Pisagua, 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile. Verónica Valdivia Ortiz de Zárate

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Название Pisagua, 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile
Автор произведения Verónica Valdivia Ortiz de Zárate
Жанр Документальная литература
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Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789560014153



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en la cual los comunistas no lucharon aislados, logrando unirse a sectores políticos socialcristianos, algunos radicales, otros socialistas, posibilitando el accionar en distintos ámbitos. El propósito de estas resistencias no era el derrocamiento del gobierno, sino la eliminación de las medidas de excepción constitucional, impedir la aprobación de la Ley de Defensa de la Democracia y, posteriormente, su derogación, y de las medidas de represión tomadas al amparo de esas normas excepcionales: el fin de las relegaciones y el cierre del Campo de Pisagua. En el entender de la resistencia, su acción buscaba la defensa de la democracia: «los Comités de Solidaridad y Defensa de las Libertades Públicas y de Recuperación de estas mismas libertades han tomado la iniciativa de promover un amplio movimiento nacional que cohesione las energías y las luchas de todos los ciudadanos que aman de veras la democracia, a fin de instaurar un régimen conforme a la voluntad de la mayoría del país. Al mismo tiempo han elaborado un proyecto de ley sobre la derogación de la Ley de Defensa de la Democracia y un programa de trabajo para obtener la aprobación de él por el Parlamento, la libertad de los innumerables presos, relegados y perseguidos políticos […] la derogación de las Zonas de Emergencia, la restitución de los derechos cívicos a los eliminados de los Registros Electorales […]la disolución de la policía política, el castigo a los flageladores y la reincorporación de los obreros y empleados exonerados de sus cargos por razones políticas»136.

      La primera resistencia fue la del Partido Comunista, el que anteriormente, en la dictadura ibañista (1927-1931), enfrentó la persecución, el exilio y el confinamiento de sus más altos dirigentes en la isla Más Afuera en el archipiélago Juan Fernández, así como la relegación y apresamiento de decenas de militantes. En ese momento su proceso de bolchevización apenas había comenzado, careciendo de los conocimientos y herramientas para afrontar con éxito la arremetida de la dictadura, por lo que sus dirigentes fueron rápidamente detenidos, confinados o exiliados y rotos sus lazos con los trabajadores. La dictadura consiguió, también, fracturar a la naciente izquierda y al movimiento obrero, los que reaccionaron de forma diversa respecto a cómo lidiar con ella. Por ejemplo la negativa del PC de sumarse a otros grupos que resistían, implicó su aislamiento político. Cuando emergió de la dictadura, había perdido parte sustancial de sus militantes, su conexión con las bases sociales, estando muy debilitado137.

      El Partido Comunista chileno de 1948 enfrentó la nueva persecución en condiciones muy diferentes y con la decisión de evitar los golpes demoledores de 1927. Su Secretario General, Ricardo Fonseca, definió el tipo de resistencia comunista y los espacios en los que se desarrollaría. Lo primero fue desechar una resistencia armada para derrocar al gobierno, considerando las divisiones que afectaban al movimiento obrero tras la ruptura de la CTCH y el quiebre entre comunistas y socialistas, al igual que el distanciamiento político con radicales. Siguiendo las enseñanzas de Lenin, «Con la vanguardia sola es imposible triunfar […] Los partidos comunistas […] han aprendido a atacar. Ahora deben comprender que esta ciencia tiene que estar completada con la de saber replegarse con el mayor acierto». La opción fue «pelear, pero retirándose organizadamente […] y combatiendo, resistir y resistir, salvando la organización y los cuadros»138. En consecuencia, la primera preocupación fue salvaguardar a los dirigentes, evitando su captura por los organismos policiales estatales, de modo de asegurar el paso del partido a la ilegalidad, con su organización y cuadros intactos, a la vez que Fonseca montó un secretariado en la clandestinidad. Dispersó a lo largo del país a los viejos dirigentes que habían combatido a la dictadura ibañista para enseñar a la nueva generación, inexperta en esas lides. La lucha se enfocó en mantener la solidaridad con los trabajadores que declaraban huelgas, impulsando paralizaciones o movilizaciones por aumentos salariales, precio de los alimentos y artículos de primera necesidad –las «subsistencias»– y los canon de arrendamiento, buscando incorporar nuevos grupos a la «lucha contra la dictadura y los planes imperialistas»139. En el panfleto «Con el fantasma de la cesantía se da un nuevo golpe al estómago del pueblo», los comunistas explicaban la exigencia de la empresa salitrera (CSTA) a que los trabajadores moderaran sus «aspiraciones» como una forma de asegurar un gran incremento de sus utilidades a costa de las condiciones salariales y de vida de los obreros. Por ello, desde la clandestinidad sostenía su política de movilización de los trabajadores, quienes debían insistir, en el caso de los salitreros, en un reajuste de un 40% y un aumento en el racionamiento de carne y pan, abriéndose a un comercio mundial amplio y evitando el cierre de muchas oficinas. Los obreros no debían permitir que el acoso represivo del gobierno detuviera sus luchas sociales: «¡CIUDADANOS, LUCHAD CONTRA LAS ALZAS Y LAS FACULTADES […] Luchemos en los sindicatos y en todos los organismos por aumentos de salarios y sueldos, contra toda alza, por viviendas, por el cumplimiento de los convenios, por igual salario del hombre y de la mujer. Por la formación de un gobierno popular que dé solución a los problemas»140.

