Название | No te arrepientas de quererme |
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Автор произведения | Gema Guerrero Abril |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418730412 |
David, al ver a Alba en la puerta del hospital, también se quedó parado. Hacía varios días que no la veía y había echado de menos encontrarse con ella. Sus miradas se cruzaron y él le sonrió y la saludó con un movimiento de cabeza.
Alba, roja como un tomate de la cabeza a los pies, miró a su amiga y esta, cogiéndola de las manos, le dijo:
—¡¡Huummm!!! ¡Qué bomboncito! —Óscar, a su lado, la miró con el ceño fruncido, aunque él sabía que su chica solo tenía ojos para él—. Mejorando lo presente, cariño, ya lo sabes. Pero ¿tú has visto ese pedazo de hombre?
—Sí, cariño, le he visto —le respondió Óscar a su chica con una sonrisa—. No está mal.
—¿Que no está mal? ¡Dios mío, Alba! No le dejes escapar. Te lo llevas a casa y allí le haces un hombre.
—¿Pero qué dices? ¡Tú estás loca! —le contestó Alba acalorada, dándose aire con la mano.
—No me lo imaginaba así. —Y cogiéndola por los hombros le dio la vuelta para que quedara de espaldas a la puerta y le dijo al oído—: Ahora vas a entrar en la cafetería, le vas a saludar y con tu sonrisa cautivadora vas a hablar con él.
—¿Y qué le digo?
—Lo que sea. Háblale del tiempo, pregúntale la hora, pero habla con él. Nosotros nos vamos. Luego te recogemos, a eso de las siete. Adiós. —Y haciéndole un gesto con las manos para que fuera hacia la cafetería agarró a Óscar y salieron por la puerta del hospital, dejando a Alba parada en la puerta.
Alba respiró hondo y con paso tembloroso se encaminó hacia la cafetería. Entró y fue hasta la barra, donde se pidió un sándwich de pavo y un refresco. Vio a David en una mesa con varias personas y no se atrevió a acercarse. Se limitó a pasar por su lado y dedicarle una tímida sonrisa.
Se sentó de espaldas a él para poder comer. Si le miraba se le cerraría el estómago y sería incapaz hasta de tragar su propia saliva.
David la miró al pasar y algo se le encogió por dentro cuando Alba le sonrió. Pensó que había sido un estúpido; podría haberla esperado en la barra para charlar con ella, pero se puso tan nervioso al verla que ni lo pensó. Ahora se arrepentía. Era la sonrisa más bonita en la cara más bonita que había visto jamás, pero tampoco se atrevió a decirle nada. Se limitó a devolverle la sonrisa e intentó disimular su nerviosismo ante sus colegas.
Alba picó su bocadillo y se bebió su refresco. Sentía los ojos de David posados en ella, pero no se atrevió a volverse. Simplemente, cuando se levantó para irse, le miró y le dijo un tímido:
—Hasta luego.
Subió sintiéndose una estúpida. «¡Vamos! —se regañó—, que no tienes quince años, tienes casi el doble. Normal que él no quiera nada contigo. Se creerá que eres una niñata, ruborizándote como una colegiala».
Pasó el resto de la tarde en compañía de su madre, ambas en silencio. Alba intentó mantener una conversación con su madre, pero fue inútil. Solo recibía monosílabos o gruñidos por contestación, con lo que se dio por vencida y se limitó a leer el periódico que había traído esa mañana.
Pasadas las seis se levantó y, dándole un beso a su padre, recogió su bolso y la chaqueta que había traído para marcharse.
—Me voy, mamá. Esta noche trabajo.
—¡Trabajo! A cualquier cosa le llamas tú trabajo.
—Llámalo como quieras, mamá. Para mí es un trabajo, pues me pagan por ello. Y muy bien, por cierto.
—Una cualquiera, eso es lo que pareces. Una cualquiera subida en un escenario y dejando que todos los hombres te miren.
—Canto en un restaurante. Podrías venir y verlo por ti misma. No es nada vergonzoso.
