Название | Las Farc-EP en la coyuntura estratégica de la paz negociada (2010-2017) |
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Автор произведения | Laura Esperanza Venegas Piracón |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789587945089 |
Por su parte, uno de los autores considerados fundadores de la teoría del análisis del discurso, Teun van Dijk, luego de pasar por múltiples elaboraciones conceptuales, comprende el objeto de estudio como la “unión de la psiquis personal con la sociología y el lenguaje para transmitir ideas y valores en fin de un objetivo común” (Van Dijk, 1978). Habría que cuestionar en esta definición, a su vez, qué se entiende por lenguaje y cómo se debe tomar el adjetivo común en el sintagma objetivo común.
DISCURSO POLÍTICO Y LENGUAJE POLÍTICO
Existen dos partes en la definición de discurso. Una es la que tiene que ver con el suceso de comunicación y la otra con la interacción verbal. Los discursos son públicos, dadas sus funciones sociales y políticas, y tienen relación con la ideología, pues una función específica es delimitar y fijar el significado de los conceptos con múltiples significados disponibles:
El discurso, así visto, es el vehículo de la ideología que emerge como la acción mediante la cual se hace posible la competencia por el poder, se plantean críticas y se generan expectativas. Es a partir de este discurso que “se exhiben en el escenario político las representaciones más significativas para cada actor” (Montesinos 2003: 172). (Guerrero y Vega, 2015)
Eagleton, citado en Guerrero y Vega (2015, p. 108), también señala que es en el discurso que la ideología se manifiesta como un campo en el que “poderes sociales que se promueven a sí mismos entran en conflicto o chocan por cuestiones centrales para la reproducción del conjunto del poder social” (Eagleton, 1997, p. 53). Asimismo, “el discurso político posibilita, justifica y transforma la acción política (Lamizet, 2002, p. 121, citado en Guerrero y Vega, 2015, p. 109), en busca no solo de representar una realidad social determinada, sino apuntando a convencer, persuadir y resignificar. Es decir, he aquí una función práctica del discurso orientada a la acción en el contexto de las relaciones de poder. Los discursos se encuentran articulados por conceptos políticos y la lucha por el significado de los conceptos, su fijación y asociación con otros conceptos en contextos específicos son parte de la ideología.
Ahora bien, el discurso ha de estar acompañado también de elementos persuasivos, que lo conecten con la realidad y con las percepciones de otros actores, que lo doten de poder para sostenerse frente a discursos alternativos (Cejudo 2008) [...] Los discursos de política, por ejemplo, buscan condicionar lo pensable, lo decible y lo posible de hacer, a través de un proceso de ideologización, es decir, mediante una operación de reductibilidad de la complejidad y polisemia de conceptos políticos, fijando significados. (Guerrero y Vega, 2015, pp. 113-118)
El análisis de discurso político, entonces, articula teoría y metodología, permite vincular ideología y praxis política, y dota así de sentido práctico a las ideas predominantes o invisibilizadas en la sociedad.
Por ello, el analista del discurso busca dar cuenta de las formas en que las estructuras de significación determinan “ciertas formas de conducta. Al hacer esto, pretende comprender cómo se generan los discursos que estructuran las actividades de los agentes sociales, cómo funcionan y cómo se cambian (Howarth, 1997, p. 125)”. (Correa Medina y Dimaté Rodriguez, 2011)
El lenguaje, en cuanto parte fundamental e integradora de la configuración y expresión de la experiencia en la vida social y de sus condiciones materiales, toma la forma específica de lenguaje político al ser público, consciente y voluntario; además, como tal reúne escalas de valores sobre lo que es bueno y deseable en este nicho. Con esto claro, lo bueno y lo malo se tornan discursos sobre cómo se debe orientar la sociedad. Estos discursos, sobre todo políticos, orientan nuestras acciones en la vida práctica y, más allá de esto, nuestros fines en cualquier acción social. Es decir, el discurso, más que una reunión en la que una persona habla y otras escuchan, es en sí las aspiraciones a organizar la vida, los sentidos y la lectura del mundo.
Es en este punto que lo ideológico como discurso tiene cabida en la lectura de una realidad material, con respecto, efectivamente, a las vivencias como sujetos, clases, sectores o grupos. Si bien el lenguaje político es contextual, logra serlo por la unanimidad o consenso en cómo se entienden o perciben los diferentes actores sociales y en el que entra la ideología. Esta unanimidad es posible por aparatos de socialización que reproducen estos sentidos y, en últimas, son instrumentos para mantener unos significados y con ellos un orden social. Sin embargo, al no tener presente todos los intereses de la sociedad permite y requiere que surjan otros discursos que puedan responder a lo que el discurso y la administración dominante no atañe. Es decir, a partir de un discurso que es en sí mismo hegemónico y propende a un orden instaurador, aparece el discurso de quienes están inconformes y genera un conflicto, mientras que el discurso dominante no permitirá ser alterado. Es en este proceso en el que lo subalterno procura tener un lugar en el orden social, genera nuevos discursos a partir de los códigos de lenguaje propiamente construidos y aceptados en el nicho con el que comparte vivencias y visiones, de modo que logra legitimidad y recepción por parte de los demás.
Sin embargo, la resistencia local y subalterna es fácilmente silenciada, puesto que su rigor se encuentra únicamente en ámbitos locales, mientras que el discurso hegemónico tiene gran parte de los medios de reproducción y, por tanto, la legitimidad que posee es mayor. Esto implica que los discursos subalternos se pueden tomar como “malos” de acuerdo con la moral y los intereses que establezca la hegemonía de turno. Consideramos que una verdadera alteración a un orden político y económico que no integra o siquiera le interesa todas las partes de la sociedad, que calla las ideas que ya son partido político, las censura y lleva en sí todas las maneras de violencia política es la resistencia civil. Esto implica entender, significar y, si es necesario, transformar desde nuestro papel en la condición de clase social y en la división del trabajo social, a fin de que así el discurso político se convierta no solo en un mecanismo de comunicación que propende a un orden fijado, sino al acatamiento de todas las voces que hacen parte de una sociedad. Solo de esta forma se puede esperar que el discurso se desprenda de manera orgánica del lenguaje político propio. Entretanto, el discurso hegemónicamente imperante continuará con el poder tanto de la vida en todos sus niveles como de aquellos otros discursos y lenguajes que aparecen con la idea de cambiar las configuraciones que opacan el amplio significado de las palabras y su incidencia en las acciones.
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