Historias Hilvanadas. Silvana Petrinovic

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Название Historias Hilvanadas
Автор произведения Silvana Petrinovic
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789878713687



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porque la naturaleza me ha dotado de movimientos silenciosos y ella no escucha cuando me traslado de un rincón a otro.

      Puedo distinguir, con esfuerzo, el inicio de las oraciones que escribe, no así los finales que, generalmente, intuyo.

      Habrán notado que tengo algunos problemas con la visión; nadie es perfecto y he pasado casi toda mi vida rezongando por mi disminución visual, pero hoy me doy cuenta de que no ha sido tan terrible ver un poco menos que otros.

      Se recuesta sobre el respaldo de cuero oscuro, piensa, se mira las manos, cruza los dedos y resuelve si va a limar el índice o el mayor con la pequeña lima de vidrio que le trajeron de Viena.

      ¡Este es el momento justo para leer lo que escribe!

      Para que se entienda mi relato, quiero contarles que lo que escribe mi observada señora, es una historia de amor que –como toda historia romántica– está llena de encuentros, desencuentros y dos quejosos que no paran de discutir.

      Resumo lo que ha pasado hasta ahora:

       La pareja lucha por emerger de costumbres familiares que arrastran en la biografía natural desde hace siglos. Pertenecen a distintos clanes o etnias. El amor los une desde que se conocieron. El modernismo, y lo atrevido de la personalidad de la mujer, los hace huir del pueblo en donde viven sus familias y amigos para poder estar juntos. En algún lugar distante, apartados lo más que puedan de tantas viejas tradiciones.

      Les digo que hace tiempo que escribe sobre esta trama, que gira entre amores, peleas, enfermedad y reencuentro. Esta noche algo diferente brota de su creación y por ninguna razón voy a perderme un capítulo de la historia.

       Los amantes están juntos en un entorno de montañas; él ha decidido rebelarse, por fin, a los mandatos familiares y ella se entrega al amor sin condiciones…

      Veo algunos párrafos borrosos, pero la historia me cautiva de tal manera que adivino las palabras que no alcanzo a leer. La pequeña luz no parpadea, podré seguir el golpeteo del teclado hasta el fin de este capítulo.

      ¡Estoy feliz!

       Es de día en la narración. Tiempos de lluvia, la protagonista grita…

       El eco de sus lamentos choca con las paredes del cuarto de hospital, está rodeada de médicos y asistentes; él se ha desmayado, pero nadie puede atenderlo porque la mujer se retuerce en la cama. Ella es la prioridad de los que la asisten, médicos y enfermeras con barbijos y guantes.

      ¡Ah, mis ojos…! ¡Qué difícil me resulta enfocar! Me acerco un poco más, tanta incertidumbre provoca en mí un nerviosismo incontenible. Ahora sí, solo me queda orientar la visión y esperar a que se disipe la niebla de mi vista para poder continuar la lectura.

      Los médicos gritan: «Ya viene, tengo su cabecita entre mis manos». La mujer, en la camilla de parto, jadea su último esfuerzo perfeccionado por el nacimiento de una hermosa niña de cabellos pegados a su cráneo. La pequeñita grita y se contorsiona sin poder adaptarse al nuevo ambiente sin líquido amniótico ni cordón que resuelva sus apetencias…

      ¡Otra vez la lámpara parpadea! No lo puedo creer. ¿Cuándo piensa cambiar la lamparita del maldito cacharro luminoso?

      ¡No es la lámpara esta vez!

      ¡Es mi tela que cede, me acerqué demasiado sin calcular el peso que he ganado en estos tiempos! ¡Se está deshilachando la trama del tejido, el hilo que sujeta mi cuerpo se deshace!

      ¡Caigo a la velocidad del rayo!

      ¡Ella grita!

      ¡El sillón de cuero gira sobre sí mismo!

      La luz se apaga para siempre cuando un objeto desconocido y pesado cae sobre mí y termina con la vida de araña que me tocó en suerte…

      ¡Qué pena… ser una araña y morir el mismo día de abril en que nació la beba de la historia!

