En sayos analíticos. Alberto Moretti

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Название En sayos analíticos
Автор произведения Alberto Moretti
Жанр Философия
Серия
Издательство Философия
Год выпуска 0
isbn 9789874778123



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despolitización inducida, individualismo alentado.

      (4) Exageración imaginaria del paradigma internacionalmente predominante, que si bien alentó una revitalización de las instituciones académicas locales, también alentó el fácil interés por asimilarse a lo prestigioso (que siempre es paradigmático en las metrópolis y secundario y rezagado en los suburbios).

      (5) Exageración de las semejanzas con las ciencias: ideas ingenuas de acumulación, progreso, fronteras del conocimiento, etc.

      Entre los efectos locales visibles (las “consecuencias observacionales” del hipotético peso excesivo de la normalización colonial) encontramos los siguientes. Urgencia por publicar con “ritmo normal”, alentada por las instituciones pagadoras de salarios y dadoras de subsidios y becas que, aplicando para la filosofía sólo rutinas (aparentemente) exitosas en las investigaciones en “ciencias duras”, empujan a (i) elección de temas “de moda” en los institutos y revistas “de primera línea”; temas “verdaderamente” importantes, porque ¿cómo después de la obra de X o de las minuciosas discusiones sobre Z, podríamos estar interesados en Y? (al menos si queremos “vivir de esto”); (ii) búsqueda de aspectos y discusiones de detalle dentro de las “líneas principales” de investigación; eso permite más rápidamente hacer “aportes originales”, es decir: publicar algo. Y de ese modo afianzar la posición personal en las instituciones establecidas. Acompañan estas urgencias otros efectos visibles: la generación de grupos y proyectos grupales de investigación ficticios, que sólo se toman como fuentes de dinero para libros, viajes y contactos internacionales de rédito fundamentalmente individual (invitaciones a dictar conferencias y a conferencistas que tengan algún poder en donde importa, etc.) y el avasallante interés por una rápida inserción, mayoritariamente secundaria, en algún circuito metropolitano.

      Hay, claro, modos de “racionalizar” estas prácticas. Menciono tres y los comento fugazmente: (1) Los problemas filosóficos son atemporales. Tal vez, pero ¿quién dice cuáles son y cómo plantearlos? (2) La razón es una y la comunidad filosófica es internacional. Tal vez, pero ¿es ahora una comunidad de iguales? (3) Las mejores respuestas a los problemas filosóficos se dan donde hay masa crítica de filósofos –aquí la hay– y apoyo económico adecuado –pero aquí no lo hay (especialmente para “líneas” no bendecidas por las metrópolis)– lo cual genera la opción: irse donde abunde (aunque sea virtualmente, ahora que es posible) o procurar que lo haya aquí.

      Dentro del marco de esas defensas de la práctica actual, la razón fundamental de por qué lo que he llamado excesivo peso de la normalización importada constituye un problema es, simplemente, que no implica sólo un perjuicio local. Lamentar la tendencia señalada no es sólo la actitud de “las uvas están verdes” (como no podemos alcanzar a los campeones, ignorémoslos desdeñosamente o finjamos que ahora nos interesa otro juego). Tampoco se reduce a alguna apelación habitual a la responsabilidad moral o política de los intelectuales. La homogeneización precipitada, es decir, la que se produce mucho antes de que pueda tenerse noción y control de los posibles rumbos a seguir (y no es razonable creer que alguna vez se podrá), es epistémicamente perniciosa para la razón en general. Incluida, desde luego, su manifestación en las metrópolis colonizadoras. Esto es: cuando todos procuran hacer lo que les parece se hace allí, allí también se deteriora la razón (especialmente si los que hacen eso no lo hacen por eso sino porque se hace allí). ¿O alguien cree fundadamente que hemos llegado (es decir, allá han llegado) a contemplar y valorar todos los puntos de vista racionales para el desarrollo de la filosofía, al menos la “analítica”? La Historia de la filosofía analítica de las metrópolis en el siglo XX, por ejemplo simple, muestra fluctuaciones estentóreas en materia de distribución de importancia a problemas, métodos, personas. Considérense, entre otros, temas como: mereología, ontología formal sistemática, paraconsistencia, lógica de la posibilidad, discurso ficcional, dicotomía hecho/valor, Peirce, Meinong, Dewey, la escuela polaca, la noción de análisis, las emociones, el cuerpo. Por si alguien objetara, mordaz, la subyacente y démodé idea de razón (hay analíticos metropolitanos dispuestos a hacerlo) agregaré que la observación precedente se aplica también en el caso de que se crea en la existencia de múltiples razones. Basta con albergar en esas ideas de razón la justificación del intento por comprender y ser comprendido por otros.

