The Empire. João Valente

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Название The Empire
Автор произведения João Valente
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9786078646043



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y leyó en voz alta: This girl ain’t gonna love me no more…? Esto parece salido de un álbum de los N’Sync. Estamos haciendo música sin huevos».

      Eddie le dio tres o cuatro tragos a una botella de Gatão y le arrebató la hoja a Mário. Se fue para una esquina, lápiz en mano, y volvió veinte minutos después con la hoja tachonada. El This girl ain’t gonna love me no more se transformó en This bitch ain’t gonna fuck me no more. «A ver, intenta ahora…», dijo Eddie con tono desafiante, y al final del día, la ópera prima de los (futuros) The Empire había sido creada.

      Lafitte asumió las funciones de mánager interino del grupo. A principios de otoño de 1999 habló con los dueños de lugares que tenían música en vivo a quienes conocía, para convencerlos de oír a los chicos. A ellos les gustó cómo sonaba la banda y les dieron la oportunidad de tocar en sus bares. Les dejaron las noches más tranquilas, con auditorios casi vacíos, y los obligaban a tocar covers del rock de la FM. En ese tiempo se hacían llamar The Lazy Mayhem Orchestra. Ese sería el segundo nombre de la banda, después de olvidar el sinsabor de Deadly Machine. Estaban pisando los escenarios por primera vez, pero bastaron media docena de semanas para convertirse en un nombre moderadamente conocido en la noche de Lisboa. Los salones de conciertos comenzaron a llenarse para oírlos, y los amigos de Lafitte optaron por pasarlos a las noches más concurridas. El público todavía no los oía tocar su material original, pero ya tenían un público fiel. Era el inicio de una aventura y, según Tiago Gomes, no podían sentirse más felices:

      Estábamos viviendo un sueño. Era lo que siempre habíamos querido: tocar para un público que nos quería. La banda era exitosa y estábamos dando el primer paso de nuestra carrera. Además de todo, nos pagaban. Mal, es verdad, pero eso era lo que menos nos importaba. Teníamos dinero en la mano a cambio de hacer lo que más nos gustaba.

      Mário le dijo adiós a los restaurantes y pasó a sobrevivir con lo que sobraba del pago de los conciertos. La música y la banda empezaron a ocupar el papel principal en la vida de todos. Las noches de los miércoles, jueves, viernes y sábado estaban ocupadas con la música que tocaban en vivo. Se pasaban los días —que comenzaban cada vez más tarde— ensayando en el Dramático. Así surgieron las dos canciones sucesoras de «This Bitch»: «A Minor» y «Suburbia».

      La primera nació de una apuesta. Eddie se ufanaba de escribir letras sobre cualquier cosa que recordara. Al ver que los amigos se reían de su certidumbre, los desafió a que lo pusieran a prueba. Ricardo aceptó el reto, jaló un six que tenía cerca y dijo: «Me voy a tomar estas cervezas de corrido, y mientras me las tomo tienes que escribir una letra. El tema es el «La menor». Tienes que escribir sobre eso hasta que me termine las seis Sagres». Eddie puso su cigarro en el cenicero, tomó una hoja de papel y se sumergió en ella con furia. Ricardo cumplió con su parte del trato y se bebió las seis botellas con una velocidad sorprendente.

      Al final, el bajista le entregó la hoja a Mário. Este comenzó a leer en un murmullo:

      A Minor

      You can’t trust a two-faced chord

      Sometimes sad,

      Sometimes happy,

      It’s a sharp double-edged sword.

      A Minor

      I can play it out loud (with only three fingers)

      Sometimes smooth,

      Sometimes harsh,

      Such a fucked-up sound!

      A partir de ese momento, Eddie fue declarado el mayor trovador del reino. La verdad, su forma de escribir siempre fue poco tradicional. Compuso «Suburbia» al pie de la carretera IC19, al final de una tarde lluviosa. El inglés se quedó durante horas peligrosamente recargado en el borde del camino. Se limitaba a ver pasar los carros a cuentagotas, sin moverse. Al verlos, una sucesión de frases ocupó su mente y su cuerpo.

      Cars fill the streets

      You can’t buy your freedom

      Home is where the work is

      24 hours of boredom.