       ¿Volverá?

      La foto nos muestra a los dos: rubios, pequeños y tristes. Intento apoyar el codo sobre el pasto y descansar; posición que no me deja ver el cielo, aunque me da comodidad para observar el horizonte. Mi hermano, siempre pegado a mi cuerpo, insiste en meterse debajo de mi panza, pero he desarrollado una nueva teoría que se llama “crear un muro”; no me sale tan mal. Por suerte la fotografía es en blanco y negro, no se distingue con claridad que el color original de nuestros ojos es muy claro, demasiado claro para mi gusto.

      ¿Cómo no lo entendí antes?

      Los mayores prometen un par de cosas y, como somos niños, debemos creerles y no quejarnos porque somos niños.

      ¿Creer…?

      Si me esfuerzo un poco más, tal vez llegue a distinguir algo en esa inmensidad que es el mar, pero… ¿si con tanto esfuerzo mis brazos se duermen, si mi panza ya no quiere quedarse tranquila y aparece el dolor del hambre?

      No importa, voy a resistir; tengo que hacerlo y dejar de quejarme.

      Qué suerte que está mi hermanito cerca. Espero que se quede en su lugar, no podría soportar el roce de su piel; es tan pequeño, no entiendo por qué insiste en hacer lo mismo que yo. A veces no sé si piensa o usa mis ideas para hacerlas propias.

      Creo que voy a suspender el proyecto muro en unos minutos más.

      No voy a girar mi cabeza, no voy a mirarlo; no obstante, apuesto a que está en la misma posición que yo. Somos parecidos, pero no iguales, él es tierno y yo siempre estoy enojada.

      ¿Qué me importa?

      Papá dijo que volvería. Los grandes no cumplen su palabra, el tiempo pasa, los inviernos se van y dan paso a este sol que quema. No hago otra cosa más que buscar en el horizonte y él no regresa a casa.

      Tal vez se olvidó de nosotros, tal vez no se acuerda de mí o quizás olvidó mi nombre, ¿sabrá que lo espero? ¿Sabrá que no podemos hacer lo que hacen los demás niños porque él no está?

      ¿Cuándo aprenderemos a nadar? Sin padre no podemos entrar al mar.

      ¿Y si no viene? ¿qué vamos a hacer?

      ¿Este niño seguirá copiando todo lo que yo hago o alguna vez tendrá una idea propia?

      El proyecto muro será demolido si papá no regresa, alguien tiene que cuidar de mi hermanito. Tal vez sea tiempo de eliminar también mis quejas y dejar de mirar el horizonte…

      ¿Volverá?

A2

       Ese raro color de cabello

      El viaje en tren fue más corto de lo que Rufo había imaginado. Para él todos los sitios eran iguales, los paisajes no lo conmovían y los viajes no le gustaban.

      Rufo había perdido a su madre hacía un tiempo ya. Nadie le contó cómo fue que murió, sabía que algo tremendo le había pasado cuando viajaba en auto con su papá, rumbo a San Luis. Desde entonces a Rufo no le gustaba viajar. Su padre lo trataba de quejoso, motivo que lo hacía reprimir toda conversación posible con el único familiar que le quedaba al niño, que era su padre. Cuando subieron al tren supo, con solo ver la actitud del hombre, que no habría conversación posible, ni roce de cuerpos, ni caricias, ni nada.

      Al llegar a destino, un alivio inesperado se apoderó de él y amortiguó la tristeza que le provocaba la distancia que imponía su padre. Rufo pensaba que había una razón secreta que hacía que el hombre no se le acercara. Estaba convencido de que era ese color de cabello rojo y estridente. Además, su nombre significaba pelirrojo o rojizo, según recordaba que le había contado la mamá en alguna de aquellas charlas de cocina y guisos, tan lejanas ahora.

      Cuando el tren se detuvo sintió un pellizco en el brazo y la voz del padre, que