Название | Aceites esenciales en sinergia |
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Автор произведения | Ana Requejo |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418230721 |
Pinceladas de historia aromática
Las plantas y los aceites aromáticos se han venido utilizando durante miles de años como aplicaciones médicas y culinarias, en cosmética y para la elaboración de perfumes. Su uso ritual constituía una parte fundamental de las tradiciones de la mayoría de las primeras civilizaciones, en las que sus virtudes religiosas y terapéuticas motivaron el estudio y el descubrimiento de sus efectos sobre la mente y el cuerpo, entremezclándose de tal modo que se terminó perdiendo de vista el principal objetivo de su uso: los primeros auxilios de los primeros humanos. Durante el Neolítico, el hombre descubrió que algunas plantas como el olivo, el ricino y el sésamo contenían aceites grasos que podían ser extraídos mediante presión: con estos ungían sus cabellos y el cuerpo. Con el tiempo, se dieron cuenta de que los aceites se enranciaban y ahí llegaron a la conclusión de que si les añadían hierbas aromáticas y los perfumaban se conservaban mejor y, además, trataban ciertas molestias físicas a un mismo tiempo. Fue ahí donde se empezó a vislumbrar la simbiosis que hoy en día tenemos a nuestra disposición y que está «floreciendo» día a día: la “mezcla sinérgica” de los aceites vegetales y los aceites esenciales.
Si deseamos aportar historia, autoría y peso al uso de los aceites esenciales, hemos de remontarnos al año 2800 a. C. con el papiro Ebers, el documento médico más antiguo que nos muestra el uso de las plantas para tratar enfermedades oculares, cutáneas, ginecológicas, gastrointestinales… Y si buscamos una fuente que nos certifique las propiedades antibacterianas de las plantas aromáticas, nos fijaremos en un gran conocedor como fue Hipócrates (460 a. C.), que llegó a aconsejar su uso durante las plagas. Sus estudios dieron pie a que el padre de la botánica, Teofrasto (300 a. C.), recopilara y recomendara en su obra Enquiry into Plants un uso de las plantas aromáticas inusitado para aquella época, centrada por entonces en la unción de las plantas, ya que recomendaba usarlas al vapor; una pincelada de psicoaromaterapia, sin duda. Y finalmente, por resumir un poco tanta historia, el gran Dioscórides (90 d. C.), autor de De Materia Medica, recopiló el uso de setecientas plantas, entre las que incluía las aromáticas: albahaca, verbena, cardamomo, rosa, romero; sugiriendo el uso de la Artemisia dracunculus (estragón) para tratar la gangrena, el cáncer e incluso provocar abortos.
Llegó el s. XIV, y el primer paso del uso más actual de los aceites esenciales: Avicena, médico árabe que pasó a la historia de los aceites esenciales por ser el creador del primer aparato destilador de esencias, el alambique. Durante el Renacimiento, las sustancias aromáticas pasaron a un primer plano y los boticarios y galenos se sirvieron de ellas, convirtiéndose en el principal pilar de apoyo para la protección y lucha contra las epidemias que asolaron Europa. Los galenos que trataban a los enfermos de la peste negra, se protegían de los «malos efluvios» con unas máscaras que rellenaban con plantas aromáticas y portaban unos bastones a cuya parte superior ataban un pequeño brasero repleto de plantas aromáticas humeantes para mover los cuerpos.
Todos estos pasos previos fueron los cimientos para que, a mediados del siglo XX, una acumulación de datos sobre la farmacología de los aceites esenciales surgiera a través de métodos experimentales de la época. Hubo un fuerte énfasis en la actividad antimicrobiana y también en los efectos enfocados sobre todo en la medición de tono en el músculo o tejido nervioso. En los ochenta y noventa, a través de métodos clínicos, se reconocieron los efectos de los aceites esenciales sobre enfermedades crónicas, metabólicas y hormonales; y en los últimos años de la década de los 90, llegaron incluso a proliferar investigaciones sobre los efectos antitumorales de los terpenos y otros componentes de los aceites esenciales. Actualmente, todos estos estudios siguen avanzando.