      En ese sentido, el discurso de la clandestinidad se mantenía dentro del debate socio-político del período de Gabriel González acerca de la presión obrera por los salarios y los precios de los artículos esenciales, especialmente de los alimentos, los que crecían al ritmo de la espiral inflacionaria y la especulación y que estuvieron en el origen de muchas de las huelgas de los años cuarenta y de la represión posterior.

      Asimismo, la resistencia comunista tuvo como objetivo la denuncia del Campo de Pisagua, el imperialismo norteamericano, la defensa de las libertades públicas y el rechazo de la Ley de Defensa de la Democracia. Para ello usaron el Parlamento, la prensa –pública y clandestina– y cualquier tribuna, incluyendo las paredes, para revelar la política gubernativa y acrecentar la movilización en su contra. Este tipo de resistencia era coincidente con la propugnada por el bolchevismo acerca de la «revelación política», es decir, la denuncia, para esclarecer la naturaleza del poder al que se enfrentaban141.

      La primera resistencia pública comunista la ofrecieron sus parlamentarios, quienes recurrieron a la institucionalidad vigente aún en pie, para intentar detener el avance coercitivo del estado, presentando una acusación constitucional contra el Ministro del Interior, entre otros motivos por «la detención inhumana de mujeres, como es el caso de las regidoras señorita Blanca Sánchez, de Lota, y señora Julieta Campusano, de Santiago, negándose a la primera hasta el derecho de proveerse de las más indispensables prendas de vestir, y apresándose a la segunda en estado avanzado de embarazo, al extremo de que dio a luz apenas horas después de ser detenida»; y más aún por «el anuncio de que en Pisagua, Huara, Pozo Almonte y otras partes del territorio nacional existen o se preparan verdaderos campos de concentración donde se están reuniendo a muchos relegados políticos trasladados en las peores condiciones que puedan imaginarse, desde todos los puntos del país, entregando su vigilancia a las fuerzas armadas»142. La acusación constitucional lo instaba a responder por la detención de numerosos regidores, alcaldes y secretarios municipales, por la suspensión de las autoridades administrativas, bajo tuición militar por las Zonas de Emergencia, por la prohibición de acceso a ellas, por la expulsión de poblaciones obreras y de trabajadores a la isla Quiriquina sin orden de relegación, así como por las numerosas acciones propiamente castrenses aplicadas por las fuerzas armadas en sus respectivas Zonas. En esa materia, el diputado Óscar Godoy denunció que «2.200 obreros […] fueron sometidos a largos interrogatorios por la autoridad militar con el objeto de establecer quiénes eran los dirigentes que los habían inducido a esa acción incalificable. Del resultado de esta investigación se pudo establecer el nombre y la afiliación de más o menos 300 dirigentes, los que fueron detenidos de inmediato y trasladados a bordo del buque madre Araucano, donde comenzaron ayer mismo a funcionar los tribunales militares […] Los llamados Tribunales Militares han estado conociendo de supuestos delitos de competencia de la Justicia Ordinaria, lo que anula de nulidad absoluta la mayoría de los procesos y de las sentencias que puedan haber dictado»143.

      Sin duda, la principal resistencia pública comunista la personificó el poeta Pablo Neruda, quien desde el hemiciclo refutó las acusaciones que en su contra lanzó el gobierno, atribuyéndole injurias al Presidente de la República y sometiéndolo a los Tribunales de Justicia. Fue desaforado y se ordenó su detención. En ese marco, Neruda imputó al Presidente pretender evitar «que desde este recinto se deje escuchar mi crítica a las medidas de represión […] ante el Honorable Senado […] En Chile no hay libertad de palabra,