Saudade. Susana García Nájera

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Название Saudade
Автор произведения Susana García Nájera
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418759475



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hay desde Cambados. Más tarde, subida a una escalera, esparce mortero de corcho sobre unas tejas rotas, y mientras lo hace reza a la Virgen del Carmen para que su marido no vuelva nunca más y así, de ese modo, Zaquiel pueda por fin regresar a casa con ella y las niñas, y juntos volver a ser una familia.

      —Una familia —repite en voz alta.

      Y por primera vez Antía piensa en un nombre bonito de niña que empiece por la letra e, mientras que se retira un mechón de pelo con la mano, dejándose la cara tiznada por la argamasa. En ese momento, una parte de la escalera se hunde en el barro y Antía pierde el equilibrio precipitándose al vacío.

      Lo recuerda. Sabe que intentó apoyar los brazos mientras caía, girar los hombros, caer de espalda antes de que su cuerpo golpeara contra el suelo. Intentó proteger al bebé. Lo que no sabe ahora es si lo consiguió. Que le duela todo, especialmente el bajo vientre, no es buena señal, pero no tiene fuerzas para preguntar y menos para escuchar una respuesta. No sabe cuánto tiempo ha pasado desde la caída. Sí sabe que está en su dormitorio porque reconoce la colcha que la tapa y el tacto de sus sábanas sobre su cuerpo. Está acostada en su cama. De vez en cuando, alguien entra y le pregunta algo que ella no puede responder porque está demasiado cansada. Reconoce a Nati por su tono de voz y a Zaquiel por su olor cuando se acerca para besarle la frente. Y a las niñas cuando le llevan flores, que meten en un jarrón y que colocan sobre el aparador, y se acuestan a su lado, hechas un ovillo, y le cuentan lo que han aprendido ese día en la escuela. También le cantan canciones que les han enseñado las redeiras. A Antía le hace bien escucharlas, así que sonríe sin abrir los ojos. De noche, y a pesar de la oscuridad, ve mujeres que la vienen a visitar. Es la primera vez que las ve, pero no será la última. Ve a su madre que murió hace muchos años ya. También a sus hijas, pero no son niñas, sino mujeres adultas. Y a otras más que no reconoce, pero que tienen un gran parecido físico las unas con las otras. Quizá sean meigas y mouras.

      Si lo que lleva en las entrañas es un varón, mucho se teme Antía que se lo vayan a arrebatar para siempre.

      ***

      Hoy Antía no va a bajar a la playa porque hay marea roja y no se puede recoger marisco, así que aprovecha el buen tiempo para limpiar el gallinero y después plantar esquejes de camelia bajo la ventana que está junto a la puerta de la casa. El sol, recién estrenado, calienta su espalda. Excava un agujero en la tierra húmeda, rellena el fondo con compuesto y lo empuja hacia abajo. Luego coloca el tallo con una pequeña rama en el centro, repleta con tierra alrededor de la planta, y, por último, agrega agua a la siembra. Antía se queda mirando, orgullosa, la flor recién plantada.

      El tiempo cambia con rapidez y ráfagas de viento comienzan a soplar con fuerza haciendo que los cardos y las artemisas se inclinen a su paso. Antía frunce el ceño al notar que el sol se ha escondido entre las nubes, ahora grises. Se destempla, se encoge de brazos y decide entrar a la casa, pero, aún de rodillas sobre el suelo, divisa a lo lejos una silueta que recorre el camino escarpado que discurre hasta su hogar. Agudiza la vista poniéndose la palma de la mano a modo de visera. Es un hombre delgado, un poco encorvado, con una zamarra al hombro sobre una chaqueta de pana ya desgastada que le viene grande. El cierzo despeina el cabello demasiado largo de aquel tipo que Antía no es capaz de distinguir, pero que le resulta extrañamente familiar. Según la figura se va aproximando a la casa, le da un vuelco el corazón al reconocer al hombre que se acerca con paso vacilante.

      Es, sin lugar a dudas, su marido.

