Las Farc-EP en la coyuntura estratégica de la paz negociada (2010-2017). Laura Esperanza Venegas Piracón

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Название Las Farc-EP en la coyuntura estratégica de la paz negociada (2010-2017)
Автор произведения Laura Esperanza Venegas Piracón
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789587945089



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procesos y técnicas diferenciadas para la rehabilitación de las capacidades lingüísticas humanas que constituyen en su totalidad la funcionalidad del lenguaje particular que es una lengua; esto es, expresión, comprensión, vocabulario, denominación, fluidez, discriminación, repetición, escritura, lectura, etc. En este contexto, el lenguaje (en cuanto función que en realidad hace referencia a la lengua) se concibe como una herramienta imprescindible para la vida social y, por ende, de su preservación y correcto funcionamiento dependen, a su vez, la producción y reproducción de la comunidad lingüística.

      Es justamente en esa asimilación entre lenguaje y socialización que aparecen las definiciones de este en el marco de los esquemas y modelos sobre la transmisión de mensajes —de forma más o menos explícita y efectiva— que identifican la noción de comunicación. No se alejan, por tanto, de la idea de lenguaje como función, más bien habría que considerar que la concretan cuando, por ejemplo, en el caso del modelo clásico de la comunicación de Jakobson, se conciben de forma desagregada seis elementos constitutivos a este proceso comunicativo mediado por el lenguaje que son, fundamentalmente: 1) el mensaje en sí mismo, 2) el canal a través del cual este se transmite, por 3) un emisor que intencionalmente se direcciona a este fin, dirigido, valga la redundancia, a 4) un receptor, con el que comparte 5) un contexto o realidad; restaría agregar el elemento propio del lenguaje que este emplea para referirse a sí mismo y que Jakobson, sumándose a la tradición lingüística, reconoce como 6) código. La razón por la cual el modelo de Jakobson articula lenguaje y comunicación, en los términos propuestos inicialmente, referidos a la funcionalidad del primero, es que, en efecto, al depositar la atención sobre uno de estos aparecen, consecuentemente, las funciones del lenguaje.

      Lo anterior no implica necesariamente que siempre en la comunicación exista una sola función presente, pese a que hay una predominante. De tal suerte, cuando se habla de una función centrada en el código estamos hablando de la función metalingüística; el proceso comunicativo se enfoca en el código mismo y emplea los elementos disponibles para referirse a este. Asimismo, cuando se centra la comunicación en el canal, hablamos de función fática y referimos al hecho de que el objetivo sea mantener vigente ese medio a través del cual se transmite el mensaje. En el caso de este último aparece la función poética, particularmente distintiva, cuando el objetivo de la comunicación radica no solo en la transmisión de un contenido, sino que se atiende a su forma y se estetiza así la experiencia verbal. La función referencial, primordial en las ciencias y demás discursos expositivos, busca efectuar comunicaciones que describan una realidad o contexto y, aunque emplee mecanismos diversos para hacerlo, no se pierde de vista que esta es la pauta rectora en el uso del lenguaje. Finalmente, la función conativa, que se centra en el receptor del mensaje, aparece cuando el emisor concentra sus estrategias en generar un efecto sobre quien recibe el mensaje; por su parte, la función expresiva es la que refiere a los mecanismos a través de los cuales el emisor busca enfatizar en su propio rol dentro de la comunicación y dentro de la realidad.

      Ahora bien, a partir de este modelo se puede dar paso a una consideración distintiva sobre lo que se entiende por lo lingüístico. El mismo Jakobson, en su interés por caracterizar el proceso de traducción, refiere tres posibilidades o tipos básicos de interpretación y comunicación de sentidos. El primero, la traducción intralingüística, que consistiría en una reformulación de enunciados en el interior de la misma lengua, empleando signos diferentes. El segundo, la traducción interlingüística, sería la famosa traducción propiamente dicha, en la que la transacción se sucede entre dos lenguas (dos sistemas) reconocidos lingüísticamente como diferentes. Finalmente, el tercero, la traducción intersemiótica, es aquella que se ocupa de traducir, transmutar e interpretar de los signos verbales de un texto a un sistema no verbal. De todo esto cabe resaltar la inexistente univocidad, por obvio que parezca, del nombre lenguaje y sus derivados adjetivales lingüístico, bien sea que se explique por una traducción conceptual o bien por la ausencia de neologismos que permitan distinguir entre lo relativo al lenguaje, de manera ampliada, y a la lingüística, en su acepción disciplinar. Es importante insistir en que la superposición de sentidos al hablar de lengua y lenguaje, de lingüístico y langagière (como recurso en francés para hacer referencia de manera diferenciada a lo linguistique, a lo relativo al lenguaje), da lugar a múltiples interpretaciones y usos de esos dos conceptos en las distintas áreas de las ciencias humanas.

