Название | Épsilon |
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Автор произведения | Sergi Llauger |
Жанр | Языкознание |
Серия | Pluma Futura |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788412130799 |
Jacob se quedó pensativo. Que las bandas pactaran entre ellas para actuar juntas era muy mala señal.
—¿Cuál es la situación ahora?
—Parece ser que está bajo control. Aunque vete a saber hasta cuándo. Apenas quedan vigilantes para hacer frente a esta crisis y con los pocos que hay solo podemos reforzar la seguridad en los Barrios Altos. La tensión ahí fuera es máxima. Las calles se han llenado de muertos. Por todos los astros, han secuestrado a una periodista.
Por algún motivo, Jacob se acordó de la interlocutora de las noticias. Vicky Benett, se llamaba.
—Siento decir que todo irá a peor —aportó el mercenario—. Si las cosas están así ahora, en cuanto la última de las naves Arca parta hacia Épsilon ya no habrá esperanza para nadie. Aquí solo permanecerá el caos.
—Cierto… —admitió Fergus—. Pero todavía queda una lista de evacuación que hacerse pública. No sé cómo diantres se han atrevido a hacer algo así en un momento como este.
—Esas listas están amañadas desde que el movimiento para evacuar la Tierra empezó a mediados del siglo pasado. Todas las plazas de las once naves que han abandonado el planeta en los últimos cincuenta años han tenido nombre y apellidos; en su mayoría destinadas para gente de tu nivel adquisitivo, Fergus. Los ciudadanos lo saben.
—No… solo lo sospechan. Hay una gran diferencia. Es por eso que siempre se incluyen unos pocos ciudadanos sanos de los suburbios de entre toda la gente importante que embarca.
—Diferencia… —Jacob soltó un bufido de risa. Por alguna razón aquel comentario le molestó—. Sin duda, un término de lo más relativo.
—¿Y eso te resulta gracioso?
—Solo el despotismo con el que lo utilizas. ¿Qué te hace diferente a ti de ellos?
Fergus levantó de forma casi imperceptible una ceja, preguntándose cómo un insecto como Jacob tenía la osadía de hablarle en aquel tono.
—¿Por dónde quieres que empiece? ¿Por mi carga genética, por mi don de la teatralidad o por mi estatus económico y social?
—Por los tres.
—Entonces trataré de resumirlo —repuso Fergus, ligeramente crispado—. Una de las mayores ventajas de poseer un coeficiente intelectual elevado y ser capaz de expandir y dirigir con eficacia una nueva religión cuando todo está a punto de irse al cuerno, es que te ves con la libertad de soltar en público todas las memeces que quieras mientras se sostengan dentro del dogma establecido, y la gente te escucha y te paga por ello. —Presionó el dedo índice contra la mesa—. Porque nos necesitan; necesitan una rama a la que aferrarse para que la idea de una dantesca y cada vez más cercana muerte sea menos aterradora. Estamos hablando de una estrella de neutrones del tamaño de la Luna que gira mil veces por segundo sobre sí misma y cuya gravedad equivale a un millón de veces la de nuestro Sol, que se acerca al noventa y siete por ciento de la velocidad de la luz hacia la Tierra despedida por una antigua supernova cabreada y que cuando llegue dentro de once meses lo desintegrará todo en una millonésima de segundo. ¡Joder!, no es que sea precisamente una gripe común. La gente está desquiciada. Nosotros solo hemos tratado de otorgarles luz en estos días oscuros.
—Vaya, qué bonito —mencionó Jacob con cierta desfachatez.
Fergus se respaldó sobre su silla y lo miró con aire de superioridad.
—¿Me he equivocado esta vez al arrastrarme hasta aquí para tratar de contratar tus servicios antes que los de otros, Jacob? —sonó como una amenaza—. Puede que se te haya echado de menos, pero yo no me caso con nadie.
Sus miradas analíticas se cruzaron en silencio durante un par de segundos.
—Mis disculpas… —las palabras del mercenario no sonaron demasiado veraces—. Soy un poco bocazas, ya me conoces.
