Название | Lo femenino en debate |
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Автор произведения | Patricio Álvarez Bayón |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878372464 |
El acontecimiento Freud
De esta manera nombra Lacan el impacto producido por la irrupción de Freud en la clínica de las enfermedades del alma y la influencia decisiva que alcanzó su descubrimiento en el campo de la cultura y que él había calificado de “revolución” comparándolo con los hallazgos realizados por Copérnico y Darwin, si bien Lacan precisa la especificidad de este acontecimiento comparándolo con Kepler y tomando distancia del término revolución “que consiste [sólo] en un cambio de centro”. Lo fundamental es la consideración de una ruptura, un antes y un después en la concepción del ser humano.
En el Seminario 7 Lacan destaca que la originalidad de la conversión freudiana radica en haber develado la relación del hombre con el logos teniendo como consecuencia “... un cambio de perspectiva sobre el amor, colocándolo en el centro de la experiencia ética”.
En ese marco retoma la pregunta que se formulara Freud “después de treinta años de experiencia y reflexión” Was will das Weib?, ¿Qué quiere la mujer?, y más precisamente –¿Qué es lo que ella desea?– para llegar a decir que el análisis, y precisamente “el pensamiento de Freud, está ligado a una época que había articulado esta pregunta con una insistencia muy especial” y que Lacan denomina “el contexto ibseniano de fines del siglo XIX”, no sin dejar constancia de su desconcierto ante el extraño hecho de que “la experiencia analítica –posterior a Freud– haya más bien ahogado, amortiguado, eludido las zonas del problema de la sexualidad vista desde la perspectiva de la demanda femenina”.
Es posible situar las tempranas huellas de la disposición de Freud a escuchar dicha demanda frente a los médicos que acusaban a las pacientes histéricas de mentirosas porque sus síntomas no se correspondían con una alteración orgánica o neurológica. Así orientó su pesquisa hacia la causalidad singular de estas afecciones, como lo demuestra la confección de sus “Estudios sobre la histeria”, donde cada caso es presentado con un nombre propio. Con cada una de ellas conquistará una parcela de la experiencia de su descubrimiento: Cecilia es definida como “su instructora”; su docilidad al reclamo de Emmy de N., le valió el hallazgo un nuevo modo de hablar, la asociación libre.
Freud pasó mucho tiempo escuchando estos “piquitos de oro” y de ello “resultó algo paradójico, una lectura; él pudo leer allí el inconsciente, algo que pudo construir precisamente por estar afectado por aquello que le contaban”. Pero escucharlas no significa creerlas, una diferencia que supuso un auténtico vuelco en la travesía de su “autoanálisis”, confesado a su amigo Fliess como el desvelamiento de un “gran secreto”: “Ya no creo más en mi ‘neurótica’”.
El descrédito del valor hasta entonces conferido al trauma de seducción en la etiología de los síntomas, en lugar de decepcionarlo y empujarlo a abandonar le impulsó a dar un paso adelante en la invención del psicoanálisis, propiciando el abandono del método catártico que propendía a la “abreacción” de dicho trauma.
Al cernir este elemento estructural, lo imposible de ser recordado, la “brecha psíquica”, Freud pudo captar una falla que parasita la sexualidad humana y “que no se traduce ni en el más confuso estado delirante.” Percatándose de la acción de Otra causalidad, una dimensión de alteridad opaca que se agita en nuestra intimidad inventó una vía para su subjetivación en la palabra, allí donde se demuestra que “la verdad tiene estructura de ficción”: si el fantasma de seducción aparecía con regularidad en el discurso histérico se debía al lugar que ocupa como causa de la modalidad del deseo, esto es, la insatisfacción, aunque el malogro del goce también pudo verificarse en la neurosis obsesiva, en ese caso derivado de la experiencia infantil de un exceso de placer. Defecto o desmesura, la versión neurótica de estos desórdenes libidinales abría las puertas a la exploración de tal humana calamidad: “...lo sexual está por todas partes excepto en lo genital, siempre fuera de lo que acaba en la reproducción”. Vinculado a huellas traumáticas en el cuerpo, el “factor infantil” –como le llamaba Freud– imprime una exigencia imposible de desatender sino al precio de la angustia, y su imperio se revela inadecuado para establecer una relación armónica entre los sexos.