      Desde la textolingüística se propone una definición de discurso muy próxima a la del texto mismo; este se asume como entidad cerrada, de dos niveles (el formal y el del significado), que no se restringe a la expresión escrita y no se agota en lo comprendido como producto. Extraído del Diccionario de lingüística en línea de la Universidad de Barcelona, este concepto remite a una,

      expresión formal de un acto comunicativo, que se presenta bajo manifestaciones diversas (discurso oral, escrito, por ejemplo). Desde el punto de vista formal, el discurso suele constar de una serie de oraciones, pero desde el punto de vista del significado tiene una naturaleza dinámica; por ello, no es posible describirlo en términos de reglas (como el caso de la oración), sino de regularidades. El discurso no es un producto, sino un proceso cuyo aspecto más destacado es su finalidad comunicativa. (2013)

      Si se tiene en cuenta que algunos autores asumen, particularmente desde la lingüística del texto y no desde el área del análisis del discurso, que discurso y texto son entidades equiparables, es preciso entonces insistir en las posibles diferencias que existen entre discurso y texto, incluso sin extrapolar los límites disciplinares. Teóricos como Beaugrande (2005) asumen que la diferencia entre uno y otro es que mientras el texto es un “evento comunicativo”, el discurso podría constituirse en un “multisistema de textos relacionados”. Esto indica que la relación entre discurso y texto es, en cierta medida, la relación entre parte y todo, al ser el discurso una sumatoria de textos y el texto un hecho comunicativo.

      Ahora bien, en una revisión conceptual posterior, este mismo autor reformula su consideración y se aproxima a la de otros lingüistas, como, por ejemplo, Castellà (1992), Charaudeau y Maingueneau (2002), Cortés Rodríguez y Camacho Adarve (2003), u Östman y Virtanen (2011), para quienes texto y discurso confluyen necesariamente en términos de reconocer que no es posible aproximarse al texto o estudiarlo de forma sistemática sin considerar contextos y condiciones de uso, en lo cual se acerca a ciertos fundamentos de estudios sobre el discurso.

      De lo anterior se desprende que la textualidad es el elemento que va a sintetizar la relación entre el evento comunicativo en general y el discurso como una concreción de este. Por tanto, al comprender discurso como evento comunicativo que implica una textualidad, este proceso debe contar con las características propias de lo que, por lo general, se reconoce como texto, es decir, contar con adecuación al contexto, cohesión, coherencia e intertextualidad si se le va a asumir de manera efectiva como “multisistema de textos relacionados” (Beaugrande 2004; Beaugrande y Dressler 1972).

      No obstante la utilidad de estas referencias, no basta con definir el discurso desde la textualidad de forma exclusiva; en ese sentido habría que ampliar la consideración a lo que Halliday entiende como un ejercicio socio-semiótico:

      Un evento sociológico, un encuentro semiótico a través del cual los significados que constituyen el sistema social se intercambian. El agente individual es, en virtud de su pertenencia al grupo, un “creador de significado” (a meaner), alguien que significa (one who means). A través de sus actos de significado, y de los de otros individuos, la realidad social es creada, mantenida en buen orden, y continuamente configurada y modificada. (Halliday, 2002, p. 50)

      Esta novedad conceptual que relaciona el discurso con su realidad desde el punto de vista sociológico permite entender que, posteriormente, el mismo autor haya elaborado un esquema útil al análisis en el que la estructura semiótica de la situación (campo, tenor, modo) se asocia con el componente funcional de la semántica (función experiencial o ideacional, función interpersonal, función textual).

      Si se empieza a contemplar un desplazamiento disciplinar para la definición de la noción discurso, una entrada inicial es la que plantean