Название | El padre en cuestión |
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Автор произведения | Juan Carlos Indart |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878372686 |
Pero si es un Lacan que en cierto modo vuelve a Freud
–porque Freud fue el que tenía realmente una orientación muy precisa, dada por los elementos de lo inconsciente, de que el deseo de la mujer era y se constituía en el Edipo, pasando por el hombre, y aun cuando Freud, y por supuesto, Lacan lo sigue–, rápidamente se da cuenta de que es por esa vía que ella plantea la cuestión de la feminidad en relación a otra mujer, y tenemos el fundamento de la constitución del posicionamiento histérico en el deseo. Para sostener ese posicionamiento histérico, que da lugar, sin solución definitiva, a una variación de respuestas sobre qué es una mujer, es necesario reconocer la articulación con el deseo del hombre. Porque no se puede plantear a nivel de qué es una mujer, qué es la otra, sino es que es una otra porque es deseada por un hombre. Y si con la otra, originariamente la madre, el pacto es: “Vamos a ser nosotras, hija, más allá del deseo de los hombres”, observamos esa dimensión estragante, y lo verificamos clínicamente.
Así que podríamos decir que Lacan, en esa frase, insiste en ser freudiano en cuanto a la interpretación del deseo inconsciente. Y eso tendría un valor respecto a la historia del psicoanálisis en la medida en que el fracaso de los analistas para lograr analizar la histeria, el límite que encontraron en la práctica, respecto de qué resuelve ella en su articulación al deseo de los hombres, fue dando cada vez más importancia al análisis posible de una fase preedípica madre-hija, y eso tomó su despliegue máximo –y su efecto en la Argentina–, desde el kleinismo.
Y el kleinismo produjo en sus análisis, vía análisis de mujeres –lo he observado, mucho, por años–, un punto de hostilidad respecto de los hombres. Claro, cuando yo digo un punto de hostilidad se puede oír a coro, perfectamente, que sí, no es ese el tema. Y que favoreció posiciones muy obsesionadas, y búsquedas en las mujeres de resolver las cosas con más distancia, evitar esos estragos con los hombres, –no querrían saber nada de la segunda frase de Lacan, la del síntoma–, y el comienzo de dúos de mujeres, del estilo madre-hija, con todas estas otras características que hemos descripto. Además de todos los enormes problemas doctrinarios que por eso se producen, suponiendo la existencia de una fase preedípica madre-hija.
Para resumir, la frase que he comentado de la relación madre-hija, vinculándola con la segunda, el término ravage, ya ahí también habría que hacerlo resonar en la problemática de lo ilimitado, y del problema de lo que entre madre-hija toca esa dimensión en la cual algo hay de falta de límite. Y por eso es también que muchas veces esas situaciones mejoran por el solo hecho de que alguien introduzca el límite, y que no sea la madre la que tenga que usurpar supuestamente ese lugar. Se hacen insensatos los límites de la madre porque es una mujer, porque ya ha sido ser en ese estrago. Y entonces siempre hay una manera caprichosa e insensata de establecer todos los principios y las reglas con las cuales la hija se podría conducir.
Muchas de esas situaciones se alivian si un tío, el abuelo, le dicen: “Búscate hija un novio, alguien que te ponga límite, déjame en paz a mí”. A veces las dos se dan cuenta de qué es lo que falla ahí.
Uno podría decir ¿por qué? Porque si se ponen en feministas hostiles no tiene salida la cuestión, trato de ir a otro punto. ¿Por qué vemos clínicamente, que una ley sostenida por un idiota es mil veces más eficaz que la que quiere sostener esa astutísima madre? Porque la ventaja del idiota es que –aparte de que no la pone muy bien a la ley, o se olvida, está un poco ausente, pero no importa, con que diga algo está bien, es otra la cosa–, viene esa ley de alguien que es sexualmente y en su goce un limitado, y permite la identificación de ella a algo acotado, a un conjunto cerrado.
Y es en eso que para ella es la referencia a esa identificación en un hombre, le es algo de enorme estabilización respecto de una angustia, angustia que excede la teoría de la angustia como objeto a, porque es la angustia de un cuerpo que funciona fuera de límite. Y no es que ellas vayan a adorar a ese hombre que sostiene una ley, ni nada por el estilo, pero hay que preguntarse el porqué de ese referente. Y por qué el mismo referente es superyoico e insensato sostenido por una mujer.