Pero, de repente, en 2001, esta avalancha de información sobre investigaciones y resultados dio un frenazo, ya que los intereses económicos de las farmacéuticas no se veían recompensados. Los aceites esenciales no cumplen con los parámetros de «mayor beneficio con el mínimo coste»: imposibles de catalogar, imposibles de testar, imposibles de estandarizar. ¿Y por qué esto es así? Los parámetros y metodología de estudio para demostrar que una droga o principio activo es útil dentro del marco farmacológico, se han de basar en dos condiciones indispensables:
1. un experimento que conecte una sustancia específica a un efecto específico, es decir, la droga ha de constar de un solo componente que ejercerá un solo efecto;
2. un mecanismo de la acción observada a lo largo del proceso experimental.
En el caso de una aspirina, que se compone de un solo principio activo, ácido acetilsalicílico, es posible llevarlo a cabo; en un aceite esencial, donde existen un largo número de componentes, es imposible. Por tanto, si sabemos que la lavanda seda y tranquiliza, no podemos dividir, mutilar, el aceite esencial de lavanda en su variada composición bioquímica para saber a ciencia cierta cuál es el componente que ejerce ese efecto, ya que, si lo hacemos, deja de ser el aceite esencial original y el efecto no es el mismo…; pero sí sabemos que el aceite esencial de lavanda tal cual provoca esa reacción en un ser humano. Basar el estudio de los aceites esenciales en su composición química es reducir un elemento completo a unas letras y números que a día de hoy aún no se comprenden. Bien es cierto que la química nos indica hasta dónde podemos llegar con un aceite esencial y cuáles deben ser las precauciones que hay que tomar en su uso, pero sus efectos en el organismo son tan dispares como distintos somos los seres humanos en nuestra fisiología. Por ejemplo, entre todos los estudios que ahora mismo están en proceso, uno de los componentes químicos más estudiados es el linalol, alcohol monoterpénico (monoterpenol) capaz de combatir infecciones (bacterias, hongos, parásitos y virus) y especialmente las pediátricas; y también están constatadas sus propiedades ansiolíticas, neurotónicas y regeneradoras de la piel. Los recientes estudios realizados desvelan nuevas propiedades: el linalol ejerce una acción antiespasmódica y anestésica local, por lo tanto, es antiálgico; es anticonvulsivo, sedante, hipnótico, alarga la duración del sueño, regula el estado de ánimo, es hipotensivo y antinflamatorio. Se ha comprobado además que el linalol potencia la capacidad de aprendizaje, manteniendo un estado alerta y favoreciendo la concentración. A pesar de aparecer en la lista de los alérgenos potenciales, el linalol entra en la categoría de las moléculas exentas de toxicidad. Si después nos fijamos en los aceites esenciales con una concentración más alta de linalol, tenemos (Tisserand & Young, 2014):
• Cinnamomum camphora qt linalol, palo de hô: destilado con hasta un 95 % en linalol. Actualmente sustituye al esquilmado palo de rosa. En el caso de una aspirina, que se compone de un solo principio activo
• Aniba rosaeodora, palo de rosa: actualmente ya se destila el aceite esencial extraído de la hoja con más de un 80 % de linalol.
• Coriandrum sativum, cilantro semillas: con hasta un 75 %.
• Thymus vulgaris qt linalol, tomillo: con hasta un 80 %.
• Ocimum basilicum qt linalol, albahaca: hasta un 60 %.
• Lavandula angustifolia, lavanda francesa: hasta un 45 %.
Curiosamente los aceites más potentes en linalol, ganando el puesto a la panacea universal, la lavanda (Lavandula angustifolia), no son tenidos en cuenta para sedar el sistema nervioso o favorecer el sueño, sino que son considerados estimulantes inmunitarios y antibacterianos como el palo de hô (Cinnamomum camphora qt linalol), o por sus propiedades fungicidas, antimicrobianas o neurotónicas, como el tomillo quimiotipo linalol (Thymus vulgaris qt linalol).
Indiscutiblemente, todos estos estudios, los esfuerzos de muchos expertos en bioquímica, son un beneficio común para los usuarios finales de los aceites esenciales; pero debemos mantener la mente abierta y crítica para plantearnos si es verdad todo lo que