Chile 1984/1994. David Aceituno

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Название Chile 1984/1994
Автор произведения David Aceituno
Жанр Документальная литература
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Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789561709225



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enviados por Pinochet, entre los que se incluían el de sistema electoral, el del Congreso Nacional y del Tribunal Calificador de Elecciones (TRICEL). Sin embargo, la demanda de una salida rápida se irá “congelando“ poco a poco. Esto debido a que en las negociaciones emprendidas entre los miembros de la Alianza Democrática y la gestión encabezada por Sergio Onofre Jarpa se irá percibiendo una clara tensión en las agendas. Por una parte, el representante de Pinochet no es escuchado en la Junta y se le da muy poco espacio de negociación, a la par que seguía la represión en las calles en el marco de las protestas nacionales. Por otra parte, como se ha visto, la oposición se encontraba dividida entre si ceder a la Constitución y su itinerario o mantenerse firmes en no aceptarla, como se había hecho hasta ese momento, y seguir intentando acceder a la democracia lo antes posible. El optimismo se difumina con los años y fue ganando terreno gradualmente la idea de la aceptación de la Constitución.

      Estos acontecimientos provocaron nuevas desavenencias con la oposición y afectará fuertemente la posición de Jarpa en el Gobierno, en especial en lo referido a las reformas políticas que se terminan por archivar. La situación, una vez más, se “congela“ y el poder de Sergio Onofre Jarpa iría en picada frente a un Régimen que cerrará filas frente al adelantamiento de plazos o reformas políticas (como veremos adelante, uno de sus logros será la rearticulación de los partidos de derecha y pro-régimen). Ese mismo año, el Ministro presentará la renuncia en vista de la imposibilidad de continuar con el plan político de 1983, el nuevo “cerramiento“ del Régimen se consolidaría con la llegada de un joven Francisco Javier Cuadra, quien lidera el estado de sitio y la censura bajo el decreto 1217, asumiendo la secretaria general de gobierno el 6 de noviembre de 1984. Jarpa dejará definitivamente el Ministerio del Interior el 12 de febrero de 1985, asumiendo Ricardo García, también cercano a Cuadra, la situación volvía a complicarse para la oposición.

      “No pongo en duda que nuestro actual régimen pueda mantenerse inconmovible en el poder, empecinado en hacer cumplir su Constitución “como está escrita y punto“, según recientes declaraciones del gobernante (…) Puestos a la tarea de buscar una solución, lo primero es dejar de lado la famosa disputa sobre la “legitimidad“ del régimen y de su Constitución. El régimen invoca el plebiscito de 1980 para sostener la legitimidad de la Constitución. La disidencia la considera ilegítima, porque fue gestada por el oficialismo sin ninguna participación del pueblo (…) Personalmente, yo soy de los que consideran ilegítima la Constitución de 1980. Pero así como exijo que se respete mi opinión, respeto a los que opinan de otro modo.

      Esta tesis será el pilar sobre el que se actuará en los años subsiguientes. De esta manera, desde mediados de 1985 se iniciaría un proceso de reconstitución de la oposición para sacar a Pinochet. Su propuesta no logra inicialmente unificar las diversas “lenguas de Babel“. Ricardo Lagos criticó severamente la propuesta, y Jorge Molina representante de los socialistas en la Alianza democrática, envió una dura carta a Enrique Silva que presidia la Alianza en ese momento, señalándole la preocupación de los sectores que representaba. Ambos ratificaron su posición original: La asamblea constituyente y la ilegitimidad de la Constitución., eran las bases del diálogo, pese a la tesis personal de Aylwin. Por su parte, Edgardo Boeninger, será de los pocos que públicamente apoyarán la tesis del que será luego el primer presidente del retorno a la democracia. Se iniciará de esta manera un fuerte debate sobre la Transición (por ejemplo en los encuentros organizados por el Centro de Estudios del Desarrollo liderado por Boeninger y Tironi), eso sí, con cada vez menos tiempo por delante.

      A nivel de los actores internacionales, desde mediados de la década de 1980, el régimen de Pinochet estaba cayendo en un importante descrédito, factor que es importante reconocer porque forma parte del contexto en el que se mueve el régimen de Pinochet. En los Estados Unidos por ejemplo, la política del segundo gobierno de Ronald Reagan (1985-1989) y debido a distintas consideraciones estratégicas, se esmeraba en presionar y criticar el gobierno militar, lo mismo que hicieron los países de Europa Occidental. Esto sin contar que en América del Sur, hacia 1986 solamente Chile y Paraguay tenían gobiernos militares autoritarios, quedando totalmente aislados regionalmente en un marco de transiciones a la democracia vigentes en los restantes países. La condena a Pinochet también se hacía más intensa en las organizaciones de Derechos Humanos, protagonistas de una campaña que se extendía desde la llegada al poder de la Junta Militar chilena.

      En este documento aparece el discurso mucho más conocido de la oposición a la Dictadura, el de la reconciliación, que implícitamente contiene la aceptación de que Pinochet solo saldrá del poder si se logra el triunfo de la oposición en las urnas. A esta altura, el fervor de la crisis de los 80 que demandaba una salida inmediata de Pinochet había menguado y entraba en juego la frialdad política y la necesidad de “eludir deliberadamente“ la Constitución de 1980. Esto se verá reforzado en los consecutivos años, por la visita del Papa a Chile en abril de 1987 y el fallido intento de asesinato de Pinochet en septiembre de 1986, esto último terminará por hacer desaparecer la opción violenta de salida del régimen, por lo menos entre algunos grupos de izquierda que seguían en duda si debían sumarse a la Alianza. Se consolida entonces la idea de un retorno a la democracia “ordenado“ y aceptan las reglas establecidas en la Constitución:

      “Como contribución al llamado a la reconciliación nacional formulado por S.E. el Cardenal Arzobispo de Santiago y como testimonio de la disposición de muy amplios sectores políticos del país a un gran acuerdo nacional que asegure la evolución pacífica hacia una democracia plena y auténtica, todos los que suscriben este documento, en un gesto positivo hacia la reconciliación que se desea, expresan su apoyo a los principios políticos, económicos y sociales que a continuación se enuncian.

      (…) Los valores democráticos deben regir nuestra convivencia y para que ellos se alcancen se requiere una entrega ordenada del poder político