—¡Ni hablar! ¡Jamás! —le escupió esas palabras con dureza—. Bastante me avergüenzo sabiendo lo que haces como para encima ir y verlo. Y lo del baile… ¡Dios mío! No sé qué se te pasa por la cabeza.
—Di lo que quieras. A mí me gusta lo que hago, disfruto. Y cuando veo que la gente se emociona es cuando más me gusta. —Y abriendo la puerta salió sin mirar atrás.
Sabía que había hecho mal hablándole así a su madre, pero es que a veces no podía más y hoy no había podido contenerse. Su madre la juzgaba y ni tan siquiera la había escuchado cantar ni la había visto bailar. No era justo.
Capítulo 6
Esa noche acabó casi a las tres de la mañana. Después de salir del restaurante, Sonia, Óscar y Alba se marcharon a tomar una copa y acabaron en el piso de Sonia para charlar. Sonia le regañó por no haber tenido el valor de acercarse a hablar con David.
—¡Que no te va a morder! Desde luego, con lo que tú eres parece mentira que te comportes así.
—Es que me gusta demasiado y no creo que él sienta lo mismo —se defendió de los ataques de Sonia.
—Y nunca lo sabrás si sigues evitándolo. —La miró con el ceño fruncido.
—Bueno, cariño, déjala. ¿No ves que está agobiada? —Óscar intentó mediar, pero Sonia no le dejó.
—¿Tú qué sabes? Alba necesita un empujoncito —dijo mirándola con una sonrisa de malota.
—No, no y no. No se te ocurra, Sonia. No te lo perdonaré —la amenazó Alba poniéndose de pie—. Me voy a mi casa. Mañana tengo cosas que hacer.
—Vale, cobarde, hablamos mañana —le respondió Sonia cuando la abrazó para despedirse de ella—. ¡Échale huevos! Que no se diga.
Alba llegó a su casa y se tiró en la cama con ropa y todo. No paraba de darle vueltas al asunto David. No quería reconocerlo, pero Sonia tenía razón. Tenía que hacer algo, debería hablar con él y después decidir. Si David también estaba interesado en ella, pues bien; y si no lo estaba, entonces ya sabría que por ahí no tenía que seguir. Cuanto antes supiera si él sentía lo mismo, menos daño se haría. ¿Pero cómo acercarse a él y qué le diría? Tardó mucho en dormirse y volvió a soñar con David.
Mientras, David salió con unos colegas. No tenía mucho ánimo, pero ante tanta insistencia al final aceptó. No dejaba de pensar en Alba; cada vez le gustaba más y no sabía de qué manera acercarse a ella. Podía hacerlo con la excusa de su padre, pero ella podría extrañarse. Las cosas del estado de Antonio sería normal que se las dijera a su esposa antes. Jamás había tenido tantas dudas con ninguna mujer. Bueno, tampoco es que tuviera una vida social muy amplia. Hacía tiempo que no salía con ninguna mujer, desde que su relación se terminó, hacía casi un año. Las mujeres no le atraían como antes. Desde que cumplió los treinta, la perspectiva de su vida había cambiado. Casi todos sus amigos estaban casados o a punto de hacerlo y él sentía que se le pasaba la vida. Con 32 años se sentía un poco mayor para andar de ligoteo y cada vez aguantaba menos cuando salía. Lo que antes era casi obligatorio ahora era un suplicio, no le apetecía. Estaba más a gusto en su piso recién estrenado, con un buen libro y escuchando su música con una copa de buen vino y charlando con Alba. ¡Dios! ¿Qué estaba pensando? «Alba, alguien inalcanzable», se dijo.
Harto de ir de un lado a otro, se despidió de su grupo de amigos y se marchó a casa. Necesitaba estar solo y pensar.
Domingo por la mañana. Bueno, domingo a mediodía. Alba se levantó desperezándose, se duchó, arregló la casa, puso una lavadora (ya plancharía por la tarde) y se metió en la cocina para plantearse el menú de la siguiente semana. Mientras cocinaba se puso música y anduvo cantando entre