Название | El padre en cuestión |
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Автор произведения | Juan Carlos Indart |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878372686 |
Ese pacto es muy difícil de deshacer, porque toca un punto de connivencia y de complicidad muy enigmático. Cuando está dada esa condición –observábamos en la clínica buscando las cosas en términos edípicos esa suerte de rechazo, de desafío al deseo masculino–, tenemos la formación a partir de ese pacto de realmente un dúo que podemos llamar madre-hija. No es una forclusión, no estamos hablando de psicosis, pero hay una forma de rechazar al hombre –al significante fálico encarnado en el hombre, al deseo del hombre–, que no es una psicosis pero que es muy sutil del lado de las mujeres, porque tiene –se lo sepa o no– como soporte, como verdad, que efectivamente ningún hombre, ningún falo puede articular lo femenino. Entonces, si el rechazo viene desde ese lugar, tiene consecuencias muy especiales, porque no es ni siquiera un rechazo que podamos llamar de represión, porque eso es de histérica, tiene un síntoma, una represión que supone haber reprimido un elemento fálico, el síntoma se analiza. No es una represión, no tiene mucho nombre clínico, hay que inventar un poco, es ese pacto, una hostilidad muy fuerte de fondo.
Si no se vuelve a despertar un poco el rapto, si no se permiten y no quieren saber nada, si no se permiten algún efecto de renovación de amor vinculado a los hombres, no sé si tiene cura, en el sentido de que no varía con el análisis, porque todo lo que va saliendo del análisis no hace al sujeto más que confirmarle la posición fantasmática que tiene con su madre. Así que lee todas las significaciones de lo que va surgiendo en esa dirección, especialmente cuando ya han pasado sus decepciones.
La primera vez se consiguen cosas cuando surge el material: “Bueno, tu madre también siempre pone esa significación, esa es la de tu madre, ¿vos qué pensás?”, y se empieza a producir una chance. Pero acá se produce un retorno, una vuelta, y es como si dijera: “Mamá tenía razón”, y eso hace una posición muy refractaria, reabrir el camino. Así lo enfrentamos, como un problema difícil en la cura.
Un enfoque que le dimos, que me parece importante clínicamente –y que por ejemplo se puede extraer del Lacan del Seminario 10, (12) cuando él analiza justamente la clínica de angustia que surge cuando hay una caducidad del funcionamiento fálico, la falta fálica, de lo que él llama en su letra menos phi (-φ), y cuando no hay esa falta, cuando falta la falta–, la condición constante de angustia y la exacerbación de un fantasma para defenderse de esa angustia, el retorno de esa angustia y otra vez apelar al fantasma. Esa es una característica importante clínicamente para ver ese problema de la relación madre-hija. Es decir que cada una colma la falta de la otra, y no puede no ser así, en la medida que han ausentado del campo la falta fálica como tal. Y como Lacan dice: no hay solo la castración que anima el deseo, la falta menos phi (-φ), hay además el objeto. Y son las descripciones más vívidas del lado de la hija, de llegar a estar casi teledirigida como objeto por la madre, como si volviese a ser ese cachorrito recién nacido que la madre colocaba así, asá, era la que sabía todo, y ella sigue siendo ese objeto, y dice: “Mamá sabe todo, yo no sé nada”.
Cuando se estudia los circuitos entre madre-hija, se observa perfectamente la posibilidad de la inversión de la situación. Es decir que el tiempo pasa en esa clínica, ya la madre está más viejita, se está quedando sola, tiene sus angustias, se desmorona, ahora ella se cae como objeto. Entonces es la hija la que toma el lugar de sostén de esa madre, si no la sostiene ella sería un desecho y un objeto angustiante máximo. A los diez minutos la madre ya se recuperó y esto gira, y es la hija la que vuelve a ser ese objeto que cae. Lacan, en el Seminario 10, (13) en una frase trató de hacer entender esto, evocando ese paradigma que es “el tubo” que se lleva de la mano, que no siempre es madre-hija, porque puede ser marido-mujer, entre hermanas, pero cuya estampa es que uno sostiene de la mano al otro, y si la llega a abrir, la condición absoluta es que el otro cae en la nada, habría la culpa más espantosa, imposible en ese compromiso hacer eso. Sólo tienen que agregarle que en esa mano, uno sostiene, el otro es el sostenido, y después puede ser al revés. Lacan analizaba esto diciendo que se trata sin duda de las situaciones más incómodas. En el tubo que se lleva de la mano, uno encarna el objeto, lo que se llama el objeto a, pero el que sostiene encarna el superyó, es decir, la serie de premisas, frases, saberes, enunciados que se dirigen al otro como mero objeto, y que retumban entonces del modo más oracular.
