Название | En busca de éxtasis |
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Автор произведения | Vanderlei Dorneles |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877984040 |
Mircea Eliade dice que hay, en las manifestaciones a favor del nudismo o en los movimientos a favor de la libertad sexual absoluta, ciertas ideologías en las que es posible descifrar las huellas de la nostalgia por el tipo de vida que se disfrutaba en el mundo antiguo e inocente, libre de rigidez y normas, “cuando no existía el desnudo y no había ruptura entre las beatitudes de la carne y la conciencia” (s.f., p. 160).
La relación de esas sensaciones primitivas con el inconsciente fue propuesta primeramente por Carl G Jung. Torgovnick dice que el viaje de Jung a través de África, después de su ruptura con Sigmund Freud, le permitió relacionar las sensaciones primitivas con el inconsciente, de modo de entender su propia experiencia psíquica. Jung vio en los impulsos inconscientes reprimidos la fuente de las pasiones primitivas. “El pensamiento de Jung sobre el inconsciente se fundamentaba en la experiencia personal. Desde la infancia iba a vivenciar estados mentales en los cuales se identificaba profundamente con animales o piedras” (1999, p. 39).
La comprensión del contenido primitivo del inconsciente se hizo posible a través de innumerables sueños registrados por Jung, principalmente en sus memorias. En uno de sus sueños, él exploraba una casa antigua, con sala de estar y un sótano en el piso inferior que tenía acceso a una cueva. La interpretación fue rápida: para él la casa representaba la psique, dividida en consciente (sala de estar) e inconsciente (sótano y cueva). Descendiendo por la cueva, él describe: “Cuanto más descendía en profundidad, más extrañas y oscuras se volvían las cosas”; y “en la gruta descubrí restos de una civilización primitiva, esto es, un mundo de hombre primitivo dentro de mí mismo; ese mundo no podía ser alcanzado o iluminado por la consciencia” (Jung, 1975, p. 144).
Freud y Jung tenían sus diferencias en relación con el inconsciente, pero ambos entendieron a ese dominio como una especie de memoria colectiva que alcanza el estado primitivo. Para Jung, ese primitivismo podía ser encontrado en su forma más original en África, idealizada por él como una especie de “sitio del inconsciente” (Torgovnick, 1999, p. 46). El psicoanalista creía que África era el continente que mejor había preservado activo el contenido de la psique al no haber sido influenciada por la cultura racional materialista europea y americana. Por eso Jung lograba sintonizar su propio inconsciente con más facilidad cuando viajaba a África.
Esas características primitivas preservadas en el inconsciente humano están bien presentes en los rituales nativos, en los que se experimentan colectivamente. Torgovnick ve en la naturaleza y en los ritos tribales una fuerza especial capaz de cruzar los límites de la personalidad, llevando a una tribu a experimentar una sensación de unidad en el éxtasis, capaz de dar flujo al inconsciente. Según ella, “los indios experimentan las cosas colectivamente, no como seres individuales autónomos”, sino como colectividad. Y cuando tocan tambores y cantan, o cuando danzan, su experiencia es genérica, no individual. “Es una experiencia del torrente sanguíneo humano, no de la mente ni del espíritu” (1999, p. 60). Una característica clara de esa experiencia mística primitiva es que ocurre destituida de intelectualización. Cuando los indios batucan, sus cuerpos dejan de funcionar como unidades autónomas”, y “la ausencia de representación, de espectadores y de juicio, en la vida y en los rituales indígenas, era básica para la diferencia entre indios y blancos” (ibíd., p. 83).
Al entender de Torgovnick, las religiones cristianas occidentales ofrecen oportunidad para el cultivo de lo primitivo solo en la medida en que “permiten el acceso a experiencias de éxtasis como la sagrada comunión, el hablar en lenguas desconocidas y la sanación por la fe” (ibíd., p. 258).
Esa presencia de lo primitivo en la espiritualidad posmoderna es constatada también por Alberto Antoniazzi. En el mundo posmoderno, según él, “estamos ante una búsqueda y redescubrimiento de aquellas que, históricamente, parecen haber sido las formas primitivas de la religión”. Esa espiritualidad con características primitivas, en Brasil, ya no es más exclusiva de los descendientes de africanos e indios. “Los hijos y nietos de inmigrantes recientes: italianos, españoles, sirio-libaneses, etc. buscan en el candomblé una religión que los haga más brasileños, más arraigados a la cultura nacional” (1998, p. 12).
