Oficio de lecturas. Francisco Rodríguez Pastoriza

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Название Oficio de lecturas
Автор произведения Francisco Rodríguez Pastoriza
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788412295887



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y baja cultura (o del gusto íntimo y gusto popular, como las denomina Pierre Bourdieu), división en la que no es baladí la influencia de poderes como el económico o el religioso a lo largo de la historia. Los partidarios de desmontar esta tesis recuerdan que los dramas de Shakespeare y las comedias de Lope de Vega fueron creados para el consumo masivo, que Dostoievski y Víctor Hugo escribieron sus grandes obras en formatos por entregas o que la ópera nació como un espectáculo popular. Recuerda Tzvetan Todorov en su obra El miedo a los bárbaros que en la Francia del siglo XVIII condenaban las obras de Shakespeare por considerarlas excesivamente burdas, ya que la cultura francesa de la época exigía separar los estilos elevado y vulgar, que el dramaturgo inglés mezclaba. ¿Sabían ustedes que, en su estreno en 1824, la Novena Sinfonía de Beethoven fue considerada por la crítica más culta como «una obra escrita para cerebros que por educación y por costumbre no consiguen pensar en otra cosa que no sean los trajes, la moda, el chismorreo, la lectura de novelas y la disipación moral, a los que les cuesta un gran esfuerzo sentir los placeres más elaborados de la ciencia y del arte»? La revolución que supuso esta sinfonía en la evolución de la música no fue apreciada en su dimensión innovadora por sus contemporáneos, quienes, obsérvese, tampoco consideraban edificante la lectura de novelas. Cuando Tchaikovsky estrenó el Concierto para violín y orquesta, el crítico más célebre de la época, Eduard Hanslick, dijo que era «música hedionda y de salvaje nihilismo». Por su parte, La consagración de la primavera, de Stravinsky, fue demolida por la crítica y pateada por el público durante su estreno en París en 1913. En su momento, la pintura realista, con escenas de mercados, faisanes y personajes oscuros, desplazó las Anunciaciones y los motivos religiosos y mitológicos como temas centrales del arte, lo que desató las críticas de los guardianes de la pureza cultural. En otros ámbitos, la primera crítica que el New York Times dedicó a un disco de The Beatles no apareció hasta 1967, cuando el grupo publicó Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Richard Goldstein, el crítico de pop del periódico, hizo una descalificación contundente del álbum. Por el contrario ¿sabían que el cine, hoy el gran espectáculo de masas, fue en sus orígenes concebido para la aristocracia y la alta burguesía de la época, a juzgar por los elevados precios de las entradas a las primeras proyecciones de los Hermanos Lumière y a que su vitrina social en París se instaló en un bulevar céntrico de la capital, y en Madrid en el elegante Hotel Rusia, a donde acudió la familia real para ver el nuevo espectáculo? Lo dice el investigador y catedrático de Historia del cine Román Gubern en un artículo titulado “Del palacio al televisor, pasando por el minicine” (Revista de Occidente Nº 290-29)1.

      En la actualidad la información cultural está firmemente asentada como una especialización más de los contenidos de los medios de comunicación y ocupa un espacio cada vez más importante, unas veces por una verdadera preocupación del medio por la cultura, otras porque la información cultural prestigia a sus soportes y es por lo tanto rentable para la consideración social de estos. En ocasiones también por los intereses comerciales a los que el medio está vinculado: en muchos casos se da una mezcla de todas estas consideraciones.

      En lo que se refiere a la organización de las estructuras informativas de las empresas de comunicación hay que decir que no todos los medios están de acuerdo en asignar a esta área de información (en los medios en que existe un área específica de Cultura, que no es en todos) las mismas informaciones. En este sentido no suele plantearse ningún tipo de duda cuando se trata de informaciones relacionadas con lo que se conoce como alta cultura (artes plásticas, literatura, música clásica, etc.), pero en la organización de las redacciones de periódicos y cadenas de radio y de televisión la información relacionada con ámbitos como la cultura y el arte populares, las fiestas, la artesanía, el folklore, la ciencia o la información sobre los mismos medios de comunicación, además de otras integradas en nuevas esferas como la decoración, el diseño, la moda o la gastronomía, es frecuente que se gestionen por áreas informativas distintas a la de Cultura, fundamentalmente por el área de Sociedad, que en algunos de estos medios, además, absorbe a la de Cultura en su totalidad y se transforma en un área de Sociedad, Cultura y Espectáculos.

