Название | El arte de mentir |
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Автор произведения | Eucario Ruvalcaba |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786078764259 |
La melancolía es algo más que tenerle miedo a la vida, como alguna vez se pensó. Es otro modo de amar la vida.
UNA TENTACIÓN IRRESISTIBLE
¡Qué misterio es una dedicatoria, una entrega de símbolos!
JORGE LUIS BORGES
La dedicatoria es la acción y el efecto de dedicar.
Se pueden dedicar muchas cosas: un combate boxístico (“dedico esta pelea a mi madrecita, que me está viendo”), una sinfonía (Beethoven dedicó su tercera sinfonía a Napoleón, aunque finalmente destruiría esa dedicatoria por considerar que el general había pasado de ser un héroe a un tirano), una película (como Tess, que Polanski dedicó a la memoria de la que fuera su esposa, Sharon Tate), un libro (Stefan Zweig dedicó su libro Tres maestros a Romain Rolland, y Borges Los justos a María Kodama: “De usted es este libro, María Kodama. ¿Será preciso que le diga que esta inscripción comprende los crepúsculos, los ciervos de Nara, la noche que está sola y las populosas mañanas, las islas compartidas, los mares, los desiertos y los jardines, lo que pierde el olvido y lo que la memoria transforma, la voz del muecín, la muerte de Hawkwood, los libros y las láminas?).
Pero también una dedicatoria significa agregarle un peso a una persona. De todas las tribulaciones por las que tiene que pasar un hombre, en buena medida una dedicatoria contribuye a aumentar el infortunio. Qué bien estarían Jomi García Ascot y María Luisa Elío antes de que García Márquez les dedicara Cien años de soledad, y doña Clara antes de que Juan Rulfo hiciera lo propio con El llano en llamas.
Hay de dedicatorias a dedicatorias. Las más cándidas son las que figuran en las primeras páginas de las tesis: “Dedico esta tesis a mis padres Emiliano y Rosa María, que con su ejemplo me mostraron el camino del triunfo. A mis hermanos Emiliano, Rosa María y Germán, que siempre estuvieron cerca de mí, apoyándome con su ejemplo y abnegación. A mis tíos Filemón, Margarita y Amílcar, a mi padrino Fausto. A todos mis amigos que he tenido desde la primaria y que no menciono por no herir a nadie que no incluya en la lista, bien sea por olvido u omisión. A mis maestros y compañeros de generación, que vieron en mí un futuro triunfador”.
Bien podría decirse que la dedicatoria –que no el autógrafo– es género literario (como el obituario o el epitafio). Pero sobre todo las líneas que pergeñan los escritores cuando se ven presionados. Por ejemplo, en la presentación de un libro de su autoría. Es inaudito su afán por ser inmortales. Como si de veras cualquier palabra salida de su pluma habría de ser memorable. En efecto, el escritor se prepara. Hasta su actitud cambia cuando ve venir al lector con el libro en la mano. Permanece a la expectativa. Aquel individuo que se acerca obtendrá una firma del ungido. Observa pues que se aproxima sigilosamente, ceremoniosamente, y lo espera como un señor feudal al siervo. El supuesto lector extiende el libro delante del hombre de letras, quien lo mira como preguntándose ¿y qué querrá este pobre diablo, que lo traduzca? Por último, le pregunta su nombre, y firma: “Para Fulano, con afecto”. O más simple todavía.
Hay coleccionistas de dedicatorias. Pero no se sabe si la razón que obliga a un coleccionista es el amor a la literatura o la ambición. El amor a la literatura porque cuántas personas no atesoran como oro molido un libro de su autor favorito que lleve su firma. La ambición porque, quién no lo sabe, un libro dedicado, digamos, en una edición príncipe, vale más que uno sin dedicatoria alguna. Y eso el tiempo lo valora.
Cioran cuenta que alguna vez compró un libro usado precisamente por su dedicatoria: “Que en estos momentos difíciles la lectura de Cicerón te procure alivio”.
TIANGUIS DE HÍBRIDOS
Ser versátil es un arma de dos filos.
