Femme de ma vie. Jorge Pimentel

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Название Femme de ma vie
Автор произведения Jorge Pimentel
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789942866592



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bien Isabela) .

      —Mmmm, ¿y los demás? ¿No quieren venir a casa de Josephine? Me invitó y me dijo que les dijera, porque no pudo venir hoy.

      Josephine era una niña común, no me parecía que tuviese alguna característica particularmente resaltable y había sido interés romántico de Hernán. Al parecer se cambiaría de escuela, pues lo haría también de casa, y buscaba tener una última reunión con sus amigos.

      —¿Dónde vive? —Preguntó Rafael—

      —En las unidades que están aquí detrás.

      —Ahh, pues ahí vives tú también ¿no, Hernán? —Preguntó Anna.

      —Sí, de hecho, también vive ahí Isabela, jajaja —contestó.

      —Todos muy cerquita.

      —Pues yo tendré que ver, pero yo digo que sí —respondí al planteamiento inicial.

      —Pues yo igual, digo, a lo mejor llego un poco tarde, pero sí voy —dijo Rafael.

      —Vale, entonces le digo a Josephine y que al rato les envíe su dirección a los que no la sepan —dijo Isabela.

      No solía aceptar ese tipo de proposiciones, la vagancia la prefería hacer en mi casa, pero me lo pensé dos veces, presionado en medida por la premisa de que sería la última vez que veríamos a Josephine, así que llegando le planteé a mi mamá al respecto, obtuve su permiso.

      Me salta una notificación, al parecer Josephine había creado un grupo para plantearnos lo que antes Isabela nos decía:

      —Chicos, pues como ya les dijo Isa, estoy planeando un mini convivio en mi casa. Pronto me cambiaré a otra más adentrada en el Estado de México, y pues me quedaría lejos nuestra secundaria, por lo que también me cambiaré de escuela.

      —Pero ¿por qué te cambias? —Preguntó Hernán tratando de mostrarse triste.

      —Estaba rentando la casa aquí, y pues ya subieron un poco la renta. Tenemos la casa allá, así que no vemos por qué no ocuparla.

      —Sí, pues sí —respondió Hernán.

      —Va a ser aquí en las unidades detrás de la secundaria, en el edificio C, número 128. ¿Vienen, entonces?

      —Sí, pues sí —contesté.

      Todos los demás aceptaron, excepto Millicent, que sostuvo tenía que ir al centro de la ciudad con sus padres ese fin de semana.

      El plan estaba hecho, iríamos a la casa de Josephine pronto, pero no hay que correr, primero finiquitemos el día con paz y armonía, efímera.

      Veía tranquilamente las noticias nocturnas, cuando de repente volví a ver a Catalina conectada. Mi interior volvía a debatirse el hablarle o no: ¿qué le diría? ¿Estaría de buen humor como para recibir algún chiste? ¿Es adecuado decirle chistes o debo mostrarme más bien serio? ¿Cómo habré de gustarle si ni me ha visto más que en un par de fotos y en la foto que le envié a Anna para que le enviara a ella?

      Las cosas se aclaraban, Catalina debía verme, de lo contrario jamás habría de gustarle, no hay conexión que solo prolifere en vacíos mensajes que no te dejan expresar la complejidad de las emociones, o sus connotaciones profundas, pero el que escuchara mi voz era pollo de otra sopa, primero, al menos, debía ver mi cara, conocer mi rostro.

      Todavía no oscurecía, así que tomé mi celular y fui a la parte de la casa donde creyese que había mejor luz e hice algo que no solía hacer ni por equivocación, no era principalmente fan, tal vez porque llenaba mi cabeza de complejos que me doblegaban, y que me seguirían doblegando, pero tenía que tomarme una foto y encontrar en ella la que más complejos superase para poder publicar, y en el camino, tal vez cautivar a Catalina.

      No hay nada más curioso que la descripción de un acto simple: yo parado a conveniencia para tomar el ángulo más adecuado, donde la luz me diese bien, resaltando los detalles de mí que me gustaban: mi tez blanca, uniforme, de cierta manera, mi cabello castaño que tenía rizos claros a la luz del sol. Animándome me visualicé como un hombre que con todo podía. Solía medir lo que hiciese, al menos en aspecto romántico, con lo que Rafael, pero ciertamente los contextos y situaciones nunca habrían de ser los mismos. En el otro extremo de mí, mi brazo, agarrando el celular que tomaría la foto. Eso hice.

      Publiqué la foto, llegándome un par de notificaciones, un instante después, de que algunas personas habían indicado que les gustaba, pero a mí no me interesaba eso de cualquier persona, sino de Catalina. Cuando vi que Catalina había reaccionado a la foto, me despreocupé, pues la foto había cumplido su cometido, impactar en Catalina.

      El segundo paso del malévolo plan, que más bien era malévolo hacia mí y no hacia ella, por implicar enfrentarme a mí inseguridad a la hora de hablarle, era hablarle. Envié un mensaje a Letizia, debía estar allí, por si algo se complicaba.

      —Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

      —¿Qué tal? —respondió Letizia.

      —¿Qué haces?

      —Pues estaba viendo la televisión con mi mamá, ¿y tú?

      —Pues venía a ti en busca de valentía.

      —¿Qué pasó con la amiga de Anna? ¿Cómo se llamaba?

      —Se llama Catalina. No ha pasado nada, pero tengo ganas de hablarle, pero todavía me lo estoy pensando.

      —¿Y ahora por qué?

      —Por las mismas primeras razones.

      —Pues entonces te doy los mismos primeros consejos, sé tú mismo y todo fluirá naturalmente.

      —…Supongo.

      —Deja de suponer. ¡Venga, va! ¡Háblale!

      Lo que buscaba en Letizia lo obtuve, el que me dijera que le hablase a Catalina, como buscando una excusa y deslindarme de la decisión. Como si usase la valentía ajena para suplir la propia. Sea como sea le envié mensaje a Catalina.

      —Buena noche, bella dama.

      —Jojo, ¿qué tal caballero?

      —¿Cómo estás?

      —Bien, bien, ¿y tú?

      —Bien también… ¿Qué tal la escuela?

      —Nada novedosa, aconteció regularmente.

      —Eso es bueno.

      Las ideas se me habían acabado, pude haber dado la conversación por terminada. No obstante, por afuera de la ventana vi una Luna llena que me pareció particularmente bella… Particularmente bella para usar de pretexto:

      —¿Ya viste que hoy hay Luna llena? No sé si no me había parado a verla antes, pero me parece linda.

      —Sí, la vi hace rato, está muy bonita.

      —¿Sabes qué significa esto? Que hoy me convierto en hombre lobo.

      —Jajaja, ajá, sí.

      —Jajaja, no es cierto, no puede ser así, porque soy vampiro, pero no de los que se popularizaron hace un par de años con la novela, prefiero el tono del clásico, el de Vlad Tepes.

      —Más sangrienta la cosa, ¿no? Jajaja.

      —De hecho. Pero bueno, ya no te quito más tu tiempo, estimada. Ten buena noche —cerré, pues ya no tenía ideas.

      —Jajaja, tenga usted buena noche.

      Ya había cumplido mis dos objetivos: tener impacto gráfico en Catalina, y hablarle. Ahora sí, sin más demora, podíamos relajarnos y finalizar el día, así hubiera sido, pero llegó a mí una notificación de Anna.

      —¡Hooola!

      —Jajaja, hola. ¿Qué haces?

      —Nada, estaba aquí con mi hermana.