Destino. Virginia Salazar Wright

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Название Destino
Автор произведения Virginia Salazar Wright
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418411717



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remoto cálculo de gozar de alguna prebenda, pero si ellos tenían estrategas, ella, Giacoma, sería su propia estratega y provocaría un escándalo mayor que dejara al descubierto las mañas inconfesables del primer ministro y el silencio alcahuete de sus coidearios.

      Pocos meses después, recibieron en el comité la invitación para representarse en la reunión de la Internacional Socialista, sección de trabadores. La invitación parecía dirigida personalmente a Giacoma y, aun cuando muchos colegas, entre risitas, dijeron estar dispuesto a «sacrificarse» por el movimiento y viajar a Buenos Aires, no había forma de desplazar a Giacoma, que también dijo estar dispuesta «a todo» por la revolución y por el pueblo.

      Su declaración ante el comité llevaba una incuestionable realidad, Giacoma, en efecto, estaba dispuesta a todo por la revolución y por el pueblo, y por eso trazó un maquiavélico plan para provocar el mayor escándalo que ocurriría desde comienzos del «Siglo de las Luces».

      Llegó, en consecuencia, a Buenos Aires con las más peligrosas intenciones, pero nunca imaginó las consecuencias. Sabía que su escándalo la arrastraría y que los colegas señalados por la corrupción sexual y la alcahuetería la atacarían de vuelta, pero nada importaba ni lastimaba su obligación moral profunda de develar al mundo al degenerado primer ministro y a su círculo de cómplices, unos que imaginaba partícipes de las bacanales y, otros, tontos silenciosos.

      El día de la inauguración se limitó a hacer contactos. En la consabida recepción de bienvenida conoció a la tristemente célebre Giovanna, que había sido invitada porque siempre estuvo cerca del socialismo, sea del marxista o del fascismo del «il Duce», pero al fin y al cabo era una persona que atraía a la prensa.

      Conversaron las dos dirigentes y pronto se dieron cuenta que sus historias tenían mucho en común. Les unía el desencanto, a Giovanna por el renacido anti-semitismo de su antiguo amante y su convicción de la necesidad de retornar al socialismo auténtico y, por parte de Giacoma, por la última revelación de sus colegas en el comité y su decisión de dejar pasar al depredador sexual por pura y simple conveniencia. Giacoma también creía que era necesario encontrar el socialismo auténtico.

      Giovanna era muy ducha con las palabras y manejaba conceptos con fluidez extraordinaria. El socialismo, según ella, debía tener un sello propio, no había una noción buena del movimiento que pudiera aplicarse sin diferenciaciones a todos los países. Un nuevo socialismo debe aplicarse en un nuevo país, lejos de la tradición corrupta de siglos de historia de fracasos. Para Giovanna el nuevo socialismo era nacional, de Argentina, y desde ese país se contagiaría al subcontinente y en pocos años a toda América, solo entonces será América el nuevo mundo donde se hacen realidad todos los sueños y las más caras aspiraciones.

      Giacoma no se convenció mucho de la prédica de su nueva amiga, pero dejó aquella opción para una consideración ulterior, la misma que vino con mayor rapidez de la imaginada, puesto que la denuncia sobre el degenerado primer ministro, corruptor y chulo de menores, y la horrenda e incalificable alcahuetería de los movimientos se convirtió en una verdadera catarata de denuestos contra Giacoma, tildada como una fanática enloquecida por su carácter hostil y por su supuesta incorruptibilidad, que solamente escondía un propósito patológico de convertirse en la mujer más odiada, pero al mismo tiempo temida por todos.

      El primer ministro dejó por dos semanas sus bacanales y puso en marcha un proceso para quitar la nacionalidad a la demente exrepresentante del glorioso proletariado italiano, que había sido rechazada por obreros y empresarios en una reunión histórica, cuando se hizo realidad aquello de «nada sin el Estado, todo con el Estado», puesto que el primer ministro, dañado y degenerado, era como los reyes del absolutismo, el propio Estado.

      Giacoma, con la ayuda de su nueva amiga, consiguió asilo temporal en Argentina con muchas condiciones, especialmente relativas al prudente silencio que debía guardar para no perjudicar la relación binacional, pero con la promesa de Giovanna de que el nuevo gobierno, que estaba listo para tomar el poder le daría la nacionalidad que había perdido y un sindicato nuevo para que ella sola lo dirigiera.

