Название | Dimensiones humanas en acción : Ser para saber obrar |
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Автор произведения | Andrés González Duperly |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789587905106 |
ESQUEMA 4
LAS SIETE ACI Y LA JERARQUÍA DE NECESIDADES MASLOW
Fuente: Elaboración propia, Gerintegral para FAE/FCSH en SSO-2010-2018.
Con base en la anterior visual en las interdependencias, el reto del directivo integral está en vislumbrar la vida integradamente en los equilibrios. Apreciar la realidad como una totalidad integrada, evitando fragmentaciones, aumentando la intensidad y la calidad de la “atención concentrada” (atención desnuda o mindfulness), la visión interna (insighting), la precisabilidad1 o bien responsabilidad demostrada (accountability), facultades endógenas que complementan las habilidades transversales que le competen al Directivo Integral de Vida frente al omnitudo realitatis –el conjunto, la totalidad de la realidad, desde lo íntimo-personal y profesional–. Y la vida consciente reclama definición en los actos a partir de las intenciones que los guía en las reciprocidades.
Las Dimensiones Humanas en Acción son las guías para afrontar las vicisitudes que el ser atiende a oscuras “luchando toda noche de la vida”, gestionando el riesgo en las contingencias que se presentan de una manera u otra al interior de las siete Áreas de Concentración Individual. Es en tales retos cuando una Dirección Integral de Vida satisface todas las necesidades, la mayoría de sus intereses y expectativas y algunos de los deseos y pasiones en las querencias con base en las cuatro virtudes cardinales que son necesarias para atender las siete áreas en el recorrido diario mediante las habilidades transversales y las facultades endógenas que facilitan y propulsan al individuo interior hacia la excelencia mediante la voluntad. Los motivos para la acción (motivaciones) y los estímulos precedentes a las realidades internas y externas de cada uno frente a cada una de las áreas son, en esencia, los que le dan sentido a la vida.
En el anillo externo del Esquema 5, abajo, observamos en el continuum de la cadena que cada estímulo invita al libre albedrío a responder a interrogantes (qué hacer, por qué, para qué, cómo, cuándo, con quién, en dónde…), lo que implica toma de decisiones (en la autonomía de la voluntad) y como consecuencia se procura la acción, la que, a su vez, provoca otros estímulos y así se genera el bucle en el continuo de las cosas. Gracias a las capacidades o atributos personales –que son las habilidades transversales y facultades endógenas–el individuo interno responde con habilidad frente a cada uno de los roles en las siete áreas. La capacidad de responder con habilidad en la vida es posible por medio de las dimensiones cuando se tiene consciencia de la intencionalidad, la conectividad, la direccionalidad y la creatividad de lo que hacemos o dejamos de hacer.
ESQUEMA 5
ÁREAS DE CONCENTRACIÓN INDIVIDUAL Y DIMENSIONES HUMANAS EN ACCIÓN
Fuente: Desarrollo del modelo: González-Duperly. Derechos reservados en dimensiones humanas en acción- SSO-2017.
En relación con los desempeños de las cuatro dimensiones y la influencia que tienen en las Áreas de Concentración Individual, el modelo se enriquece con las conexiones funcionales entre las estructuras de la psique de Jung (2013): pensamiento, intuición, sentimiento y sensación, factores propios de la consciencia (Dimensión 1) y consecuentes manifestaciones antropológico-culturales, entre otras, de las que tratan las teorías psicológicas junguianas, en particular las relacionadas con las actitudes.
Las dimensiones actúan como fuerzas motrices al interior de las Áreas de Concentración Individual; la tensión por las presiones internas o externas se reducen mientras se logre mantener o recuperar el equilibrio emocional en la homeostasis (Cannon, 1939). Al controlar y mantener en equilibrio las siete áreas, estas se fortalecen mediante la direccionalidad que se asigna a la vida entendida integralmente. El manejo de una vida ordenada, sostenida –que se mide en la distancia que se recorre frente a cada proyecto de vida–, es el pasaporte para autotranscender, dejando espacios de tiempo para la realidad externa, el derrotero esencial desnudo de la existencia por el hecho intrínseco de ser un individuo interno quien, como sugiere Frankl,
[...] siempre está relacionado con y señala a algo distinto de sí mismo, más exactamente expresado, hacia a algo o alguien. Es decir, más que aparecer preocupado por alguna circunstancia interna, sea ésta el placer (freudiano) o la homeostasis, el hombre se orienta siempre hacia el mundo externo, y dentro de este mundo, se interesa por colmar el sentido de las cosas y por otros seres humanos (1987, p. 282).
Y complementariamente, la autocomprensión ontológica prerreflexiva de Frankl considera que “el hombre sabe que se está autorrealizando en la medida en que se olvida de sí mismo, ya sea sirviendo a una causa noble o amando a otra persona distinta de sí mismo” (2011, p. 282). Así, las causas nobles en el amor en su sentido amplio espiritual-humano y la libre elección son los semilleros de las Áreas de Concentración. Estas son paralelas con las necesidades sociales de valoración y de autorrealización por las exigencias interactivas en las reciprocidades que requieren las Dimensiones Humanas en Acción al interior del sistema de Ser para Saber Obrar. De manera que la autorrealización en Maslow y el ser autotrascendentes de Frankl las consideramos acciones dimensionales, conscientes, integradas con las funciones junguianas (pensamiento-intuición, sentimiento y sensación) del Esquema 5, arriba. Y consideramos que esta autorrealización consiste también en mantener el equilibrio al dirigir con madurez las Áreas de Concentración Individual con base en los principios que fundamentan la ética (la honestidad y el respeto) y, de igual manera, establecer una tabla diáfana de valores y actuar conforme a estos, ya que, de esta manera, se abren las oportunidades para salir de sí y ejercer un control sosegado de sí.
Desde los planteamientos de Maslow, Frankl y Jung, el manejo práctico de las cuatro Dimensiones humanas y de las siete áreas es entonces el recurso para fortalecer los procesos de autoconocimiento en un desarrollo personal progresivo al comprender las realidades internas y externas a partir de percibir, intuir, pensar, y sentir (Jung, 2013), y al considerar la consciencia espiritual, que es la guía de las intenciones y de las acciones voluntarias en los asuntos donde prima la atención concentrada (mindfulness) y la visión interna (insighting) de las que se ejerce control, cuando se quiere, en la Dimensión de la Voluntad.
De manera que con las manifestaciones inteligentes (al interior de una consciencia espiritual) hacia la autorrealización y autotrascendencia, el marco conceptual del Ser para Saber Obrar se deslinda en el bien obrar a partir de la libre elección en la rectitud moral en cada área: frente a sí (ética) y para con los demás (valores morales), como veremos en el capítulo tercero. Y cuando un directivo integral se autorreconoce en la experiencia de vida en los aprendizajes (por medio de las habilidades y facultades), el individuo interior se reconoce inmanente (Kant); se sabe frente a su propia finalidad, inherente a la permanencia del yo interior, en el ser que reconoce y va despertando frente a sí y que, desde el pensamiento augustiniano, clama: “me he hecho cuestión a mí mismo”.