Boston. Todd McEwen

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Название Boston
Автор произведения Todd McEwen
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788415509691



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idea, ¡el valor toma la palabra! Fisher se zambulló de nuevo en el intranquilo mar de sábanas aporreando el colchón con frustración. Permanezco despierto por culpa de cosas ¡de cosas! Pero repentinamente arrepentido pensó ¿Quién soy yo para quejarme?

      Fisher había conocido a un hombre que dependía por completo de un objeto para dormir. Una máquina del sueño que una vez enchufada emitía un ronroneo y una seductora luz rosa. Este artilugio se fabricaba en Liechtenstein o Mónaco o cualquier otro lugar remoto y cuando una noche dejó de funcionar y tuvo que ser deportado a su país de origen el hombre comenzó a deshacerse. Cada día llegaba al trabajo con un aspecto más demacrado que el anterior. Comenzó a tomar seis o siete cócteles con la comida, con un temblor continuo y gritando sin parar a sus compañeros. Aparentemente la Schlafensmechanik se perdió en el Luftpost puesto que nunca regresó. Pero bastante antes de que debiera haber sido devuelta su dueño fue arrestado desgañitándose sin consuelo tras tratar de asesinar a un investigador del sueño. Este inoportuno le había dicho al pobre hombre que «no hay necesidad física de sueño» y le mostró evidencias científicas: algunos babuinos han sido obligados a jugar al baloncesto durante novecientas horas seguidas y posteriormente se han lanzado a procrear con absoluta normalidad.

      Fisher siempre se retorcía de la risa con esta historia y al retorcerse se apoyó sobre el vendaje y ¡Aayyyyy! se incorporó sintiendo un latigazo en la herida. Observó la habitación. Finalmente cuando sin ser consciente el domingo se hizo lunes, cayó en la cama y se sumió en un sueño sin descanso y lleno de recelo.

      1 El título del capítulo hace referencia a la misma obra que la cita inicial, Walden, de Henry David Thoreau. En numerosas ediciones, parece ser que en contra de los deseos del propio Thoreau, se subtituló «o mi vida en los bosques». La traducción de la cita corresponde a la edición de Javier Alcoriza y Antonio Lastra en la editorial Cátedra (2005).

      2 La laguna Walden, en la que Thoreau vivió entre 1845 y 1847, pertenece a la localidad de Concord, vecina de Lexington, ambas en el estado de Massachusetts y consideradas parte del área metropolitana de Boston, de la que se encuentran a unos 30 kilómetros. La Batalla de Concord-Lexington da inicio a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos en abril de 1775.

      3 El poeta y ensayista Ralph Waldo Emerson lideró el movimiento del transcendentalismo, desarrollado fundamentalmente en la costa este estadounidense. Amigo y mentor de Thoreau, fue en un terreno de bosque de su propiedad en el que Thoreau construyó la cabaña junto a la laguna Walden en la que pasó dos años.

      4 Harvard Square se sitúa en pleno centro de Cambridge, junto al histórico campus de la universidad. Centro comercial y de transporte, los residentes la conocen sencillamente como «la Plaza».

      5 Barrio de Boston situado al sur del río Charles. Es una zona comercial de alto nivel caracterizada por albergar edificios clásicos victorianos, así como algunos de los edificios más altos de la ciudad, lo que la convierte en uno de los barrios más caros de Boston.

      II. Divagaciones del protagonista

       Afortunadamente el accidente de Bill Fisher en Walden no lo ha mantenido alejado del trabajo ¡y además es más fácil verlo por los pasillos con ese enorme vendaje! ¡Esperamos que te recuperes pronto, Bill!

      Nota aparecida en el boletín del instituto.

      Sí, afortunadamente abrirme la cabeza en el hielo no me ha mantenido alejado del trabajo pensó Fisher Mi trabajo aquí en este gran instituto. Dios no lo quiera. ¿Y quién dice que fue un accidente? se lamentó encorvándose en su escritorio como un zepelín mutilado. A solas en el centro de estudios Fisher no tenía nada en lo que pensar. Aunque para compensarlo a su alrededor se pensaba frenéticamente. Estaba rodeado en su misma planta de personas con titulaciones intermedias; en el piso superior, con diplomas menores; y sobre ellos dos capas de gente con títulos superiores, pipas, chaquetas de tweed y fregaderos individuales en sus oficinas para los utensilios del café. Todos soñaban. Al menos estaban todos sentados con la cabeza entre las manos igual que Fisher. Aunque pensaban en algo distinto a sentarse con la cabeza entre las manos. O eso se suponía al menos. Fisher imaginaba el instituto como un gran «Pastel de Ciencia» con sabor a levadura. Un baklava de ideas. Su oficina era pequeña y gris y ni siquiera la tenía para él solo. Tras un rudimentario panel de partición de la década de los cincuenta se sentaba un hombre con una titulación mediocre que le gritaba periódicamente. Fisher y el hombre (un tal profesor Smith)6 se comportaban como si tuvieran oficinas separadas pero no era más que una ilusión. Si Fisher quería fumar tenía que ir a la «sala de fumadores» que había sido creada por el presidente del grupo antitabaco («anti-» precisamente) del instituto. Un banco, un cubo. Fotografías de pulmones. Era absurdo. Tengo hambre, tengo sed pensó Fisher. Me pregunto si sonará el teléfono.

