Название | El peronismo y la consagración de la nueva Argentina |
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Автор произведения | Carlos Piñeiro Iñíguez |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789507547096 |
En cambio, Ávalos pasó a integrar el grupo directivo del GOU, que en esos días venía a la ofensiva contra sus detractores, vinculando los cuestionamientos a una cuestión más profunda que la interna militar: la política general del gobierno y, en especial, el debate sobre la neutralidad argentina. Así se desprende de sus boletines. La “Noticia N.° 6” advertía sobre “los elementos de la antipatria” que procuraban reorganizarse y hacían llegar al presidente “sugestiones para que se detenga la obra unificadora”, y las vinculaba con las presiones en materia de política internacional. La “Noticia N.° 7”, del 10 de julio, planteaba la necesidad de reafirmar los principios del GOU y cumplir “lo expresado por el Exmo. Señor Presidente en la comida de camaradería”, haciendo suya la expresión “de que todo aquel que se oponga, trabe o perturbe su acción será apartado violentamente del camino y acusado como traidor a la Patria”. Finalmente, la “Noticia N.° 8”, de carácter “Reservado”, del 17 de julio a las 20.00 h, informaba que la “acción decidida del GOU [...] ha permitido intervenir en forma instantánea, para destruir en su germen, focos que pudieron traer perturbaciones en la marcha moral del Gobierno militar”. Vinculaba ese ataque con “quienes procuran crear un clima prerrupturista” en materia de política internacional. Además, el mismo boletín informaba sobre la modificación de las Bases del grupo, “a fin de evitar en el futuro interpretaciones que confundan”. Así, se redactaba el inciso a) del N.° 5 de ese documento: “Nos proponemos seguir al General D. Pedro P. Ramírez, apoyar y proteger su obra hasta la completa consecución de sus objetivos y, para ello, colaborar decididamente en mantener al Ejército en la mano de su Ministro de Guerra, General D. Edelmiro J. Farrell, que es el órgano técnico, natural y legal para dirigirlo”87.
Esa reformulación de las “Bases” del GOU, simultánea con la intensificación del reclutamiento, al postular la lealtad de sus integrantes no ya solamente hacia Ramírez, sino en forma directa a Farrell, fortalecía internamente a quienes actuaban bajo el “paraguas” del ministro de Guerra: Perón y los suyos que, para entonces, además de Mercante, incluían a Ferrazzano, Uriondo y Ladvocat. Paralelamente, Perón aprovechó el resultado de la crisis de julio para tener información más segura de lo que ocurría en la Casa Rosada. Su táctica, aplicada con éxito en agosto de 1943, fue ofrecer tentadoras agregadurías militares en el exterior a los cuatro oficiales que, institucionalmente, rodeaban a Ramírez: el coronel Armando Raggio, ayudante personal del presidente, y los tenientes coroneles Carlos Vélez, jefe de la Casa Militar, Francisco Fullana y Augusto G. Rodríguez, edecanes. Raggio, Vélez y Fullana aceptaron destinos en Roma, Madrid y Lima, respectivamente. Solo Rodríguez rechazó la oferta. A fin de agosto, Aristóbulo Mittelbach quedó al frente de la Casa Militar y Heraclio Ferrazzano fue nombrado edecán presidencial88. Más allá de las pujas movidas por ambiciones personales, estaba en juego la definición de dos aspectos centrales: la ubicación internacional de la Argentina y el régimen político interno.
1.4.b) La relación con Estados Unidos y la neutralidad
De manera contradictoria, el coronel Anaya, al querer evitar la imagen de inestabilidad en el gobierno, en julio de 1943 terminó actuando a favor de sus adversarios: el GOU y los oficiales neutralistas que, como Ávalos, tendieron a confluir con la logia que, cada vez con mayor insistencia, se atribuía ser el artífice de la Revolución de Junio. El 17 de julio, cuando Perón ya había capeado el primer intento por desplazarlo, murió el vicepresidente Sueyro, lo que vino a favorecer los planes del GOU de establecer vínculos más estrechos con oficiales navales afines. Hasta la siguiente crisis de octubre, como se verá, no se cubrió la vacante, lo que no solo debilitaba la presencia de la Armada en el gobierno, sino sobre todo la de los aliadófilos. Paralelamente, el GOU inició su propaganda sobre los marinos, a través de oficiales de la Artillería de Costas, cuerpo que ya comenzaba a recibir el nombre de Infantería de Marina, aunque recién la ley 12.883, aprobada en noviembre de 1946, la crearía como institución. En el relato de Plater, fue en ese contexto que “el entonces teniente coronel de Infantería de Marina Alfredo Job (proveniente del Ejército), comenzó a recibir folletos y panfletos del Grupo de Oficiales Unidos (GOU), cuya cabeza aparente (después lo confirmamos) era el coronel Juan D. Perón”. Según Plater, Job los anoticiaba de las informaciones del GOU; aunque “no nos satisfacían” y las recibían con “lógicas desconfianzas”, advertían “óptimas intenciones” en el contexto de las preocupaciones que embargaban a la oficialidad89.