Esa clínica había surgido en todos esos casos con esa intensidad de presentación, como una hija en una especie de estado un poco alucinado sin ser de ninguna manera una psicosis, en el sentido de la presencia para ella de las voces, de las órdenes más o menos insensatas de la madre. Todo esto no quiere decir –estoy en los extremos– que al mismo tiempo se agrave el problema, porque se la pasan muy bien las dos, en una manera de disfrutar de ese mismo fantasma. Aunque, ante la ausencia del efecto castración, está siempre amenazado de la angustia, del pasaje al acto, del acting out, y de esa demanda absoluta e incondicional y sin sentido.
Nosotros habíamos encontrado una descripción patética de una analista mujer –que como más de una, prefirió buscar también una subsistencia con las mujeres, que es seguir lidiando contra ese bruto Lacan, padre de la horda primitiva, y que las maltrataba y no sé qué, por la misma decepción se peleó mucho con Lacan, se abrió–, que escribió un texto que se llama “Y una no se mueve sin la otra”, (14) en el cual se encuentran algunos párrafos con las descripciones más patéticas que yo haya leído de lo que quiere decir eso: la una no se mueve sin la otra. Y en ese fantasma va produciéndose la visión más descarnada de una para con la otra, es decir, ya no hay brillo fálico en ninguno, donde va quedando para cada una lo real del cuerpo sin ya brillo fálico alguno.
[PREGUNTA DEL PÚBLICO]
Luce Irigaray, psicoanalista francesa que brilló en aquellos tiempos por ese texto y por una polémica famosa que tuvo con Lacan, pero luego de lo cual digamos que se abrió, se fue de la escuela de Lacan. Ese texto, si lo consiguen, se los recomiendo para ver la descripción –que creo que no la ha hecho solamente por haber visto casos, la ha hecho viviéndola del modo más intenso–, en la que llega al extremo cuasi melancólico de una pérdida de pudor, en la que cada una ya no tiene interés de presentarse con la mascarada fálica, donde ya se mezcla todo en una especie de desinterés completo por acicalarse, arreglarse, y van quedando en ese fondo de pura angustia, y es el precio final de ese rechazo –por más razones que tenga– de elegir la vía de amar a algún hombre.
Creo que la idea de Lacan –y en eso es una idea que nos da porque está aludido, nos da para tomar distancia de toda una otra manera de pensar la cuestión en psicoanálisis–, es que hay ahí un error. Yo lo llamé el error de deseo –porque no hay una represión–, el error de deseo de dirigir la pregunta de la feminidad a la madre.
Llevaría mucho tiempo justificar por qué Lacan dice eso, por qué uno podría incluso tratar de contradecirlo desde la clínica y decirle: ¿qué querés? ¿Otra vez hay que articularla a ella en relación al hombre? Si ella ya ha tenido la experiencia de que tampoco consigue demasiada subsistencia para su feminidad del lado de los hombres. Y Lacan diría: sí, pero es un error completo que se dirija a este pacto y a esta búsqueda de ser sostenida como mujer en esa relación con la madre, de la cual se ven los estragos –que yo traté de comentar clínicamente–, si es llevar una pregunta a nivel de estrago a otra persona igualmente víctima de ese estrago.
Bueno, ¿en qué quedamos? Por un lado, podríamos decir que hay el retorno a Freud, por una insistencia que, a nivel inconsciente, y más del lado del síntoma, el deseo inscripto en ella también, es un deseo que se articula a nivel del significante paterno, y sus sustitutos. Cualquier movilización de deseo sólo puede ocurrir en esa dirección,