Название | Aceites esenciales en sinergia |
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Автор произведения | Ana Requejo |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418230721 |
La autora Elizabeth Anne Jones, en su magnífico y ameno libro Aromaterapia, despertando a las fragancias curativas, dibuja un camino exploratorio de los aromas a través de grandes mujeres. Por ejemplo, nos cuenta que la princesa Hatshepsut (Egipto, 1500 a. C.), hija mayor de Tutmosis I y Ahmose (princesa heredera y hermana de Amenofis I), fue una pionera en la técnica naturopática de la reflexología podal aromática: cuidaba su cuerpo a base de masajes con mirra en la planta de los pies. Me pregunto si quizás su propósito era doble, físico y emocional: estimular su sistema inmunológico, desinfectando y protegiendo los pies de hongos y bacterias gracias a las propiedades antifúngicas de la mirra, descansarlos gracias a su potente poder antinflamatorio y aromatizar todo su cuerpo —el olor del perfume asciende desde nuestros pies—; y, espiritualmente hablando, lograr un estado de paz y calma mental, algo muy necesario en su posición. La reina Esther (Persia, 500 a. C.), en cambio, nos trajo su método equilibrador a través de sus rituales de purificación emocional y espiritual a base de mirra, rosa damascena y nardo durante seis meses y, los seis siguientes, de sándalo e incienso; una comunión con el amor puro y una conexión con su yo superior.
Pero si buscamos unos fines más «políticos», hemos de fijarnos en la reina Cleopatra (Egipto, 69 a. C.), cuyo manejo de los aromas estaba enfocado sin duda al objetivo, loable o no, de controlar e influir sobre Marco Antonio y Julio César. Sabemos que se preparaba baños de leche perfumada a base de la dulce y sensual canela (Cinnamomum verum), el balsámico y leñoso cardamomo (Elettaria cardamomum), que tonifica el espíritu; la belleza exótica y aterciopelada del arquetipo de la apasionada feminidad del jazmín (Jasminum grandiflorum), la fragancia cálida y picante de la sabiduría emocional del sándalo (Santalum album) y unas gotitas de lima (Citrus x aurantifolia), el frescor que anima y disipa las tensiones. Lista para seducir.
Avanzando algo más, la reina Zenobia del Imperio de Palmira (Siria, 298 d. C.) fue otra mujer poderosa que se sirvió de los aromas para estimular y afianzar su fuerza y coraje con el clavo (Syzygium aromaticum), la canela de Indonesia y la nuez moscada de Ceilán; y también para desarrollar la calma, atenuar y conectar con su yo superior gracias al incienso de Omán, la mirra de Yemen y el sándalo del norte de la India; un aporte sereno y reflexivo necesario para combatir en un mundo dominado por los hombres. También se servía del enebro (Juniperus communis), un potente purificador del cuerpo y de los espacios, junto a la salvia (Salvia officinalis).
