El padre en cuestión. Juan Carlos Indart

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Название El padre en cuestión
Автор произведения Juan Carlos Indart
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789878372686



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estrago que le interesa a Lacan. En cambio, si no se sabe si eso se puede extender, y extender, y extender, entonces tendríamos el sentido fuerte de una devastación. El punto clave es la ausencia de límites.

      Por eso Lacan dice bien cuando piensa qué puede llegar a ser un hombre para una mujer, que él no puede ser un

      sinthome, porque sinthome es algo bien acotado. Si dice un sufrimiento –su peor es nada, si lo tomamos en esos términos–, o estrago, quiere decir que es un sufrimiento que no tiene límites. Es en eso que se inicia esa acción devastadora.

      La característica es la ausencia de límites en una u otra dirección, independientemente de que se subjetiviza positivamente como un goce muy especial, o que eso mismo sea vivido en un sufrimiento muy especial.

      Entonces distingamos eso que no está en el término estrago y en su uso coloquial, ni tampoco exactamente en devastación. Si ella tiene un límite, no está en juego su feminidad, y dice: “Realmente este tipo me ha hecho un estrago porque me vendió el departamento que le puse, me dejó sin un centavo, se llevó todos los muebles, se llevó los niños, y además habló mal de mí y he perdido el trabajo. Me ha devastado”. Pero si eso está limitado de todos modos, bien, “¿que más me puede hacer? Ya me las hizo todas”, así que se traza un límite, “más no me puede hacer”. No es un caso de estrago en el sentido de Lacan, sí en un sentido de diccionario.

      La devastación es tremenda porque es que ella sabe que, a pesar de todo eso, es más, y más, y más lo que le puede seguir haciendo, porque no tiene límites. Y es un problema en análisis, y para los familiares, para las amigas, donde todos le pueden decir: “Ponete un límite, basta”. Ella dice: “Sí, sí, sí”, y lo ve en la esquina, y la devastación continúa. Es decir que no hay palabra que logre detener ese estado amoroso que la transporta, que la rapta, que la rapta de sí misma, porque en el sí misma desde el punto de vista de sus ideales, de la parte de cordura, etcétera, si uno la sugestiona un poco reconoce todo a nivel de los límites, puede reconocer que mucho antes ella tendría que haberle puesto un límite. Bueno, todo eso muy bien, y ella lo cree, se lo aprende de memoria, lo repite y dice: “Voy a hacer así”. De pronto, otra vez sucede el rapto, la captura que la transporta. Otra vez comienza ese campo en el cual la característica es lo que no va a tener límite, lo ilimitado, lo que nunca es definible con una frontera como un todo, como un conjunto cerrado.

      Otra manera lógica de decirlo es que es algo a ubicar siempre en un conjunto abierto. En un conjunto abierto la devastación no tiene límites.

      He empezado por la segunda frase para indicar que no debe ser entendida desde el punto de vista del sujeto histérico. Es una frase de Lacan que indica el sentido fuerte del enigma de una mujer en cuanto a su feminidad. Así que escapa a todo lo que podemos situar a partir de Freud y Lacan en la mujer, de lo que en ella entra en la medida fálica, en el Edipo, en la castración, en sus rivalidades de tener o no tener, en su posición de representar la mascarada fálica. Todo eso tiene una problemática perfectamente ubicable en análisis, con sus síntomas. Desde ese punto de vista sí se podría decir que también un hombre puede ser síntoma para ella, pero en la parte que ubicamos freudianamente, como ella en tanto sujeto de deseo, coordinada al significante fundamental del deseo que es el falo.

      Les advierto esto porque, si no, se confunde la frase. Esta es una frase donde Lacan lleva al máximo la oposición entre la posición masculina y la femenina propiamente dicha. No lo que ella tiene también y exactamente igual que los hombres en cuanto a su deseo fálico. Sólo en ese extremo tiene sentido decir que en la condición lógica masculina no hay nunca conjunto abierto e ilimitado, la condición de su goce tiene otras características perfectamente localizadas.

      ¿Y qué es ella para él? Ya lo sabíamos en Lacan, por ejemplo, cuando lo habíamos estudiado a nivel de fantasma. Ella para él es un fantasma, es decir, cosas muy precisas y acotadas según los rasgos que le resulten atractivos, su amor no lleva a ninguna devastación. Si ella pierde sus atractivos él ya se busca otra, ningún rapto lo lleva a él a ningún transporte de nada. Su excitación, su deseo, su pasión amorosa y sexual va a una cosa perfectamente localizada. Siempre se da en los ejemplos que puede ser un lunarcito, ese lunar tan bello que tiene –se ha cantado una canción así–, así que él va a eso. No es que por eso él no pueda perder sus bienes también, y hay tantas historias de amor donde él por ese lunar va dejando la familia, se va corrompiendo, tantos tangos que cuentan la devastación masculina por causa de una mujer. Pero no lo vamos a explicar con el término ravage como lo entiende Lacan, porque es siempre una devastación limitada.

      Es muy complicado retroceder ahora, porque en realidad la cita vinculada a la relación madre-hija es anterior y en un contexto muy distinto en la enseñanza de Lacan. La segunda cita que he comentado hasta ahora está en el contexto de un Lacan que ha dejado por detrás las explicaciones edípicas en psicoanálisis, por no encontrar una explicación suficientemente satisfactoria.

      Si recuerdan que les leí la frase, es una referencia al complejo de Edipo según Freud, y a un detalle bien freudiano y bien precisado, que indica que tenemos que estar a nivel de la descripción de los tiempos del Edipo, de la función del padre en los tiempos del Edipo, y de cómo funciona eso para ella. El tema, presentado como con cierta paradoja, era esa suerte de diferencia que Freud encuentra para una estructura que piensa para ambos sexos. Ambos deben pasar por el nudo de la castración a través del complejo de Edipo.

      Esa sutil diferencia ya encontrada por Freud es que no hay en ella algo realmente para castrar, tema que encontraba Freud como nudo bien dramático del Edipo.

      El niño se instalaba en el Edipo, pero iba a tener en algún tiempo que confrontarse con la amenaza de castración, con todos sus efectos en cuanto a la represión, la formación sintomática, etcétera. Una castración cuyo agente era el padre. Saliendo de la constitución de esa castración, que posibilita al niño varón asumir a su vez el ideal paterno, y postergarse para más tarde dedicarse a lo pulsional, eso le daba una salida del Edipo. Nunca anduvo con claridad esta explicación para el caso de ellas, en las cuales se hace más complicada porque hay que invitarlas al Edipo, pero como no tienen qué para presentarse –el Edipo es una historia de quién la tiene, quién no la tiene, te la corto, no te la corto–, ella dice: “es una fiesta que no me corresponde”. Ellas no deberían tener Edipo, entonces es complicado, hay que suponer que ellas se imaginan teniéndolo, entonces con ese disfraz son invitadas a la fiesta del Edipo, y después pueden hacer: “¡Ay! No la tengo”, y experimentar la castración.

      Siempre quedó una parte un poco difícil de explicar acerca