En busca de éxtasis. Vanderlei Dorneles

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Название En busca de éxtasis
Автор произведения Vanderlei Dorneles
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877984040



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verdades contextuales” (1996, p. 294).

      Rouanet encuentra el motivo de tal relativización en la exaltación del inconsciente como fuente de “verdades”; lo cual, para él, es una interpretación irracional del psicoanálisis. “Se exalta al inconsciente como portador de verdades más altas que las accesibles al yo consciente (ibíd.). El “descubrimiento” del inconsciente en la vida psíquica representa, sin duda, un giro radical en la historia de la razón que convierte a sus postulados en infinitamente frágiles, sujetos en todo momento a ser tragados por los “descubrimientos” (o “revelaciones”) del inconsciente.

      De este modo, el posmodernismo desacredita la existencia del conocimiento trascendente y favorece la exaltación del inconsciente y de la experiencia individual como fuente válida de conocimiento, a través de su sondeo por meditación, hipnosis, sueños, visiones e intuición –lo cual favorece el misticismo y la religiosidad natural–, ajena al concepto de verdad; disuelve los límites entre lo moral e inmoral, lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal. En el nihilismo resultante, nada es mejor que nada.

      El resultado de esta visión del mundo es una búsqueda intensa, a veces inconsciente, de seguridad y certeza. El ser humano volvió a sentirse tan frágil y desprotegido sobre la Tierra como se sentía el hombre primitivo amenazado por el viento, las tempestades y las fieras del campo. Esa inseguridad y ese sentimiento de orfandad se desvanecen en la búsqueda generalizada de la trascendencia, que se expresa en la difusión de las sectas orientales, en el misticismo cristiano y en el éxtasis de las drogas.

      Autonomía y diversidad

      Una segunda característica del posmodernismo es la autonomía alcanzada por el individuo en relación con la creencia y el comportamiento moral. Esa autonomía implica evidentes pérdidas en el campo religioso. Heidegger propone la apertura a la diversidad: “El pensamiento de Platón no es más perfecto que el de Parménides. La filosofía hegeliana no es más perfecta que la de Kant. Cada época de la filosofía tuvo su propia necesidad” (1991, p. 72).

      Para los posmodernos, el derecho innegociable de elegir a quién votar, qué vestir o qué comer debe también prevalecer cuando se trata de lo que es correcto y de la verdad. Las encuestas de opinión y de marketing, así como Internet, fortalecen esa autonomía individual. El filósofo Edgar Morin considera que no es más posible hablar de “cultura de masa”, ya que la interactividad abrió el espacio para que el receptor se convierta en evaluador y emisor de mensaje (1997, 1, pp. 23-45).

      En la primacía del individuo, el mundo, incluyendo la religión, necesita amoldarse al gusto y necesidad del consumidor, considerando la medida de todas las cosas. En el campo religioso, la independencia también impera. Al explicar por qué las personas son indiferentes a las normas de las iglesias a las que profesan pertenecer, el sociólogo Flávio Pierucci dice: “La tendencia que parece generalizarse, especialmente entre la clase media, es la de una religión de ‘hágalo usted mismo’, en la que cada uno es el dueño absoluto de su propia religión” (Moi, 1998, 3, p. 4).

      La libertad de elección del individuo requiere que todo tipo de corriente de pensamiento, modelos culturales y de creencias estén disponibles. Así, el posmodernismo fomenta la diversidad en todos los aspectos de la vida.

      Los posmodernos proponen una “guerra a la totalidad” y un rechazo a toda especie de “universalismo”. Esa mentalidad, sin embargo, borra y niega a otras culturas a través de la falsa promesa de incorporación a una humanidad universal (Connor, 1996, p. 37).

      En ningún otro campo el impacto de la diversidad es tan evidente como en relación con lo sagrado, donde se verifica una especie de privatización y descentralización religiosa, con predominio del relativismo y el consecuente surgimiento vertiginoso de las nuevas iglesias y sectas. En 1999, el periódico Folha de S. Paulo abordó en el suplemento “Mais!” la “privatización religiosa” con el título “Busca pela fé” (26/12/1999), usando titulares como: “Hijo de Oxalá, católico, y con fe en la reencarnación”; “El fin de la unión Estado-Iglesia amplió la oferta de religiones”; y “La religión no es más una herencia, sino una opción”.