      El apresuramiento (en particular, el curricularmente guiado) genera sensación de seguridad intelectual y, con eso, refuerza el conservadurismo. También permite el crecimiento de la “producción” papelística y con eso, dadas las costumbres institucionales presentes, otorga tranquilidad inmediata, económica y de autoestima. Sobre todo cuando no se pensó todavía en la idea misma de tranquilidad ni en qué podría ocurrir a mediano plazo (morirse, por ejemplo). Reflexiones estas siempre postergables (son impertinencias) debido al esfuerzo necesario para mantener la “producción” en la línea coyunturalmente seleccionada. Satisfacer la presunta necesidad de estar al día, por ejemplo, sumerge a muchos jóvenes en la búsqueda inacabable de cuanto se haya publicado por quien sea, preferentemente en inglés (o, para otros, francés, alemán o incluso italiano, para lucir inquietud intelectual) alrededor de un tema que lo ocupa porque reúne las condiciones para permitir escribir algo enseguida. Apresurarse tiene más sentido cuando no se vuelve atrás ni se va hacia los costados. Actitud probablemente adecuada en ámbitos donde la meta y los vehículos parecen claros. Pero la filosofía, en mucha mayor medida que las ciencias, depende de la capacidad de volver a pensar los problemas y perplejidades básicas. De la capacidad para detenerse, retroceder y desviarse.

      El problema no está en que ocurra eso (la inserción en lugares secundarios del desarrollo de las líneas fijadas en la metrópolis), sino en que sólo ocurra eso. A que sólo ocurra eso concurre el sistema global de distribución de prestigio, cargos, salarios, becas y subsidios (universidades, agencias estatales, fundaciones, editoriales). Sistema que incide obviamente en el trabajo que se realiza en cursos, doctorados, grupos de estudio e investigación, y en lo que se escribe para publicar en revistas “profesionales”. Pero es muy importante advertir que, si no el metropolitano, el sistema local depende decisivamente de nosotros. Aquí “nosotros” ha de incluir, en última instancia, a todos los ciudadanos, que somos responsables de la organización institucional sostenida por el trabajo colectivo. La solución del problema es compleja. Pero en la primera instancia, los “profesionales” de la filosofía, es mas sencilla.

      No pasa sólo en la filosofía llamada analítica. Pero aquí pasa de un modo más visible. Otras modalidades filosóficas tienen la ventaja aparente, pero desventaja profunda, de que internacionalmente manejan menos dinero e influencia, lo que da más excusa local para la autocomplacencia, la inmovilidad personal, la repetición acrítica o el estadio “programático” perpetuo. Por ejemplo, mediante racionalizaciones como la apelación al mantenimiento de una valiosa tradición (europea o americana, pero preferentemente europea) que está en peligro debido al avance de imperios bárbaros que nada tienen que ver con las fuentes de ese noble venero. Racionalizaciones con las que frecuentemente se exime de hacer algo más que coleccionar y admirar, evitando el esfuerzo por la integración crítica con lo otro que uno inevitablemente ya es por los efectos benignos y malignos de la colonización. Porque, claro, intentar una discusión propia de algún asunto viejo o nuevo promete poco más que desconcierto y desconfianza. Es decir, dadas las costumbres institucionales actuales, exige mucho más compromiso personal y colectivo, mucho más trabajo (para minimizar el riesgo del aislamiento, la inmovilización o la reinvención de la pólvora) y augura un rápido desprestigio.

      Respecto del análisis filosófico es más lamentable el predominio acrítico de los intereses teóricos importados, debido a que esta modalidad, sobre todo en la variante naturalista que es la más transitada actualmente (quién sabe qué decidirán los que pueden, más adelante), ha destacado la importancia de la consideración de las ciencias para la filosofía. Puesto que la filosofía es lo que hacen los que filosofan, el sentido filosófico de una pregunta y la evaluación de su importancia dependen de la manera como es comprendida por una comunidad de filósofos. Y esto, a su vez, depende parcialmente de la forma de vida de la comunidad más general en la que se inserta. Porque si, como creo, la filosofía dispone al autoexamen, la comprensión filosófica de una pregunta