Es preferible servir para una sola cosa y avanzar. De pronto la versatilidad puede resultar muy llamativa, pero obliga a la toma de decisiones. Para quedarse con una sola cosa. Poseer una cabeza con ideas que no parecen coincidir y que marchan por itinerarios distintos, atrae y repele.
Las personas versátiles no saben qué hacer con sus talentos. Cuando menos la mayoría. Se levantan pintores, comen bajo el manto feraz de la filosofía, y concilian el sueño añadiendo un párrafo a su interminable novela. Pero no es que vayan de una actividad a otra aupados en la última capa de la cebolla cerebral, sino que no se conocen a sí mismas lo suficiente y la determinación que debe apuntalar su vida se aleja cada vez más.
Para estas personas, los días transcurren como una embarcación a punto de zozobrar. Cada diligencia las atrae por igual, y terminan bloqueándose entre sí.
Desde niños, dichos individuos (de)mostraron tener todo un espectro de posibilidades. Como cualquier niño. ¿Qué será de grande?, se preguntaba su padre cuando lo veía desarmar un carrito, ¿será músico?, aventuraba su madre cuando contemplaba a su vástago poner las manos en el piano, ¿será mago?, acotaba su padrino cuando lo observaba desaparecer monedas bajo el mantel.
La versatilidad es un estorbo. Pero también un desafío. Para un hombre versátil, cualquier logro significa un triunfo. Porque concretar significa un despliegue de concentración. Dejar de lado cualquier cosa, no importa qué tan atractiva resulte. Hacer a un lado las múltiples demandas del espíritu, para finalmente sacar algo a flote.
A veces la encrucijada es sangrienta. Como en el caso de Schumann, que de joven no sabía si inclinarse por la poesía o por la música. Escribía poemas encendidos y componía piezas para piano colmadas de fantasía. Finalmente, y como todo mundo sabe, se decidió por la música, porque se plantó la disyuntiva como una decisión mortal. Lo supo así porque tuvo la visión de su vida. La música le daría más dolor, y era tras lo que andaba. Tras el sufrimiento más enconado.
Pero no todos tienen esa fortuna. Más bien es al revés.
La versatilidad obliga a la dispersión. El talento se desparrama como agua de lluvia. Y no se avanza, o se avanza a cuentagotas. Y en lo que dura un parpadeo, se va la vida. Aquella persona de habilidades múltiples, ve que su existencia ha transcurrido en una serie de intentos que en eso se quedaron, en intentos.
La versatilidad crea ilusiones vacuas. Plantea derroteros inexistentes en la realidad. La expectante realidad que termina por pulverizar sueños, como si fueran atroces e infectos mosquitos en torno al hombre que intenta concentrarse en lo suyo.
El miedo al fracaso permea el criterio de los escritores versátiles. ¿Cuántos novelistas se ven impelidos a escribir poesía, pero los detiene desparramar su creatividad, o bien tienen muy presente los criterios que ordenan no ir de la prosa al verso sin pedir permiso a la academia?, ¿cuántos poetas se ven tentados por la diosa prosa de la narrativa, pero los pasma el terror de ser versátiles y derramar inocuamente su creatividad, o bien salirse de los cánones que dicen muy claro que un poeta no debe ser narrador, ni a la inversa?
La verdadera proeza no radica en la versatilidad sino en la administración del tiempo. Un hombre debe administrar su tiempo bajo el impulso de sacarle el mayor provecho posible. Sólo de esa manera podrá realizar cuantas tareas lo acometan. Sólo de ese modo podrá enfrentar un destino partido por la mitad, cuando lo atraigan tareas paralelas aunque opuestas.
LA VERDURA DE LOS CELOS
1. La mujer celosa ejerce una suerte de fascinación en el hombre que habitualmente ha tratado con mujeres cuerdas, porque insufla de vanidad su depósito de egolatría. Provocar celos en una mujer hermosa es una tarea que todo hombre sensato habría de acometer.
2. Las mujeres celosas buscan en el hombre la tendencia que los empuja a otras mujeres.