      Las dos mujeres, tristemente célebres, se hicieron muy amigas y como Giacoma era del mismo pueblo que Tony muy pronto conversaron los dos, sin saber que eran hermanos, de su patria chica, de la fértil Liguria, de Elsa y de Antonino.

      Tony descubrió que un algo especial le acercaba a Giacoma, no era solo por ser del mismo pueblo. Los dos mutuamente conocían a los mismos personajes de sus sagas individuales. Giacoma conoció a Antonino y Tony a Elsa. Giacoma decía que en algunas ocasiones recibía regalos de Antonino: vestidos, cuadernos, un poco de dinero que le hacía llegar con su madre, que no daba explicación sobre esta extraña generosidad del sujeto más egoísta de la región y del mundo.

      Tony sabía que Elsa era una buena mujer, siempre callada y dedicada a sus oficios para obtener unas pocas liras, pero sí había sufrido en carne propia la terrible despreocupación del conquistador infatigable de mujeres, dueño original de los genes heredados por su hijo Nicola.

      Capítulo IV

      UNA NUEVA EMIGRACIÓN, HACIA SANTA CRUZ DE LA SIERRA

      La vida para la familia marchaba plácidamente, Argentina pasaba por una época de oro, tenía muchos recursos, el pueblo estaba bien alimentado y tranquilo, las diferencias económicas no causaban resentimientos de los menos pudientes y el atractivo mundial del país crecía. Muchos más emigrantes querían llegar al sur del continente que al norte de América. Corrían los rumores de que el oro físico del país rebozaba las bodegas, por lo que tenía que apilarse en los pasillos, pero al igual que la sabiduría popular anota que no hay mal que dure cien años, con la bonanza se demostró, en Argentina, que tampoco podía durar para siempre, y el líder carismático del neo-fascismo irrumpió en la confortable vida de propios y extraños, de ricos y pobres.

      Giovanna había logrado un buen sitial con el nuevo régimen reformista, ella también había reformado su fascismo, provocado por amor y volvió a un socialismo sui generis con el vendaval del nuevo general y su hermosa y popular esposa. Cumplía con su sueño modificado y arrastró, con ella, a Giacoma, decepcionada otra vez con la vida y con la aspiración de depositar toda su gigantesca energía para ayudar a construir una nueva sociedad, tan artificial como sus antiguas proclamas.

      Las dádivas del gobierno tuvieron que destinarse a una clase social que no existía, se inventaron también unos descamisados sedientos de la asistencia del Estado. Se formaron sindicatos y, ciertamente, Giacoma consiguió uno para agrupar a los agricultores de la pampa húmeda, a fin que ella se consideraba experta en abonos orgánicos sumamente útiles para las labores del campo.

      Salvatore y su cadena de clínicas veterinarias resultaban muy útil para el gobierno populista, que podía ofrecer los mejores servicios gratuitos para cuidar de los animales de los «pobres», aquellos que estaban realmente carentes de recursos y los pobres inventados por el régimen.

      Gianamaria había también acertado con sus especialidad, el nuevo gobierno le ofreció sin limitaciones la posibilidad de crear el mejor sistema de educación del continente y, si bien, en ella quedaba el temor de algún adoctrinamiento que necesitaba el régimen, su conciencia permaneció tranquila porque «el beneficio de una educación de calidad ayudaba a todos y ponía las bases para el desarrollo del país», que era tan rico que podía crecer, mientras los habitantes, nacionales y extranjeros dormían.

      Pero la suerte de Tony y los Pontevechio cayó dentro del círculo que no gustaba al veleidoso nuevo gobernante y el apoyo a campesinos descamisados logró mermar casi toda la reputación que la granja tenía y habría que buscar alguna salida para no perder toda la heredad en los torbellinos del populismo.

      Tony sabía que el deterioro es muy rápido, que crece como hierba mala y rompe las bases de la buena fortuna.

      Los tíos-padres, Luca y Fiorentina, se sentían muy viejos y cansados para intentar un nuevo empezar. Tenían reservas suficientes para subsistir con comodidad durante la pesadilla populista y creían que Dios no permitirá que el nuevo mal durara cien años, pero Tony y Gina decidieron emigrar otra vez a una hermosa ciudad, entonces pequeña, en la entrada a una espléndida planicie amazónica