      En los medios de comunicación la cultura aparece en la forma que Abraham Moles definiera como ‘cultura mosaico’, aquella que iguala las informaciones relacionadas con el clasicismo y las vanguardias con las del utilitarismo y el consumo: lo sublime con lo ‘kitsch’. La que coloca en una misma página del periódico la subasta de un cuadro de Picasso y el último escándalo erótico de Miley Cyrus; en un mismo programa de radio una sinfonía de Beethoven y un tema de hip-hop, en un mismo programa de televisión las declaraciones de un premio Nobel de literatura y las imágenes promocionales de la última entrega cinematográfica de la saga Torrente.

      En la actualidad, y en relación con la información de la cultura en los medios de comunicación, tanto la obra cultural como el creador están mediatizados además por nuevos sujetos culturales y agentes productores, como la editorial, la galería de arte y el marchante, la casa discográfica, el empresario de espectáculos, las distintas instituciones públicas y privadas… que colocan tanto al autor del producto cultural como a su consumidor en una nueva situación dentro de las estructuras sociales y de mercado. La influencia que la estrategia de estos nuevos protagonistas de la cultura tiene sobre los medios de comunicación condiciona el concepto mismo de cultura en el sistema social en el que se desenvuelven. En la actualidad, cuando hablamos de cultura, y sobre todo cuando hablamos de información cultural, hay que tener en cuenta un nuevo concepto que mediatiza y condiciona tanto una como otra: el concepto de industria cultural. Hay que advertir que este último contiene en sí mismo una cierta consideración peyorativa al suponérsele parte de una estrategia de producción capitalista pensada para el consumo y que persigue un beneficio de tipo económico en lugar de una finalidad en la formación cultural de los ciudadanos, tanto en su aspecto de producción como en el de reproducción y difusión. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en nuestra sociedad actual es inevitable la intermediación de las industrias culturales en la totalidad de la producción y la promoción de la cultura.

      Los medios de comunicación han potenciado el concepto de cultura bautizado por la Escuela de Frankfurt como cultura de masas, la que mejor se corresponde con su divulgación a través de los medios de comunicación: un mensaje efímero emitido por una élite de comunicadores a un receptor masificado, disperso y anónimo, a través de medios de comunicación centralizados que dan prioridad a la novedad por encima del clasicismo y legitiman como cultura productos de dudosas características culturales. Y que en ocasiones hasta degradan valores artísticos y culturales al convertirlos en objetos de uso. Los medios de comunicación, además, difuminan las fronteras de calidad entre la alta cultura y la cultura de masas al tener la misma consideración y dar el mismo tratamiento a informaciones relacionadas con una y otra. Sin embargo, otras consideraciones (entre las que se pueden citar las relacionadas con movimientos como el de la New Left o los Cultural Studies) atribuyen a la cultura de masas un importante valor como método para analizar la sociedad actual, una sociedad que tiene acceso a muchos de los numerosos medios de comunicación, en ocasiones únicos responsables de su formación cultural. Actualmente el término cultura de masas está siendo sustituido o haciéndose equivalente al de industria cultural. Hay que advertir, no obstante, que ya algunos de los filósofos de la Escuela de Frankfurt utilizaban ambos términos como sinónimos o como estrechamente relacionados: Adorno y Horkheimer titulaban “La industria cultural” el estudio que ocupa la parte central de su Dialéctica de la Ilustración. En todo caso los medios de comunicación son en la actualidad el mejor cauce para la divulgación de la cultura y uno de los lugares de privilegio para su creación y recreación. De ahí la responsabilidad del periodismo cultural como práctica informativa que se ocupa de la difusión de la cultura. Se trata de una actividad profesional de las que exigen una mayor y más rigurosa preparación por parte de los periodistas que ejercen esta especialidad, que tienen el deber de proporcionar acceso al capital cultural a quienes no poseen los códigos, la formación intelectual y la sensibilidad necesarias para asimilarlo y convertirlo en gratificante. El periodismo cultural tiene la obligación de hacer comprender una información que no está al alcance de todos los ciudadanos porque requiera una preparación que muchos no tienen. Y debe hacerlo, además, utilizando un lenguaje que conmueva y seduzca, que despierte en los receptores el interés por la belleza y por los valores de la cultura antes que la apetencia por la mercancía.