      _____________

PARTE II ESTRELLA Y TERESA (2009)

      Madrid, martes, 5 de abril de 2009

      La felicidad es más rara que un cuervo blanco, solía decir su madre. Y Estrella era feliz, a su manera. Ese día, cinco de abril de dos mil nueve, mientras desayunaba, fue consciente de ello, de su extraña felicidad, y en ese preciso instante tuvo el presentimiento de que algo malo iba a suceder. Esa sensación la acompañó todo el día y, aunque quiso librarse de ella, fue como intentar espantar una mosca una tarde intensa de calor.

      Fue al gimnasio como cada mañana. Comió allí, sola, una ensalada y un sándwich vegetal; dejó en el plato las rebanadas de pan. Por la tarde, quedó con tres amigas para ver una muestra que reunía las obras de jóvenes artistas noveles en el Círculo de Bellas Artes. Después, tomaron una copa en la terraza del último piso. Estrella pidió un vodka club soda y conversó animadamente hasta que empezó a anochecer. Luego, decidió pasear toda la calle Alcalá hasta llegar a su casa, en la esquina con Goya. Se saltó la cena para compensar las calorías del alcohol que había tomado esa tarde. Se desmaquilló, se aplicó en la cara un sérum vitamínico y en el cuello otro regenerador, contorno de ojos y una base hidratante. Leyó en la cama Una noche en el paraíso, de Lucía Berlín, durante veinte minutos y, por último, miró el móvil con desgana, sabiendo lo que se iba a encontrar. Tenía cuatro llamadas de su hija Teresa e imaginaba el motivo de su insistencia, pero ya le había dicho una y otra vez que no iba a volver a casa con su padre. Por último, antes de dormir, se echó crema en las manos minuciosamente, se masajeó uno a uno todos los dedos y apagó la lámpara de la mesilla de noche.

      A las tres horas y treinta y dos minutos de la mañana, Estrella se despertó inquieta. La casa estaba en completo silencio. Fue al baño, orinó, se tomó un Orfidal con un vaso de agua y volvió a la cama. A las tres horas y treinta y dos minutos de la mañana, un terremoto de 6,7 grados en la escala de Richter devastó la zona central de Italia. El epicentro se localizó en la región de los Abruzos, en concreto, en la ciudad de L’Aquila.

      A las siete horas y cuarenta minutos, el móvil despierta a Estrella. Aun con el sonido apagado, vibra sobre la mesilla golpeando una y otra vez el pie de la lámpara, lo que produce un sonido exasperante. Nada más responder, sabe de inmediato, por la voz nerviosa de su marido, que algo no marcha bien. Se incorpora, apoya la espalda en el cabecero de la cama y le pide que se calme y le explique qué ha pasado. Ricardo se toma unos segundos para recobrar el aplomo que pocas veces pierde y finalmente le dice a la que es todavía su mujer:

      —Ha habido un terremoto.

      —¿Cómo? Un terremoto, ¿dónde?

      —Donde vive Patricia.

      Madrid, miércoles, 6 de abril de 2009

      Esa misma mañana, Estrella vuelve a casa con su marido, al que había abandonado una semana antes; mil veces hubiera preferido volver por miedo, por comodidad o por simple cobardía, y no porque el nombre de su hija Patricia hubiera pasado a formar parte de una lista de desaparecidos.

      En su vida había hecho y deshecho muchas maletas y ahora se encontraba delante de la más difícil. Llevaba horas haciéndola y apenas había metido nada. El terremoto ya había pasado, pero aún se sentían fuertes réplicas, por lo que el espacio aéreo italiano no se abriría hasta el día siguiente. Ella y Teresa, su otra hija, volarían a Roma entonces; allí, una persona del Consulado de España las estaría esperando. El secretario consular les pidió que fueran preparadas. ¿Preparadas para qué?, preguntó Estrella ensimismada. Al principio, pensó que se refería a la ropa, para que fueran abrigadas, pero en cuanto vio la cara desencajada de su marido supo al instante que no se refería al abrigo y se sintió a tan solo un paso de caer al abismo. ¿Cómo haces una maleta cuando vas a buscar a una hija que no sabes si está viva o muerta?

      Estrella vuelve a marcar la tecla de rellamada en su móvil. Patricia sigue sin responder. Que no conteste a las llamadas, le había dicho el cónsul, no significaba nada, las comunicaciones se habían caído. Estrella trata de concentrarse en la maleta, pero lee en la televisión nuevos titulares del Canal 24 horas que vuelven con la noticia del terremoto. Sube