En esa inquietud, que compartían hombres del Ejército y de la Armada, la ubicación de la Argentina en el continente y en el mundo tenía un papel central. El gobierno aparecía claramente dividido en torno al mantenimiento o no de la neutralidad, y en ello, junto con posiciones ideológicas y políticas, se planteaba la cuestión pragmática del reequipamiento militar. En ambos terrenos, la clave de la cuestión estaba en las relaciones con Estados Unidos y sus presiones para que todas las naciones del continente rompiesen relaciones con las potencias del Eje.
Aunque no llegaban al entusiasmo del Daily Mail inglés, que lo consideraba un triunfo del “partido aliado”, tanto el gobierno como la prensa estadounidense habían recibido con expectativas favorables el derrocamiento de Castillo. Las ediciones de The New York Times de esos primeros días de junio de 1943, por ejemplo, reiteraban que, aunque no estaba aún definida, se esperaba que la política del nuevo gobierno pusiera a la Argentina en “las filas de las Naciones Unidas”, término entonces aplicado al bando aliado en la guerra. Aunque el relevo de Rawson por Ramírez generó preocupación en Washington, la presencia del almirante Storni en la Cancillería argentina y sus declaraciones en apoyo a una “política de plena colaboración con todas las repúblicas del continente, particularmente con los Estados Unidos”, mantuvieron las expectativas iniciales. El Departamento de Estado reconoció a las nuevas autoridades, y el 11 de junio el embajador Armour fue recibido por el almirante Storni, quien le habló “como hombre”, dándole la opinión de que el gobierno de Castillo, ante el caso Niebuhr, tendría que haber roto relaciones y declarado la guerra a Alemania, y no solo expulsado al agregado naval. En cambio, a fin de ese mes, un informe de la Office of Strategic Services (OSS) consideraba que era “muy claro que el propósito del coup d’état de Ramírez no era ofrecer una solución drástica a la siempre creciente crisis argentina, sino más bien asegurar la permanencia del actual grupo dominante”, y que el nuevo régimen militar “postergaba” la toma de esa decisión. A pesar de ello, todavía a mediados de julio, Armour le informaba al secretario de Estado, Cordell Hull, que si bien “existe confusión y falta de definición en la política del gobierno [argentino], tanto en la interior como en la exterior, creo que no debiéramos sentirnos desalentados”. Citaba como fuente de esa esperanza sus conversaciones con Storni y con el general Ramírez, quienes, según el diplomático estadounidense, “pretenden, dentro de un plazo razonablemente breve, cortar relaciones con el Eje”. Armour recordaba la vinculación de Ramírez con políticos radicales como detonante de la crisis y caída del gobierno de Castillo, planteaba la necesidad de que el gobierno dejase “que la prensa democrática hable francamente a favor de este paso” para convencer al pueblo, y, según sus palabras, era posible “que el general Ramírez, sensible, como ya se ha mostrado, al sentimiento público, advierta la inclinación abrumadoramente democrática del país y se coloque a la cabeza de un movimiento que haga retornar el gobierno a los cauces constitucionales”. Cabe destacar que, en contraposición a esa salida, Armour marcaba un aspecto interesante, viniendo de un diplomático estadounidense: “Es cierto que los militares, y en especial el grupo de coroneles que jugaron un papel destacado, y lo siguen haciendo, en el movimiento, tienen pocas posibilidades de ser usados por los políticos, y están decididos a eliminar la corrupción y a librar al país de peculados y trapacerías. Estos oficiales, que al parecer son sinceros en su ‘cruzada’, muy posiblemente tratarán de oponerse al retorno al marco constitucional, al menos hasta que sientan que se ha realizado una completa limpieza y que se ha dado por cierto