La conquista de la identidad. Tomás Pérez Vejo

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Название La conquista de la identidad
Автор произведения Tomás Pérez Vejo
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788418895722



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la gran victoria de Pavía, destaca por su calidad el tapiz encargado a Bernard van Orley manufacturado en Bruselas y hoy exhibido en Capodimonte. Asimismo, en el palacio nazarí ya cristianizado, en el espacio conocido como “Peinador de la Reina”, se encargó decorar al fresco dos salas. En una de ellas se recreó la toma de Túnez por el rey/emperador. Esta jornada en Berbería sería tema preferido de Carlos para exaltar sus éxitos en el frente meridional, el más castellano de todos. Se mandaron confeccionar con este tema doce tapices, de los que hoy sobreviven diez, los cuales relatan con detalle la conquista de Túnez, y lo hacen con la maestría de su autor, Mervellen. Se cree que su destino era el mismo Alcázar toledano. Nueve metros de ancho para dar pábulo al éxito cristiano sobre la expansión magrebí del sultán otomano. El prestigio de estos tapices y su temática bélico-religiosa fue asombrosa. Se transformaron por siglos en una suerte de “sala de batallas portátil” y se exhibieron en la boda de Ana de Austria con Luis XIII, en el bautizo de la Infanta Margarita, en el nombramiento de Santa Teresa como patrona del reino o durante las procesiones del Corpus, celebración de un alto simbolismo contrarreformista y antiluterano, en las que se colocaban en la misma fachada del Alcázar de Madrid. El Corpus y los tapices tunecinos fungieron como talismanes aliados del emperador en hermanada lucha contra ismaelitas y herejes. Finalmente los tapices pasaron al Salón Dorado o de Comedias del Alcázar, y hoy encontramos uno de ellos colgado en la Armería Real del Palacio de Oriente exhibiendo en su magnificencia la revista de las tropas por el emperador previa al embarque del ejército en las galeras atracadas en Barcelona para iniciar la ofensiva en Berbería.

      las salas de batalla de la nobleza castellana

      No es difícil adivinar que si el rey no mostró las hazañas indianas en sus “salas de batallas”, la alta nobleza castellana que no fue protagonista de ellas, tampoco lo hizo. La Casa de Alba, por ejemplo, presumía en la estancia principal de su palacio en Alba de Tormes la captura como prisionero del Elector de Sajonia y su entrega como botín de guerra al emperador; asimismo, encargó años más tarde a Tiziano el retrato muy castrense del duque como gobernador de los Países Bajos. Nada de América.

      Lo mismo ocurre en el Palacio de Oriz en Pamplona o en el de Cabo de Armería de la familia Cruzat, próceres de Navarra, o con los cuadros navales de las victorias marítimas de Oquendo. Todo son victorias contra luteranos, franceses o sarracenos, nada más. Por su parte los Duques del Infantado se autocelebraban en Guadalajara recordando las hazañas medievales de su raigambre nobiliaria. El marqués de Santa Cruz por su lado, en su residencia del Viso del Marqués, además de escenas mitológicas, atesoraba una larga colección de representaciones de batallas que van desde el socorro altomedieval a Sancho Abarca, rey de Navarra, hasta sus modernas hazañas renacentistas. Los condes de Fernán Núñez en ocho cuadros exaltaron ampliamente la participación de su familia en la Reconquista. Ni rastro de las Indias. Ni siquiera los Moctezuma cacereños –descendientes directos del tlatoani Xocoyotzin–, en su palacio cercano a la muralla, representaron en obra alguna ni la conquista de México ni mucho menos las victorias de los tlatoanis precortesianos, únicamente decoraron sus muros con los retratos de todos los reyes mexicas desde Acamapixtli hasta Moctezuma Xocoyotzin.

      La nobleza peninsular tampoco se dio por aludida por la gesta cortesiana, no le competía y no le incentivaba celebrar unas guerras, las del Nuevo Mundo, en las que no participó. Se configuraba así otro espacio más –además del cortesano– de silencio intencional sobre el hecho fundacional de los reinos más grandes de la monarquía católica.

      nueva dinastía, nueva memoria histórica: perseverancia del olvido

      El final de la Guerra de Sucesión española trajo como consecuencia que el imperio hispánico heredado por el nuevo rey Borbón fuese medularmente peninsular e indiano. En esta guerra mundial por la corona hispánica, el nuevo titular de esta no heredó los seculares territorios europeos de los Austrias y de los Trastámara, muchos de ellos de procedencia aragonesa en Italia o borgoñona en la Europa central y norteña. La monarquía católica se circunscribía ahora más que nunca al Aragón continental ibérico y a una Castilla desdoblada en sus dos orillas atlánticas. La constricción de las fronteras del reino al universo panhispánico coincidió, y no es baladí para el tema que aquí indagamos, con el advenimiento de nuevas ideas sobre la monarquía y su imbricación con los reinos y pueblos a los que gobernaba. Trajeron los nuevos aires una nueva forma de hacer Historia, es decir, de mirar el pasado para ahormar y cimbrar el presente.