      La diversidad no tiene frontera. El fallecido papa Juan Pablo II, basado en la Pontificia Academia de las Ciencias del Vaticano, declaró que “la Teoría de la Evolución es más que una hipótesis” (Godoy, 1997, p. 31). Sobre la declaración papal, el sacerdote Paul Schweitzer, de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, afirmó que “el Génesis fue escrito como un mito de la creación basado en la idea que el pueblo de aquella época tenía de Dios”. Refiriéndose a la diversidad posmoderna, Rouanet dice:

      El mundo religioso pasa a dominar el mundo de la razón profana. Esto es lo que está sucediendo cada vez más, en todas partes. Las religiones oficiales están perdiendo su influencia, pero las variantes fundamentalistas de estas religiones están creciendo. Este es el caso del fundamentalismo islámico, por supuesto, pero también del fundamentalismo protestante, en las sectas pentecostales, e incluso del fundamentalismo católico, en la llamada iglesia carismática. El poder de las sectas mesiánicas, que promueven los suicidios colectivos, está aumentando.

      La razón posmoderna se rinde ante la presencia predominante de la religiosidad en sus diversos matices. La ausencia de certezas y la diversidad de conceptos y movimientos debilitan la noción de moralidad objetiva, y la cultura se vuelve un condicionante de la noción de verdad y moralidad. Rouanet prosigue, afirmando que, en el mundo de la diversidad:

      No hay conocimiento objetivo, no hay normatividad universal: todas las verdades, cognitivas o morales, están condicionadas por la cultura. No existe el hombre en abstracto, solo existen hombres, en plural, siempre situados en sus respectivas culturas, que les prescriben el horizonte de lo que puede ser vivido y pensado. Como las culturas son inconmensurables entre sí, lo que es verdadero en una no lo es en otra, y las normas y los valores de una son diferentes de las normas y valores de la otra. No somos nosotros los que pensamos, es la cultura que piensa en nosotros. Existe una verdad yanomami como existe una verdad africana, y no hay ningún puente visible entre las dos. Esa posición, que tenía su origen en el relativismo metodológico de los antropólogos, donde obtenía su legitimidad, salió del campus y se transformó en sentido común. [...] No hay verdades transversales, todas son contextuales, significativas solo cuando son inscritas y leídas dentro de los respectivos universos culturales (1996, p. 293).

      El relativismo y la multiplicidad de elecciones parecen hacer libre al individuo; sin embargo, no lo hacen más feliz. De acuerdo con Lyon, “valores y creencias pierden cualquier sentido de coherencia, sin mencionar el sentido de continuidad, en el mundo de la elección del consumidor”; e incluso, “en el ámbito de la elección, la incertidumbre, la duda, la vacilación y la ansiedad son vértigos generalizados” (1998, p. 994).

      La emancipación y la independencia se han convertido en valores generalizados y deseados, y la gente se engaña a sí misma ante la posibilidad y la multiplicidad de opciones de productos, conceptos y valores, como si fueran iguales al estado de libertad real. Sin embargo, la ausencia de valores universales sólidos y fiables es una de las causas del vértigo que conduce a las drogas y profundiza la depresión.

      Rechazo a la tradición

      Tanto la Era Moderna como la posmoderna surgieron con una vocación de independencia. Los ilustrados querían liberarse de la supremacía y la dominación eclesiástica, de los dogmas revelados, de los conocimientos del pasado y de la tradición mítica. El posmodernismo proclama la libertad de todos los dogmas. En los últimos siglos, ha habido un creciente rechazo del pasado. La tradición –como el proceso por el cual las normas, los conceptos religiosos y los valores morales se transmiten de una generación a otra– se ha convertido en el objetivo por excelencia del rechazo moderno y posmoderno. Por lo tanto, una profunda deconstrucción de toda la tradición es otra característica del espíritu posmoderno.

      En el campo del pensamiento, el repudio a la tradición comenzó con Marx, Kierkegaard y Nietzsche, quienes, influenciados por Hegel, desafiaron los supuestos de la religión tradicional, basada en la revelación (ver Arendt, 1992, p. 53). La modernidad sustituyó