De ahí en adelante, Freud dedicará sus esfuerzos a avanzar en la experiencia y a construir el edificio conceptual que hiciera posible atrapar la complejidad de su lógica, con el propósito de conseguir operar sobre ese hasta entonces “inexplorado fragmento de la Naturaleza”, según lo expresa a Fliess en su correspondencia.
Puntuaciones
En un recorrido tan vasto como el de la obra de Freud, podemos hacer una mínima puntuación, considerando como momento inaugural el mencionado anteriormente, que dio paso a la deducción de la matriz edípica del deseo humano una vez abandonada la teoría traumática en favor de la represión: el acto psíquico “equivalente a un juicio que rechaza y escoge”.
Cabe situar una segunda escansión en “Tres ensayos de teoría sexual”: cada uno de ellos incluye una innovación absoluta en las concepciones pergeñadas hasta el momento respecto al deseo y la satisfacción; uno, la despatologización de la homosexualidad; dos, el descubrimiento de la sexualidad infantil, –que ocasiona la división de la sexualidad humana en dos fases– y tres, la metamorfosis de la pubertad –planteada como el atravesamiento de un túnel que concluye en el hallazgo de objeto y que Freud postula como un reencuentro, como una repetición de una condición inconsciente fraguada en los primeros años de la vida.
Como tercer hito ubicamos el descubrimiento del narcisismo, considerado por Lacan como el segundo en importancia luego del inconsciente y que anuncia una reconfiguración de la teoría de la libido a partir de las enseñanzas obtenidas en el campo clínico de las psicosis. En ese marco reconoce la incidencia de un narcisismo del deseo, específicamente femenino, que otorga una nota peculiar a la relación de las mujeres con la imagen.
Si trazamos un camino hacia “el vuelco de los años 20”encontramos, como cuarta escansión la deducción de la lógica fálica y la castración en la que se distribuye la diferencia de los sexos según la respuesta subjetiva a “la premisa universal del falo”.
La reacción a la percepción de los genitales es neta: la niña toma una decisión, lo quiere dando lugar a la envidia fálica par excellence femenina, afirma Freud. El niño, por su parte, se muestra incrédulo ante la castración y se inclina a pensar que allí donde falta, estuvo o crecerá preso en “la angustia del propietario”, como señala Jacques-Alain Miller.
Lacan supo leer la lógica allí donde el imperio de lo imaginario ocultaba su dimensión simbólica: el falo es un significante y no “pertenece” al sexo masculino, como lo demuestra que haya sido indagando en la impronta del deseo de la madre donde el psicoanálisis ha descubierto “la verdadera naturaleza del falo”, en la falta de pene de la madre, donde arraiga “[…] la fuerza negativa del falo femenino”. Un avance en la elucidación de la estructura permite trazar un “hilo rojo” hacia un quinto punto, constituido por la nueva formulación de la dualidad pulsional (Eros y Tanathos) y hacia el interrogante por la sexualidad femenina. Precisamente de esta última época data el último gran historial clínico freudiano, el de la joven homosexual, en donde encontramos formulaciones cruciales respecto al tema que nos ocupa. Refiriéndose a la bisexualidad constitutiva del ser humano, causa de la imposibilidad de acceso a una identidad sexual absoluta, Freud subraya que en lo relativo a homosexualidad la clave debe buscarse en la posición subjetiva –el “carácter sexual”– y que la inclinación por uno u otro sexo es el resultado de una limitación más que de una disyuntiva.
No podemos contemplar estos hallazgos como una conclusión sino como un relanzamiento