Es un dato que les doy, cuando se dice: bien, la mujer también puede reemplazar al padre y sostener la ley. Sí, por supuesto, pero a la larga se va a encontrar este problema, porque para ella la cuestión de la feminidad no puede sino planteársele, y en formas más o menos sintomáticas aparece en la madre, indefectiblemente, que ella también es mujer, y que ella también es una ilimitada.
Creo que hay que ir más allá, no es un problema ni de machismo, ni de paternalismo, ni de negar las lacras concretas de los hombres, y de su manera un poco bruta de relacionarse con las mujeres –no vamos a hacer ningún panegírico, ni elogio de nada–, hay que ir a algo más estructural. Y creo que Lacan ya en L’étourdit (15) tenía la idea de que es agotando, y articulando, pero llevando hasta el final para ella la referencia al significante del hombre, como podría ubicar un más allá de su feminidad, para alguna chance que no fuese de estrago.
Para terminar, diría que Lacan veía para ella –es un tema de fin de análisis–, alguna ubicación respecto de su feminidad en lo que podríamos decir un paso más que el Edipo. Pero no buscando a la mamá originaria mucho más acá del Edipo. No es que a Lacan no le interesó cómo resolver que ella encuentre algo más de sustancia en la cuestión de su cuerpo abierto e ilimitado y la cuestión de su feminidad, pero en Lacan ese tema fue siempre sobre la base de un recorrido de toda la lógica del falo como tal. Y es, al fin de cuentas, por una lógica de no-todo respecto del falo que va a ubicar la feminidad –es decir que en su definición se necesita del falo para ubicarse en eso como no-todo–, y no por la decepción, el rechazo a jugarse a la aventura de volver a amar a algún hombre que se pueda resolver la feminidad, salvo bajo las formas fantasmáticas, superyoicas, y de estrago en el sentido fuerte que hemos comentado.
Esa me parece la orientación lacaniana en el tema, pero es un comentario, porque como les digo, son frases muy complejas que están siendo trabajadas.
Bien, estoy abierto a las preguntas. Voy a esperar tranquilo hasta que aparezca alguna, no puede ser que vayan después todos a preguntarle a la mamá de cada uno de ustedes algo.
(PREGUNTA DEL PÚBLICO)
Sabemos de los límites que tiene para una mujer el análisis, en tanto culminan en un deseo del falo. El falo, no eso que ellos tienen entre las piernas –ellas saben de su fracaso– sino como dice Lacan en el Seminario 10, (16) el que podría articular la feminidad como tal. En esto se estanca la solución edípica.
De todos los significantes-amo, los significantes-padre, inscriptos en una cadena inconsciente, todos darán como respuesta, siempre, la ubicación del deseo, el deseo del falo. En ese sentido es, yendo un poquito más de su propio inconsciente, por eso es una temática difícil vinculada al fin de análisis y a cierta separación de ese mismo determinismo inconsciente, que Lacan plantea la ubicación de ella, la revelación para ella de la condición de esa lógica de no ser toda para el falo. De averiguar en qué –como dice Lacan–, es medio loca, pero no por una razón moral, consciente, un cuerpo medio loco, fuera de lenguaje, y que se presta al paraíso como a la devastación.
Nunca hizo Lacan de esto una cosa enteramente por fuera de la lógica fálica. Le encontró una vuelta que no podemos elaborar acá, pero digamos, toda la fuerza de sus fórmulas de la sexuación es haber encontrado una manera de entender ese ilimitado femenino, sin embargo, en un modo que se puede articular la función fálica. Eso era lo que decía que se podía tener en cuenta también en la frase que dice en L´étourdit, (17) donde expresa que es un error ir a buscar esa solución del lado de la madre. Por supuesto que, mientras permanezca en una posición histérica, habrá para ella toda la dinámica, la dialéctica y todas las transformaciones de su deseo, no una relación superyoica, pero habrá siempre insatisfacción, porque todas las formas fálicas que los hombres articulan para su identificación son para los hombres fantasmas, lunares, y haciéndose lunar no es como una mujer consigue el rapto.
Hay más ideas en el último Lacan. Ahora ha salido un texto, un pequeño seminario que dio