      Este tema fue lo que le hizo tener sus primeros quince minutos de fama. La presencia de un bulto solitario bajo la lluvia durante horas fue captada por las cámaras de tránsito. Las emisoras de radio y de televisión daban el reporte del tráfico y la circulación en Lisboa y se preguntabas sobre la identidad y el propósito de esta aparición. La segunda mitad de la canción fue compuesta por Eddie dentro del carro de la Brigada de Tránsito de la GNR, que fue a sacarlo de la IC19 para llevarlo a su casa:

      Where are you heading?

      Come back and turn around.

      No forgiving, no forgetting.

      Listen to this awful sound.

      The sound of suburbia.

      La agenda de conciertos empezaba a llenarse. La Lazy Mayhem Orchestra empezó a volverse conocida porque las presentaciones en vivo eran memorables. La peculiaridad de sus miembros hacía que el público estuviera a la espera de que sucediera algo especial. Las mise-en-scène, programadas o inconscientes, comenzaron a presentarse y les dieron fama de excentricidad. Al poco tiempo se convirtieron el blanco de un pequeño culto en la noche lisboeta. Tiago Gomes se acuerda de un episodio que contribuyó a que se hicieran esa reputación:

      En una ocasión estábamos tocando «Spiritwalker», de The Cult, y Mário, en lugar de entrar con la voz se limitó a mirar hacia el horizonte. Instantes después, corrió hacia las mesas del bar donde estábamos y se le fue encima a un tipo enorme. Se agarraron a golpes. Nosotros corrimos a separarlos y también los amigos del otro tipo. Los empleados del bar y la gente de seguridad aparecieron en seguida. El resultado: sillas e instrumentos musicales rotos. Parece que Mário y aquel tipo andaban tras la misma chica. Nos expulsaron de ese bar y el dueño nunca volvió a contratarnos. Por suerte, después aparecieron otras propuestas para ocupar la noche que nos había quedado libre.

      En otra ocasión, en pleno concierto, Eddie puso a un lado el bajo y se dirigió hacia el centro de la platea del bar. Gritó hacia el escenario para que los amigos dejaran de tocar. Obedecieron por pensar que se trataba de algo grave. Lo vieron reacomodar las mesas y las sillas del público, haciendo que los clientes se levantaran para ayudarlo. El dueño del bar quiso saber qué era lo que pasaba y él explicó que la disposición de las mesas perjudicaba la acústica del salón. La gente de seguridad se le acercó y le dijeron que hasta ahí llegaba la remodelación. Eddie se negó a tocar en un lugar con «tan mala vibra», los Lazy Mayhem terminaron el concierto sin bajista, y peor todavía, sin dinero. Tuvieron que pedir disculpas y garantizar que la situación no volvería a repetirse para no perder ese contrato.

      Tenían por norma que les pagaran al final de cada concierto, pero el dueño del Phil’s, uno de los bares donde tocaban, les pidió que le dieran oportunidad de que les pagara mensualmente. Aunque a regañadientes, aceptaron. El primer mes todo salió bien. Al siguiente, Felipe Macedo, el gerente del lugar, solo pudo saldar la mitad de lo acordado. Prometió que recibirían lo que faltaba en unas semanas, sin falta. Lo apalabrado el día del pago se fue atrasando y resolvieron enfrentar el problema. Reunidos en el Phil’s, se dieron cuenta de que Macedo de nuevo pretendía postergar lo que había prometido. Ricardo le dio la espalda y caminó hacia la salida. Llegó a la barra y usó la guitarra como bastón para arrasar con los vasos y las botellas. Prometió regresar al día siguiente por su pago. Cuando volvieron al Phil’s los esperaba una comitiva y recibieron su pago con todo e intereses. Al final, Felipe Macedo todavía les dijo: «Si no les rompí los brazos es solo porque son amigos de Lafitte; además necesitan de ellos para ganarse la vida».

      Llevaban casi medio año recorriendo el circuito de bares, y Lafitte los reunió para hablar con ellos. Era momento de dar el salto a una presentación como titulares. Debían dejar de ser una buena banda de covers para empezar a mostrar su material original. Tenían suficientes canciones para hacerlo. El viejo los hizo poner los pies en la tierra. Andaban deslumbrados con los conciertos, con las fans que conquistaban y con la fama que en poco tiempo habían conseguido. Lafitte sabía que si no daban un paso adelante, no pasarían