      Sonará sin duda si cojo mi violín y me escapo a hurtadillas escaleras abajo hacia las máquinas expendedoras. ¡Las máquinas expendedoras! Ahí es donde se vive de verdad. Abajo en el gran sótano del instituto. Bajo las cálidas y hojaldradas capas de profesores soñadores. La masa humeante de tristes nostálgicos que sin duda planean en este momento toscas sorpresas de ingeniería genética para todos nosotros. O casi todos. No para ellos, desde luego. Pero es debajo donde está el auténtico meollo del instituto, el violento mundo del sótano.

      El sótano es muy cálido en invierno. Entrar en él supone caer redondo por el poderoso olor amoniacal de las magníficas imprentas del instituto. Amplias avenidas canalizan carretillas elevadoras e incluso pequeños camiones eléctricos cargados de bebidas frías para los habitantes de las tripas. ¡El rugir de motores! Y desde los grandes bulevares del sótano se pueden ver los camiones alejarse en la distancia. A veces el sótano es como una mina. Inexpresivos y demacrados hombres conducen vagones, llevan a sus compañeros hacia las entrañas donde se realizan numerosos servicios propios de superhombres para los esponjosos soñadores de las cálidas capas superiores. Los hombres son mugrientos ahí abajo. Fisher se preguntó si habrían subido alguna vez a las plantas superiores los tipos sucios que permanecían en torno a las máquinas expendedoras depositando sus escasos centavos en ellas. A veces los entretenía con su violín (¡o eso pensaba él!): hombres con monos de trabajo bailando tarantelas y extrañas polcas en las infrecuentes áreas iluminadas de los oscuros túneles del sótano. Tengo que acordarme de ensayar pensó. A veces se podían escuchar los cantos fúnebres de un entierro en el sótano. Se supone que nadie debe verlos pero en susurros contenidos hay quien asegura haberlo hecho. Porteadores vestidos con monos negros cargan al fallecido hacia las entrañas en una de las carretillas eléctricas. Entonan sus cantos fúnebres al ritmo que un lúgubre percusionista marca sobre un bidón. Cuando Fisher decidía que el teléfono no sonaría y los soñadores de su planta parecían tan entumecidos por su propia esponjosa calidez que no requerirían nada de él, siempre se dirigía al sótano. Para una animada visita a los corpulentos hombres que lidian con verdaderos problemas. No los estúpidos enigmas concebidos cada hora e inmediatamente patentados en la masa dulce de las capas superiores.

      Pero la capacidad de respuesta e incluso la determinación de Fisher se habían visto embotadas por el accidente y no tuvo la iniciativa de bajar al sótano. Permaneció sentado con la mirada fija y borrosa en su calendario. Normalmente se excedía trabajando. Habitualmente se estremecía ante la previsión de su próxima tarea. Era conocido por sus respuestas inmediatas ¡ME PONGO AHORA MISMO A ELLO! ¡SIN PROBLEMA! ¡DÉJALO EN MIS MANOS! Pero ahora estos pelmazos ven a otra persona pensó Cuando hacen pasar su brujería por mi escritorio. Les mantenía la mirada en blanco no por desafiarlos sino por mero adormilamiento. ¡Lerdo, estoy completamente lerdo y atontado para siempre por haberme golpeado la cabeza! pensó. ¿Dónde está tu informe? ¡Normalmente escribes un informe de veinte páginas! No podía recordar cómo responder a las quejas ¿? si es que había habido quejas. Mis únicos pensamientos claros se dijo Son sobre mi violín. Pero esto tampoco era cierto. Las sencillas melodías cortas que había aprendido antes del sábado quedaron desmembradas por el accidente el domingo. ¡Domingo! se lamentó ¿Cuándo volverán a ser normales mis reacciones? ¡Cállate! saltó Smith al otro lado de la partición.