Si nos paseamos por la Biblia, Elizabeth Anne Jones nos cuenta la sorprendente reivindicación iniciada por el maestro Jesús con el Cuerpo de Mujeres Evangelistas (Palestina, 20 d. C.) en una época en la cual se les estaba vetado a las mujeres el acceso a la enseñanza hasta el punto de prohibirles tocar con sus manos «impuras» el Torá. Jesús vino a poner orden y equilibrio y comenzó con un gesto muy sencillo: permitió que María, la hermana de Lázaro, ungiera sus pies en público con aceite esencial de nardo diluido en aceite vegetal de oliva, un aroma tranquilizador y un puente de comunicación espiritual: «Entonces María, tomando una libra del costoso perfume hecho de más puro nardo, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Así, la casa se llenó con la fragancia del perfume» (Juan, 12:3). La influencia de Jesús llegó a dar sus frutos en la lucha por los derechos de la mujer y a la vez con la expansión de los aromas al crearse, gracias a él, un círculo de doce mujeres, conocido como el Cuerpo de Mujeres Evangelistas, autorizadas a entrar en la sinagoga y a convertirse en maestras del evangelio. Estas mujeres visitaban y cuidaban de los enfermos y tullidos con plantas, hierbas y alimentos. Es bastante probable que uno de sus remedios más utilizados fuera, por su reconocido poder astringente y cicatrizante, la rosa del boticario, la rosa damascena. Dioscórides, contemporáneo de Jesús, en su obra De Materia Medica nos detalla alguna de las plantas que estas mujeres utilizaban para socorrer a los enfermos: el hisopo (Hyssopus officinalis), muy útil por sus componentes moleculares, de la familia de los monoterpenos y sesquiterpenos, para tratar el sistema respiratorio (infecciones, mucosidad y congestión); la mejorana (Origanum majorana), tan útil para el sistema nervioso por sus propiedades vasodilatadoras y tranquilizantes como para dolores reumáticos y afecciones pulmonares y digestivas; el incienso (Boswellia carterii), importante inmunoestimulador y expectorante; la menta piperita (Mentha piperita), que facilita la digestión y actúa como antiálgico y estimulante cardiotónico, a parte de ser también muy útil en aquella época como antiinfeccioso, bactericida y viricida; y la mirra (Commiphora myrrha), muy socorrida en el tratamiento de infección en las encías y la piel, hongos, disenterías, y un buen estimulante inmunológico.
Avanzando por la historia, llegamos ante el declive del Imperio romano y el ascenso de la ciudad más untuosa y rica de entonces, Constantinopla, a donde se exportaban aceites como la mirra, el incienso y otros aromáticos de uso muy popular en los baños romanos; en estos, lugar de reunión social, los ciudadanos gozaban de un momento de reposo y limpieza corporal con la práctica de la unción de aceites a base de rosas, almendras amargas y narcisos. En esta época cambiante, nuestra siguiente protagonista, la emperatriz Teodora (Bizancio, 535 d. C.), continuó el camino de descubrimiento de los beneficios del aroma emprendido por sus antecesoras. Entre los aromas favoritos de Teodora estaba el sándalo (Santalum album) tanto por su acción estética, equilibradora sobre la piel seca y sensible, como por su efecto energético sobre el chakra corona, que lo acompañaba en la meditación sosegada y en calma. Entre sus otros más apreciados aceites estaban el romero, el sándalo, la rosa, el jazmín, la citronela y la lavanda.
Casi seiscientos años más tarde, Constantinopla pasó el relevo como centro cultural a Salerno, al sur de Italia, la ciudad que vio nacer y crecer como mujer culta de su abierta facultad de Medicina a Trota, la Magistra Mulier Sapiens, ‘la sabia mujer maestra’. Versada en Botánica, tenía un protocolo de actuación novedoso que consistía en tomar el pulso, analizar la orina y observar la postura física y oral. Se especializó en Obstetricia y Ginecología. Aportó conocimientos con de más de setenta y un remedios a base de plantas y aceites para tratar problemas tan dispares como un dolor de muelas, hemorroides, fiebre y disfunciones femeninas, recomendando el uso de hierbas frías o calientes con aceites, como el uso de la emoliente raíz de malvavisco, las violetas y las rosas frotadas por el cuerpo o pulverizadas en el útero para bajar las inflamaciones y el calor del cuerpo. También empleaba, en caso de frío, la fumigación de aceites esenciales como el clavo (Syzygium aromaticum), el nardo (Nardostachis grandiflora) y la nuez moscada (Myristica fragans). En disfunciones asociadas al sistema respiratorio y digestivo, así como a molestias menstruales, se servía de la salvia (Salvia officinalis) y el laurel (Laurus nobilis).
Y llegamos a la que fue, a la par que instruida, precursora del negocio del perfume que ha llegado a nuestros días: Catalina de Médici, reina de Francia (1533 d. C.). Sus dificultades para quedarse embarazada la empujaron a servirse de los baños y pociones a base de aceites esenciales y hierbas aromáticas como tratamiento de fertilidad; entre ellos: hisopo (Hyssopus officinalis), citronela (Cymbopogan nardus), orégano (Origanum vulgare), artemisa (Artemisia absinthium), enebro (Juniperus communis), laurel