. Este, avisado por hombres del GOU, le informó a Farrell que él también estaba en la mira de los descontentos, por lo que rápidamente se dispusieron los pases de quienes eran considerados los “cabecillas”: el coronel