La seducción de los relatos. Jorge Panesi

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Название La seducción de los relatos
Автор произведения Jorge Panesi
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877122015



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su esquema interpretativo de la historia de la literatura argentina centrado en el viaje para captar la cultura en consonancia con lo político, y lo extiende hasta su propio exilio narrado literaria y ficcionalmente en una sección de su De Sarmiento a Dios. Viajeros argentinos a USA de 1998,44 que titula “Primera persona va siempre en plural”. (Quizá tenga razón Giordano cuando habla del “giro autobiográfico de la literatura argentina actual”45 y se lo pueda extender, sin más, a la crítica y a la teoría literarias, desde la deconstrucción a la teoría poscolonial). Lo que Viñas registra es lo que podríamos llamar “el viaje universitario o el viaje de los académicos”, con un precursor, Enrique Anderson Imbert (en 1946 exiliado universitario del peronismo, dice Viñas), y con tres figuras “mayores”: Tulio Halperín Donghi (compañero suyo en Contorno), Avalle Arce y Saúl Sosnowski, para concluir con los “flecos” (sustantivo de Viñas por “subsecuentes”) de Adolfo Prieto (otro compañero contornista) y Josefina Ludmer.

      A veinte años del coloquio de Maryland, en el año 2005, quedarse o irse tiene otra significación en el Congreso de la New York University, Poéticas de la distancia. Adentro y afuera de la literatura argentina, organizado por Sylvia Molloy.46 Algunos de esos nuevos sentidos ya habían sido anticipados por el palpable extrañamiento con el que Viñas narra su viaje de exiliado y pinta algunas viñetas de la vida académica estadounidense (como si hubiera habido dos Viñas: el que esperábamos, el que insiste agregando viajes y viajeros, y el Viñas imprevisto, el del extrañamiento descentrado).

      Ahora en Nueva York, se trata de una nueva manera de percibir, escribir y teorizar la cultura, la literatura nacional y la identidad, precisamente sin adentros ni afueras, o sin un lugar central donde localizarlas. “Experiencias concretas de la distancia”, “poéticas del desplazamiento”, “lugar de enunciación precario”, “desplazamientos lingüísticos y culturales” son los puntos que subrayan los editores de los trabajos presentados, Molloy y Siskind, quienes encuentran que las contribuciones constituyen una nueva forma de escribir, un género original o inusitado, “constituido en un espacio indecidible entre el discurso crítico y la autobiografía”.47 Todos los contextos posibles de la literatura y la cultura argentina en los que “irse o quedarse” fue determinante y dejó huellas siguen activos en este congreso: la inmigración europea de padres que hablaban otra lengua y habitaron la Argentina entre la aclimatación y el desarraigo, el exilio de los años setenta, el exilio dentro de una misma lengua, y el habitar varias lenguas, varios espacios, varios tiempos. Pero no se trata de una síntesis, ni de la identidad, ni de la cultura como certeza unitaria, y ni siquiera de la Nación como referencia última.

      Habría en buena parte de la crítica argentina actual la convicción de que nos movemos en la cultura como sujetos nómadas, o como prefieren Florencia Garramuño y Álvaro Fernández Bravo, al presentar el trabajo de otro coloquio (esta vez en Buenos Aires en 2002), “sujetos en tránsito”, esto es, una subjetividad “fracturada y múltiple”.48 No sería excesivo afirmar que ese sujeto está fracturado por la cultura que habita en permanente estado de fluidez y de extranjería interior.

      Fractura, no coincidencia, desajuste: la totalidad ilusoria es leída a partir de este nuevo sesgo constitutivo, desde el adentro y desde el afuera de sí misma. Curiosamente, el discurso que ha teorizado más convincentemente estos aspectos de la cultura contemporánea, la crítica poscolonial, no ha tenido en Argentina gran suceso (tampoco demasiado en Latinoamérica), quizá porque inadvertidamente el Fuera de lugar de Edward Said, la cultura como traducción, las migraciones transnacionales y los márgenes híbridos intensifican el predominio del lugar central que permite pensarlos: la universidad estadounidense. Cuando Walter Mignolo presenta la problemática poscolonial de Latinoamérica en un conocido reading,49 siente la necesidad de decir que es argentino, latinoamericano, que vive en Estados Unidos y se ha naturalizado como estadounidense (yo hubiese agregado que se doctoró en Francia y escribió una tesis en francés, como también ocurrió con Sylvia Molloy, que se ha desplazado a través de tres lenguas). En la aparente dispersión de la identidad que exhibe Mignolo, sin embargo, hay un punto, un centro, un aquí intransferible, su lugar de enunciación académico que determina toda la perspectiva. De algún modo, los Estados Unidos ocupan para los estudios de literatura latinoamericana un lugar ecuménico. Que no necesariamente es sentido como “imperial” o tiránico, sino todo lo contrario: un espacio de reflexión que permite al crítico una inesperada perspectiva sobre su país, su región y su tarea, resignificados a través de una especie de anagnórisis, como le confiesa, en el año 2009, Josefina Ludmer a Diego Peller, reflexionando sobre patria y nación:

      Por suerte yo pude percibir a la Argentina en Latinoamérica porque me fui. Yo no creo en esta idea de pensar la literatura argentina en relación con las literaturas del Primer Mundo […] Es una literatura latinoamericana, tercermundista como cualquier otra.50

      En la historia de la crítica argentina hay un quiebre, una fractura, un drama o un trauma. Narcisista como es este discurso, no deja de registrar la herida: si se la quiere leer en toda su dimensión, bastará con hojear ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo? de José Luis de Diego,51 pero las huellas están visibles en todas partes y en cuanto se escribe hoy.

      La crítica argentina se escribe hoy desde lugares múltiples, sin afueras ni adentros, y no se trata de una desbandada académica que un poder despótico instiga, sino de las condiciones de trabajo y de intercambio intelectual: se desbanda y se reúne, alternativamente, en congresos, aquí o allí, no para suturar una separación o una discrepancia (en cambio, sí importa el lugar y la institución donde se escribe), sino para abundar en perspectivas. Seríamos más pobres sin las miradas de Molloy, de Sosnowski, de Montaldo, de Louis, de Salessi, de Giorgi, de Scavino, y de tantos otros más jóvenes que trabajan desde “el lado de allá” y que se han ido. Dejo esbozado este apunte para futuras indagaciones sobre causas, contextos, trayectorias, reuniones y escisiones que constituyen el presente.

      Sea en la crítica argentina o en la teoría literaria, siempre encontraremos que estos discursos están históricamente montados sobre algún tipo de trauma. Me refiero, entre otros, al exilio en Estambul que Said reconoce como constitutivo en Mímesis de Auerbach, a la ambigua situación de palestino del mismo Said en la universidad estadounidense y cuya perspectiva dual determinó cuanto habría de pensar en Orientalismo o en Cultura e imperialismo, o la opresión antisemita que experimentó Derrida en Argelia durante la ocupación alemana en Francia y que cuenta en El monolingüismo del otro, y sin olvidarme de la mordaza puesta a los formalistas rusos primero y a los checos después durante el estalinismo. La teoría y la crítica literarias llevan la marca del desastre, son la necesaria “escritura del desastre”, como diría Maurice Blanchot. Un desastre que también salpicó los claustros estadounidenses, aparentemente separados de los ghettos europeos, pero que repercutió en el affaire Paul de Man, y en toda la teoría tal como se la practicaba por entonces en los Estados Unidos.52

      Haber invocado a los que se van y a los que se quedan en la historia de la literatura argentina significa volver a inscribir la huella de una especie de trauma. De un trauma originario o constitutivo en una sociedad inmigratoria, o aún antes, en los comienzos de la literatura y de la nacionalidad, pero también en la corta historia de la crítica literaria. No sé por qué (o lo sé muy bien) pienso que otra tarea de los críticos es revivir las cenizas del combate, para bien o para mal. Lo pienso ahora, casi en este preciso instante, cuando leo, en septiembre de 2009, en una revista que se llama Contraeditorial, una reedición, un anuncio, una huella, una cicatriz. Dice así: “Debate histórico: Dictadura y campo cultural, Julio Cortázar vs. Liliana Heker”.53

      25 Saúl Sosnowski (comp.), Represión y reconstrucción de una cultura: el caso argentino, Buenos Aires, Eudeba, 1988, p. 7.

      26 “La literatura dividida”, en Clarín (29/01/1981), recogido como apéndice a su trabajo por Luis Gregorich, “Literatura. Una descripción del campo: narrativa, periodismo, ideología”, en Sosnowski, ob. cit. La polémica Heker-Cortázar está recogida en la revista Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 517-519, “La cultura argentina. De la dictadura a la democracia”,