El retorno a lo primitivo señala la emergencia de lo pagano en un mundo hasta entonces hegemónicamente cristiano. João Batista Libânio explica que “el proceso de cristianización de Occidente nunca fue perfecto” y que “siempre permaneció un magma pagano, cubierto por las capas geológicas cristianas. Al desgastarse estas capas, irrumpe aquel magma, tomando el nombre de Nueva Era” (1998, p. 72). Libânio ve un efecto contradictorio en la crisis actual: “Por un lado, crece la ola pagana reprimida durante siglos, y, por otro, hay un relanzamiento de la fe cristiana, del evangelio, no necesariamente del cristianismo” (ibíd., pp. 72, 73).
El cristianismo no se estableció culturalmente de forma plena en Occidente y tampoco fue eliminado por el racionalismo moderno. Por eso, la fe emergente mezcla paganismo y cristianismo en una religión sincrética, que rescata valores religiosos de toda la historia. “Está abierto el espacio para la aparición de brotes religiosos, con toda su gama positiva y negativa de elementos. Resurge el ‘hombre natural pagano’, del cual la Nueva Era es una expresión”, evalúa Libânio (ibíd., p. 74).
Por lo tanto, en el tercer milenio, el desafío más grande para los cristianos bíblicos tal vez no sea el ateísmo secular, sino una religiosidad cultural, latente, que se manifiesta de forma vaga e inquieta, con actitudes primitivas, e independiente de la tradición, de las instituciones y de los dogmas.
El teólogo José Comblin analiza la dialéctica de lo judío y de lo pagano para clarificar el surgimiento de lo primitivo y la vulnerabilidad del cristianismo a la espiritualidad posmoderna. Para él, el polo judío simboliza la ley, la norma, el control, la rigidez institucional y estructural, que busca crear estructuras y situaciones que impidan el pecado. Está identificado con la observancia rigurosa de la ley y de la disciplina. A su vez, el polo pagano tiene que ver con la permisividad, el relajamiento, la libertad hasta el punto del libertinaje, los dioses como expresiones de deseos, sueños y pasiones humanas. “El cristiano tiene en sí un pagano y un judío” (1987, II:4:81).
El apóstol Pablo indicó que esa tensión debería ser superada por la libertad cristiana. La receta de Pablo a los corintios preveía libertad de la servidumbre y para el amor. A lo largo de la historia, de acuerdo con Libânio, la tensión entre los dos polos siempre surgió con la irrupción más fuerte de uno de ellos, y nunca se alcanzó el equilibrio. En la Edad Media, “la iglesia oficial occidental reprimió el lado pagano y estimuló el lado judío. Reprimió la libertad, no solo en sus formas libertinas sino también en sus auténticas manifestaciones, por miedo a la perversión” (1998, p. 76). En la Era Moderna, el racionalismo fomentó la ética y la mesura como comportamiento propio del ser humano civilizado. Ahora, en la posmodernidad, cuando la autoridad y la tradición fueron minadas por la autonomía del individuo, “estamos ante una reacción del polo pagano”. Lo sagrado posmoderno tiene cortes neopaganos y se infiltra en las iglesias por medio de las liturgias de renovación, formadas en la cultura primitiva. Libânio concluye que la fuerza del neopaganismo se debe al hecho de que la iglesia occidental haya acumulado, a lo largo de los siglos, un “enorme déficit carismático, pentecostal” (ibíd.).
Bingemer afirma que el surgimiento de ese polo primitivo de la espiritualidad humana se manifiesta hoy en todo el Occidente, el cual se consideraba libre del “opio” de la religión, “explotando con intensa fuerza la seducción de lo sagrado y de lo divino, no reprimido e incontrolable” (1998, p. 79).
En este escenario de redescubrimiento, uno de los comportamientos primitivos más difundidos en la posmodernidad es el de las experiencias espirituales de trance y éxtasis, asociados a la adoración religiosa.
Espiritualidad posmoderna
El redescubrimiento de la cultura primitiva y la apertura a los contenidos del inconsciente individual y colectivo, favorecen las experiencias de trascendencia y espiritualidad, ya sea por el uso de drogas o por ceremonias religiosas. La espiritualidad mística