Boston. Todd McEwen

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Название Boston
Автор произведения Todd McEwen
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788415509691



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penetra por ventanas de medio arco, removiendo imponentes tanques con dedicación y gigantes cucharas de madera. La somnolienta mezcla espumea delicadamente en las cubas, atraviesa tuberías de cobre al runrún de Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Santo, Santo, Santo es el Señor y Cordero de Dios, para acabar goteando de forma sensual en la bodega donde cada boquiabierto soldado del ejército de barriles y botellas topacio aguarda sediento su turno en el fértil grifo del éxtasis. Y este desbordante río de la vida que comienza con el polen que sobrevuela las mañanas irlandesas para fertilizar la flor del lúpulo y torna en vagón de cebada que vuela a lo largo de diminutos raíles y en mezcla macerada que recorre las arterias de St. James’s Gate para luego transformarse en barcaza sobre el río Liffey y que los mercantes llevados por la corriente del Golfo depositan en barriles en los muelles de Boston, atraviesa la avenida Massachusetts y desemboca, tras el estuario final del grifo, en la ávida garganta de William Fisher. Irlanda podría incluso ser así, aunque informes recientes sugieren ciertas disimilitudes. Sin embargo para Fisher el concepto de Irlanda era inseparable de su magnífica cerveza y siempre permanecería como tal.

      El proceso de hibernación de Fisher fue interrumpido por una mano oscura que agarró su hombro con determinación. Hey Fisher dijo una ronca voz de negro ¿Que la pasao a tu melón, tío? Fisher se giró para ver a Leroy el Gordo. Aunque difícilmente irlandés (si bien en las borracheras de aroma celta muchos de los habituales del Evening Star lo llamaban «Leary el Gordo») y definitivamente un mal ejemplo de encanto africano, Leroy el Gordo era no obstante un respetado elemento fijo del Evening Star. Podía blandir amenazante su gran mole de carne (Mi cuerpos un arma registrada fanfarroneaba a menudo) lo que lo convertía en uno de los porteros (gorilas sin sueldo en realidad) del bar. A veces el Evening Star se llenaba únicamente de gorilas sin sueldo. Me caí en el hielo Leroy respondió Fisher tamborileando con sus dedos sobre la barra. Ahmmm pos ties que tener más cuidao nel futuro Fisher. Siempre añadía la coletilla del futuro. Sí gracias Leroy, lo tendré. Nel futuro. Con una mirada de resentimiento Leroy el Gordo se alejó de la barra. La relación de Fisher con el gigantón negro se limitaba a tímidas bromas. Leroy el Gordo había mediado una noche entre Fisher y un grupo de ruidosos gorilas sin sueldo pero Fisher había resuelto desde entonces que se había tratado únicamente de una casualidad. No había forma de saberlo con Leroy el Gordo.

      Fisher posó la mirada en la fría noche y se dedicó a endulzar el relato de su día de trabajo. Después de todo pensó Me he comportado con bastante normalidad y toda la historia de mi vendaje es pasajera. Si no me hubiera golpeado la cabeza podría haberme desnudado en la oficina sin que supusiera un escándalo. Es tan injusto. Nos juzgan siempre por nuestras heridas. Todo es vanidad y anhelo de viento17 dijo Fisher al camarero. Claaaro respondió este. Fisher se quedó mirando el vaso de cerveza negra y trató de establecer un sistema para beber. Cada vez que escuche a alguien pedir un whisky le daré un trago pensó Eso funcionará. ¡Whisky! pronunció una voz áspera casi inmediatamente y Fisher elevó el vaso a sus labios. Dio un largo trago y cuando posaba de nuevo el vaso sobre la barra otra voz pidió ¡Whisky! Mientras levantaba la cerveza, la tercera plegaria nasal ¡Whisky! Eso son dos tragos pensó comenzando a beber. ¡Whisky! Tres sumó cuando acababa de dar el primero. ¡Whisky! ¡Whisky! ¡Whisky! ¡Whisky! ¡Whisky! Fisher dejó el vaso con enfado. Se estaba produciendo algún tipo de absurdo pandemonio del whisky, no era normal. Sus sistemas de estandarización de actividades cotidianas solían quedar en nada.

      Fisher sintió cierta presión en su hombro derecho. Se giró y vio a un sucio hombrecillo que le sonreía y manoseaba la punta de la funda de su violín con una mano mugrienta. Señor lemos visto yo y mis amigos dijo el hombrecillo. ¿Ah? respondió Fisher. Eso, lemos visto aquí yo y mis amigos repitió. Um murmuró Fisher comenzando a preocuparse. Pensábamos si nos podría tocar una cancioncilla con la viola yo y mis amigos siguió el hombrecillo tirándole de la manga. Fisher dudó, lo estaba poniendo sin saberlo en un gran compromiso. En momentos como este Fisher era consciente de que no era músico. Pero ¿qué necesidad había ¡qué necesidad! de demostrárselo a un hatajo de borrachos? Sí claro aceptó Fisher mientras su cerebro caldeado por la cerveza le enviaba imágenes borrosas de su mano sobre el mástil que pretendían servir de alerta. La relación de Fisher con su cerebro era limitada. Tomó su violín y el hombrecillo lo empujó hacia el fondo del Evening Star.

