El padre en cuestión. Juan Carlos Indart

Читать онлайн.
Название El padre en cuestión
Автор произведения Juan Carlos Indart
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789878372686



Скачать книгу

–bien articulado quiere decir: ¡reconocido por fin! por una persona importante del psicoanálisis, el mejor comentarista de la obra de Jacques Lacan–, cuál es el papel estructural como modo de goce que juega el amor en la mujer. Me atrevo a haber sido un poquito pionero en eso, porque escribí un libro que se llama Problemas sobre el amor y el deseo del analista, (19) que los analistas dejaron caer en un tacho de basura, porque la teoría del amor era que el amor era una trampa narcisista, sostenido siempre por la idealización, y que había que atravesar eso. No había otra teoría.

      Lo que me pasó es que, a mí, en mis discusiones con las alumnas de tantos cursos, las mujeres jamás me lo creyeron. Yo notaba que explicaba la teoría del narcisismo y los límites del amor, y ellas me miraban como diciendo: “eso ya lo sé, pero el amor es otra cosa”.

      Así que lo revisé en Lacan todo lo que pude, y ahora está perfectamente dicho, bien fundamentado, que no es una coquetería, no es un alma femenina, no es un no sé qué de las mujeres en un sentido culturoso, tierno, romántico. Es que hay una razón por la cual el amor es el único modo de acceso al goce femenino. Se lo puede entender como un operador. Con mucha frialdad, si quieren, se puede decir: es que ellas suelen ser tan enamoradas, llegan a tal sin límites en el amor. Bueno, pero no lo veamos desde los hombres sino sobre nosotros; nunca vamos a responder con una cosa tan así, salvo algunos muchachos muy dotados, pero hay que ir a San Juan de la Cruz. Estamos empezando a entender que –no hagamos eso en términos de pullas de un sexo con el otro, de que sean más nobles en el amor y nosotros unos brutos, etcétera– en el exilio de los sexos hasta qué punto están determinadas, podríamos decir, cómo les conviene la locura del amor, porque es el único modo de acceso a ese otro goce.

      Y eso nunca se decía con claridad, y si no se dice con claridad se empuja a las mujeres al goce pulsional, al desengaño, a engañar a todos y a sí misma, pensando que por puro sexo se la pasa fenómeno, y que se puede vivir sin pasar por los riesgos de la devastación. Acomodarse al día de hoy y decir: “Bueno, él se bajó tres, yo me bajé cuatro” –dicen ellas-. Salir con un chabón, con otro y con otro, pum, tum, en un clima general de gran dificultad de retomar la cuestión del amor.

      En realidad, estamos en un momento bastante desengañado, terminaremos todos con mamá, pero es muy importante que por fin hay una teoría que empiece a dar cuenta de que hay un real de goce en juego en eso. Que no es sólo un tema de querer fundirse con el otro, y que ese carácter insaciable de la demanda de amor de una mujer, no podemos adjudicarlo ya en análisis siempre a la insatisfacción histérica. De querer curarse de la histeria, quitándole, al mismo tiempo, algo en lo que siempre reclama en el amor algo más, pero que en ese algo más se lo puede ver desde un punto de vista distinto que solamente la falta fálica, que nos hace creer que lo que ella quiere es más falo, y entonces es una quejosa. Pero es que habita en esa demanda ilimitada en la mujer algo que no se soluciona por la histeria, sino que hay que entender que es exactamente el modo en que se articula su goce.

      (PREGUNTA DEL PÚBLICO)

      No se sabe bien qué pierde una mujer cuando pierde un amor, y ni la teoría del duelo, que es una cosa extraordinariamente difícil. Ayuda en esto, porque cuando decimos decepción es una decepción de devastación, no es la decepción de perder un objeto, que puede ser muy fuerte, pero que es un objeto bien enmarcado en un fantasma ilimitado. Entonces es difícil eso, y se ve mucho cuando vos decís: bueno, ¿por qué no quiere intentarlo de nuevo? Conozco mujeres que, por ejemplo, respecto de las maldades mayores que le puede hacer un hombre –vamos a la más simple de todas, que no la quiera más y se fue con otra–, cuando ella había abierto ese amor a la dimensión sin límites, ese agravio no tiene solución. Una mujer puede decir, tres, cinco años después: “Estoy nerviosa porque tengo que ir a una reunión donde va a estar él”.

      Después uno ve distintos acomodos posibles, puede haber hasta el temor. Una mujer desde el lado de la feminidad hace cosas que no se entienden, que siempre se entendían como histeria, y es porque sólo ella tiene en su angustia dimensión de lo que es si le agarra eso. Y puede decir: “no voy a ir, no quiero verlo, única defensa que tengo, porque si lo veo, en un instante, todo lo que he pensado racionalmente de este desgraciado, bum”. Y te dicen que es por una cosita que sienten acá, qué sé yo.

      Hay toda una clínica nueva posible, en la que la palabra puede ubicarla dándole un lugar a eso, porque ¿quién puede conseguir una solución acerca de cómo manejarse sino ellas? Le daría mucho valor, ya que muy fácilmente, en nuestra cultura, ellos están absolutamente en el lado del consumo fantasmático, con todo un proceso de caducidad de la familia, separación, y ellas también parecen estar destinadas a una solución del estilo masculino, por decir así. “No te metás más en eso porque perdés”, ese es el mensaje fuerte, “no se enamoren porque acá el que se enamoró perdió”. O libros como pueden ser “el problema de las mujeres que aman demasiado”, como si pudieras tener una terapéutica para decir: amá menos.

      Pero es que a veces espontáneamente a uno le puede salir eso en un análisis también, “no te lo tomés tan así”. Pero una mujer enamorada está fuera del planeta en eso, es inútil que diga: “Sí, no me lo voy a tomar tan así”. ¿Y qué pasó? “Esperé en un insomnio catorce horas el llamado telefónico de él, y yo me doy cuenta que soy loca porque no tiene sentido, porque incluso él me dijo: no sé si voy a poder llamarte”, y nada del discurso sirve, y están desbordadas, raptadas en ese estado de devastación.

      No sabemos mucho, pero se empieza a reconocer el tema, y que no se soluciona tampoco diciendo: “Teléfono… dígame qué asocia con teléfono”, tele-fono, su mamá, qué sé yo, debe ser un ritual de la voz de la madre, porque es un punto en el cual todo un inconsciente está en suspenso, y se trata de ver cómo articular ese plus corporal y de goce a algo.

      Me alejé un poco, pero contestaba en el sentido de que no me extraña, no me parece tan raro, que después de algunas decepciones, pueda crecer este punto de defensa hostil y de decir: “Me cansé, me cansé”.

      (PREGUNTA DEL PÚBLICO)

      Se ve bien eso en la clínica, cuando hay por detrás una especie de reproche de mujer a mujer. Está carcomiendo lo que podría ser la relación de una madre con su hija, de una hija con su madre. Por eso hay que buscar más datos clínicos para ver si es realmente una situación estragante.

      No estoy tampoco diciendo que ella puede contar: “Sí, mi marido se queja porque tal día me gusta ir a almorzar con mamá”, o “le dije a mamá que venga a casa” y como él piensa “la suegra” –les estoy haciendo la novela, medio machista, de que las mujeres tienen que despreciar a sus madres o cosa por el estilo–.

      Hay que precisar el asunto, y el dato que indica que se van a pasar la cuenta estragante de un reproche de mujer –por detrás de la relación madre-hija–, es lo que les digo de un pacto mutuo de hostilidad y rechazo del deseo masculino. Ahí es cuando ves que, estamos juntas porque somos dos fracasos como mujeres, por esos