—Bocazas… Y rebelde —masticó las palabras—. Esa es tu naturaleza. Vienes de una infancia difícil y de una juventud infame. Te saqué de la miseria de la vieja Detroit cuando aquello ya era solo una ciudad fantasma y tú poco más que un animal. Te ayudé porque demostraste tener unas cualidades extraordinarias para tu trabajo. Pero la próxima vez que te dirijas a mí de ese modo, aunque solo sea un gesto que no me guste lo más mínimo, me encargaré de que te quedes solo.
Jacob calló y apartó un segundo la mirada. Los recuerdos que conservaba de esa época traumática de su pasado no eran del todo claros, como si su cerebro se hubiera esforzado por desterrarlos al olvido. Era mejor así. Por otro lado, le gustara o no, lo cierto es que le debía un respeto a aquel hombre, si no fuera por Fergus habría muerto de hambre o de cualquier enfermedad mucho tiempo atrás en aquella ciudad maldita, sin importarle a nadie. Con suerte, el personal de limpieza urbanística habría dado con su cuerpo pudriéndose entre las ruinas y lo habrían arrastrado hasta la fosa común más cercana.
—¿Qué necesitáis que haga? —dijo al fin, colaborador.
Fergus, satisfecho, dejó entrever un par de dientes de platino en medio de las teclas amarillentas que formaban su dentadura. Luego adoptó un porte mucho más serio y acercó el pecho a la mesa.
—El atentado de hoy ha sido una simple tapadera. El verdadero atentado ha tenido lugar en el límite exterior de la ciudad, en el CENT, minutos después de estallar la bomba del Capitolio.
Jacob frunció el ceño. El CENT era el complejo termo-nuclear cercano a la ciudad. Durante más de una década vivió su época dorada con la construcción de las últimas naves Arca, pero ahora solo era otro complejo gubernamental más a punto de ser clausurado. ¿Qué interés podría tener para nadie?
—Explícate.
Fergus se tomó su tiempo. Apartó con la mano unas migajas de comida de la mesa.
—Dime, ¿recuerdas cómo consiguen las naves Arca alcanzar la velocidad de curvatura?
La pregunta lo cogió por sorpresa.
—Claro… —dudó. Aunque apenas se hablara ya de ello era algo que todo el mundo conocía—. Tiene que ver con la antimateria. Su producción en masa ha agotado todos los recursos del planeta, por eso ahora es un mundo estéril. El precio que se ha pagado para salvar la raza humana.
—En efecto —dijo—. La antimateria: la fuente de energía más poderosa que existe. Tan solo diez miligramos serían suficientes para propulsar una nave de aquí hasta Marte. Un kilo aporta la energía necesaria como para llegar a Épsilon en cuatro años en vez de en cuarenta.
—O para proveer de electricidad diez ciudades como esta durante siglos… —puntualizó—. ¿A dónde quieres ir a parar?
Fergus se ajustó el doble nudo de su corbata mientras escogía bien las palabras.
—Hoy, alguien ha burlado los sistemas de seguridad del complejo aprovechando que todas las fuerzas de control civil se dirigían al distrito de la Dama Blanca —dijo—. Sea quien sea es bueno; sin disparos, sin alarmas, sin víctimas mortales. Ha accedido a los laboratorios bajo tierra, ha robado el último contenedor de antimateria y se ha marchado como un fantasma, no ha dejado ningún rastro. La única pista que tenemos es que existen muy pocas personas que sepan dónde se encontraba el dispositivo... —se detuvo un instante antes de seguir hablando—. No hace falta que te diga que sin ese artefacto, la nave Arca que aguarda en la exosfera ni siquiera dispondrá de energía para abandonar la órbita terrestre.
Jacob se cruzó de brazos, calculando la gravedad del asunto, y dejó ir un murmullo pensativo.
—Pues tenéis un buen problema… Uno de narices —matizó—. Si no fuera porque es del todo imposible diría que parece obra de César.
—Déjate de fantasmas —le increpó Fergus—. Centrémonos en lo que importa.