Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina. Carol Wise

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Название Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina
Автор произведения Carol Wise
Жанр Зарубежная деловая литература
Серия
Издательство Зарубежная деловая литература
Год выпуска 0
isbn 9789972574801



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por ciento de sus volúmenes totales, mientras que, durante el mismo período, un 46 por ciento fue a parar a África y un 10 por ciento, a Asia. No obstante, dado que China y los EE. UU. están actualmente empatados en cuanto a la venta de armas a ALC, ¿debería Washington ser más receloso?

      Otras fuentes son más ambiguas respecto a estas tendencias. Allan Nixon señala los precios más bajos de China y la falta de cláusulas de condiciones para la venta de armamentos a estos países en ALC: «Ello podría allanar el camino para que China coseche los beneficios de mejores relaciones diplomáticas y vínculos económicos, como el apoyo para asegurar los lucrativos contratos sobre energía que persigue tan empecinadamente» (Nixon, 2016). Tal como advierte Nixon: «Los esfuerzos de China por consolidar su influencia a través de estas ventas probablemente tendrían un impacto negativo sobre la influencia estadounidense en el largo plazo del proceso». Esta es una consideración importante, especialmente debido a que en 2017 China construyó su primera base militar en el extranjero en la República de Yibuti, en África, y esta fue ciertamente apenas el inicio de su expansión militar en el exterior. Empero, si tratase de hacer lo mismo en Buenos Aires o Río de Janeiro, sería de hecho una catástrofe geopolítica desde la perspectiva de la alianza occidental en su conjunto. Michael Beckley argumenta por qué este escenario es tan improbable: «Ineficiencias y barreras socavan el poderío militar de China. En promedio, los sistemas chinos de armamento poseen más o menos la mitad de la capacidad de los estadounidenses en términos de rango, potencia de fuego y precisión. Las tropas, pilotos y marineros chinos carecen de experiencia de combate y reciben menos de la mitad del entrenamiento al que se someten sus contrapartes estadounidenses. Más aún: la defensa de las fronteras y la seguridad interna consumen por lo menos el 35 por ciento del presupuesto militar chino y la mitad de sus efectivos están inmersos en esta actividad» (Beckley, 2018).

      Respecto al comercio, en 2018, el total de exportaciones e importaciones entre China y América Latina ascendía a casi US$ 306.000 millones, mientras que ese mismo año lo comerciado entre los EE. UU. y ALC totalizaba aproximadamente US$ 896.000 millones. En lo que respecta a inversión extranjera directa, los EE. UU. representaban en 2016 el 35 por ciento de la IED en ALC en nuevas inversiones o «proyectos que empiezan desde cero» (greenfield) (US$ 24.200 millones), en comparación con la cuota del 5 por ciento (US$ 3.700 millones) representada por China. Cierto es que China se ha convertido en el socio comercial más importante en términos globales para Brasil, Chile, el Perú y Uruguay59(Cepal, 2015). Sin embargo, en un plano más general, América Latina todavía representa una pequeña tajada en la estrategia de «salir al mundo» y el modelo internacionalizado de desarrollo de China. Siempre consciente de que esta es la esfera de influencia de los EE. UU., y de su propia dependencia en materia de inversiones y de exportación hacia el mercado estadounidense, China ha ingresado con cautela en el hemisferio occidental (Cheng, 2007).

      Sin importar la errática atención que los EE. UU. han prestado a la región durante la primera década de este milenio, la importancia de América Latina para los EE. UU. aún resulta evidente en términos de peso económico, influencia política de larga data y vínculos de seguridad. Al ocupar gran parte del hemisferio occidental, ALC es también un factor crucial en la capacidad de los EE. UU. de proyectar su poder a nivel global. Un análisis adicional referido tanto a los EE. UU. como a China en América Latina sugiere el surgimiento de una especialización de tareas. Sin duda, los EE. UU. continuarán promoviendo en la región la democracia, los derechos de propiedad, el Estado de derecho y las inversiones en servicios y manufactura, mientras que China se encargará del trabajo pesado referido a la expansión comercial, la extracción de recursos, la inversión en infraestructura y una serie de otros proyectos de desarrollo. En esencia, la participación de China en América Latina ha asumido mayoritariamente un carácter de desarrollo, lo cual es un reflejo de su propia condición como EE. Un artículo pionero escrito por Francisco Urdínez y sus colegas, titulado «Gobernanza económica china y hegemonía estadounidense en América Latina», sostiene que, más bien, «Pekín ha llenado un vacío dejado por una disminución de la presencia estadounidense en su propio patio trasero» (Urdínez, Mouron, Schenoni, & De Oliveira, 2016, p. 3). Para los EE. UU., un enfoque más sensato hacia el fenómeno China-ALC sería profundizar los lazos económicos y diplomáticos con ambas partes en asuntos relacionados con el hemisferio occidental.

      El quiebre de la democracia en Venezuela que sobrevino en agosto de 2017 –cuando el presidente Nicolás Maduro montó una elección amañada para asegurar un Congreso que le permitiría redactar una nueva constitución y gobernar dictatorialmente por decreto– es el ejemplo más reciente de esta división del trabajo entre China y los EE. UU. en el hemisferio occidental. Los EE. UU., el Reino Unido, la Unión Europea y una serie de naciones de América Latina se rehusaron a reconocer la votación fraudulenta en Venezuela, y los EE. UU., México y Colombia anunciaron sanciones inmediatas contra Maduro y una serie de funcionarios de su gobierno. La crisis venezolana ofreció una oportunidad concreta para que China ingresase a la contienda y, de este modo, interfiriese en la hegemonía estadounidense. De hecho, por lo menos un académico chino ha sostenido que Pekín está esperando su oportunidad «para crear una “esfera de influencia” en el tradicional “patio trasero” de los Estados Unidos [...] en represalia por el confinamiento y el cerco que los EE. UU. ejercen sobre China» en la región asiática (Yu, 2015, p. 1048). En realidad, China evitó dar cualquier apariencia de una confrontación (Wilkinson, 2019).

      En la etapa actual, los SE de China en la región se basan en comercio, inversiones y recursos, y es mejor no sacar demasiadas conclusiones al respecto. China ha recubierto estos SE en su propia versión de poder de atracción y los ha adornado con eufemismos sobre confianza mutua, reciprocidad, entendimiento especial y otras expresiones por el estilo. La conclusión aquí es que China ha negociado acuerdos de préstamos a cambio de petróleo con Ecuador y Venezuela, pero no tiene intenciones de utilizar su capital político para apoyar locuras antiestadounidenses en estos países (Dreyer, 2006). Más aún: Brasil puede ser el principal receptor de la región de IEDS proveniente de China, pero estos dos países han mantenido un intenso desacuerdo debido a la negativa de China a respaldar la postulación de Brasil a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. China también mantiene una disputa continua con sus principales socios comerciales en ALC –Argentina, Brasil y México– en relación con denuncias antidumping presentadas por estos tres países ante la OMC contra la RPCh. Aunque teóricos realistas no han podido asimilar el concepto o las implicancias de la internacionalización de la estrategia de China hacia el hemisferio occidental, existen escasas señales de que las actividades de China en la región supongan una amenaza a la hegemonía estadounidense (Mearsheimer & Walt, 2016).

      El reavivamiento de la teoría de la dependencia: descripción densa, explicación rala