      Cuatro hombres grandes y rojizos en una mesa. ¡Buenas! saludó Fisher. Los hombres miraron a otro lado. Una canción ordenó uno de ellos. Bueno lo intentaremos respondió Fisher con una risita ahogada Aunque estoy todavía aprendiendo. Esto nos un garito destudiantes chaval dijo el más corpulento de los cuatro. Con bastante firmeza. ¡Así que pensó Fisher Es una amenaza! Toca o te toca paliza. Al abrir la funda para coger a don Chirridos comenzó a sudar recordando las numerosas advertencias que había recibido acerca de internarse demasiado en las profundidades del Evening Star.

      Pero los verdaderos problemas comenzaron cuando Fisher se colocó el violín bajo la barbilla, elevó el arco de colofonia y pensó: ¿? Por mucho que lo intentara no era capaz de recordar cómo comenzar ninguna de las toscas melodías que silbaba y tarareaba sin descanso. Ni cerrando los ojos era capaz de recordar una al menos. Llevó el arco con suavidad a la cuerda en la y al no encontrar el inicio de ninguna canción fingió que realizaba ejercicios de calentamiento. El sudor comenzó a deslizarse de la piel de Fisher hacia su ya mojada ropa. Durante dos largos minutos desplazó los dedos temblorosos a lo largo de las escalas de las cuerdas en mi, sol, la y re sin encontrar la vía de entrada a ninguna melodía. Ay Dios. Zapateó bajo la mesa en vano tratando de encontrar el ritmo. ¡Venga dale ya! gritó uno de los rosados gigantes. Dios Santo pensó Fisher Se están preparando para matarme. Yo yo yo he tenido un accidente respondió ¿Veis? Me ha afectado a las habilidades. ¿Veis la venda? Se movió para señalarla con el arco pero en lugar de eso tiró el whisky de uno de ellos. Una mirada fulminante del grupo asustó a Fisher que comenzó a serrar la cuerdas de nuevo en atropellada desesperación. El descontento se extendió entonces rápidamente por el bar. ¿Quéseso? dijo alguien. ¡Novato! gritó otro. Fisher cerró los ojos y ordenó a sus manos que tocaran algo sin su colaboración. Nada. Difícilmente podría ser este tipo de violinista cuando realmente no sabía tocar. Una imagen en pedazos de la laguna Walden se iluminó en su ojo interior, momento en el que Fisher comprendió que todo era consecuencia del accidente.

      No puedo tocar esta noche caballeros anunció Fisher alcanzando a toda velocidad la funda. Acababa de tumbar en su lecho a don Chirridos cuando sintió una mano que agarraba con fuerza su cuello. ¿Por qué no te das un paseíto de vuelta casa muchacho? soltó una voz gutural. ¡Espera! suplicó Fisher mientras la mano lo levantaba de la silla ¡Os cantaré una canción! Ya liberado, se mantuvo tembloroso mirando a los enrojecidos hombres que parecían poder ser calmados por su oferta. ¡Sacar un violín en el Evening Star y no tocar una cadenciosa melodía irlandesa! ¡Hay que ser imbécil! Fisher se aclaró la garganta y se estremeció cubierto por su empapada ropa. Una canción irlandesa que escuché en un disco de Pete Seeger18 anunció aspirando con fuerza para comenzar. Pero un rugido espantoso recorrió el grupo y esta vez Fisher fue atrapado tanto por el cuello como por los pantalones y llevado a toda velocidad hacia la salida. ¡Eh! gritó Fisher ¿Qué pasa? ¿No conocéis a Pete Seeger? ¡La puerta! ¡Leroy! aulló golpeándose la cabeza con la puerta mientras era catapultado hacia y a través de ella. Aterrizó desparramado sobre la acera y al girarse para mirar atrás fue golpeado de lleno en la frente por don Chirridos, que volaba en su funda. La puerta se cerró con un fuerte golpe. Perfecto pensó Fisher mientras se levantaba con una especie de espasmo. Haz amigos, allá donde estés, con la música folk.

      Tras mirar a un lado y otro de la avenida Fisher comenzó su paseo de regreso a Boston temblando violentamente al recibir el impacto del viento. Joder con los irlandeses pensó avanzando a la deriva por los gélidos bulevares. Con su Guinness, su música psicoanalítica, sus chicas de pelo negro como el carbón y piel blanquecina y sus suaves voces cantarinas. Los pusieron en la Tierra para hacernos dormir y mecernos hacia ¡la Muerte! Para cautivarnos y aletargarnos con el objetivo de darnos luego un estacazo en la cabeza. Sumido en resentimiento agarró a don Chirridos y para cuando finalmente alcanzó Back Bay estaba ya gruñendo y fulminando viandantes con la mirada. Una anciana echó a correr al aparecer Fisher tras ella