Pisagua, 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile. Verónica Valdivia Ortiz de Zárate

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Название Pisagua, 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile
Автор произведения Verónica Valdivia Ortiz de Zárate
Жанр Документальная литература
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Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789560014153



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desafuero en mi contra. La razón de ella no está en las acusaciones que se me hacen, sino en el hecho, imperdonable para el gobierno, de haber hecho saber al país y al mundo sobre las actuaciones que él quería hacer permanentemente en la sombra espesa, aherrojado el país por las facultades extraordinarias, la censura de prensa y las detenciones»144. Citando al abogado Carlos Vicuña Fuentes, su defensor ante el Pleno de la Corte de Apelaciones, sostuvo que sus cargos políticos a Gabriel González no eran injurias, porque correspondían a hechos ciertos y conocidos en Chile y el mundo, como la intromisión estadounidense en el aparato estatal del país, especialmente en el militar, y la participación de empresas extranjeras en la identificación de los futuros trabajadores detenidos, nacionales y extranjeros.

      Los parlamentarios comunistas, falangistas y algunos radicales hicieron del Congreso Nacional un espacio de resistencia a la persecución y las leyes de excepción constitucional. Desde allí Neruda lanzó su feroz «Yo acuso al Presidente de la República, desde esta tribuna, de ejercer la violencia para destruir a las organizaciones sindicales. Yo acuso al Presidente de la República, presidente de las organizaciones franquistas […] Yo acuso al Presidente de la República de la desorganización y descenso de la producción, como fruto de la evacuación en masa de miles de trabajadores»145.

      Un elemento clave en la construcción de la memoria nacional respecto de la persecución contra el comunismo hecha por este partido fue el lenguaje, el cómo denominar lo que estaba ocurriendo, en especial la ley exclusoria buscada por el Presidente. Durante la discusión en el Congreso, el senador comunista Carlos Contreras Labarca calificó el proyecto de Ley de Defensa de la Democracia como maldito: «Lleva el estigma de la maldición de todas las conciencias limpias y democráticas de nuestro país; y despoja a la clase obrera del acervo de sus más preciadas conquistas y libertades, y restablece la inquisición y el régimen de San Bruno»146. El senador comunista buscó graficar el tipo de represión en boga, estableciendo una conexión con la persecución en tiempos de la Reconquista española y la lucha por la Independencia nacional, feroz e ilegítima. Al tiempo, vaticinaba su futuro: «He aquí el resultado que ha de traer esta ley maldita. Esta ley no habrá de estabilizar a un gobierno que el país entero repudia y desprecia, y que apenas se sostiene por medio de la violencia y del terror; no habrá de dar luces y sabiduría para el país, a un gobierno que solo atiende las instrucciones que vienen desde Washington; no habrá de dar decencia a un régimen corrompido de traficantes que solo se preocupan de su propio enriquecimiento»147. Más aún, la calificación de maldita para las leyes que coartaban los derechos civiles y políticos, en supuesta defensa de la seguridad, ya había sido levantada por la izquierda durante los años treinta, precisamente para enfrentar la Ley 6026 de Seguridad Interior del Estado, primera ley salida del Congreso Nacional, discutida durante 1936 y aprobada en enero de 1937: «Tal como había ocurrido con las huelgas ferroviarias de 1935 y 1936, que coadyuvaron a acelerar el proceso de unidad sindical, la denominada “ley maldita” fortaleció los lazos entre actores sociales y políticos. Así se desprendía de la coordinación entre el Frente de Unidad Sindical (antecesor de la CTCH), el Frente Popular, La Liga por la Defensa de los Derechos del Hombre y la Federación de Estudiantes de Chile, los que junto a intelectuales y personalidades del país acordaron constituir un organismo unitario para rechazar el proyecto»148. Aunque la denominación de maldita en 1937 no tuvo el impacto que tendría la de 1948, en la batalla por los imaginarios, a las acusaciones a los comunistas de extranjerizantes y propulsores de huelgas revolucionarias, estos respondieron otorgando a la Ley de Defensa de la Democracia su apellido, Maldita.

      Una de las armas más utilizadas por los comunistas fue la imprenta, desde donde salieron escritos en distintos formatos. Según el historiador Andrew Barnard, la resistencia en forma de publicaciones clandestinas respondió a la dificultad para seguir resistiendo en el campo sindical, por las limitaciones que imponía el Código del Trabajo, de manera que en la medida que la persecución arreciaba, aquella se fue trasladando a la prensa clandestina149. A nuestro entender, también influyó la cultura política de izquierda y comunista, en particular. Como ya ha sido planteado, la prensa era vista por anarquistas y comunistas como un medio para la organización del movimiento obrero, su movilización, la difusión de su pensamiento político y propaganda, de educación del mundo obrero, por lo que se convirtió en un elemento central en su forma de entender y hacer política. La prensa permitía confrontar a la cultura dominante y articular la propia150. Este era un rasgo muy pronunciado entre los comunistas: «Todo esto venía de antes. Venía de la tradición de Recabarren. Es uno de los factores que explican el hecho de que el Partido Comunista sea el partido político de Chile que nunca ha dejado de tener su propia prensa. Este concepto, esa idea está vinculada a la existencia misma del partido. Recabarren, dondequiera que llegara, fundaba la Federación Obrera (la FOCH), el partido y el periódico»151. En ese marco insertamos la resistencia mediática comunista de los años cuarenta, la lucha por mantener un discurso alternativo al oficial, que desmintiera sus acusaciones y develara lo que se entendía como la naturaleza de su régimen, tras el cierre de la prensa partidaria: El Popular de Antofagasta, El Despertar de Iquique, El Siglo de Coquimbo, Jornada de Valdivia y El Siglo de Santiago. Eje de esa resistencia fue la mantención de imprentas donde editar folletos, panfletos y prensa que mantuvieran viva la voz del partido. En los periódicos asociados al PC en clandestinidad participaba un espectro político variado, como ocurría en Solidaridad y Democracia. En este trabajo nos abocaremos preferentemente a la resistencia de panfletos.

      A diferencia de la dictadura ibañista, cuando la prensa comunista fue escasa, los Prefectos de policía y de Investigaciones de los tiempos de Gabriel González informaban permanentemente al Jefe de Zona de Emergencia de Tarapacá del hallazgo de panfletos en la vía pública: «En calle Pedro Lagos, un panfleto en el que se recuerda la muerte de Luis Emilio Recabarren, y en su parte final se injuria a S. E. el Presidente de la República y su gobierno. Horas más tarde, el carabinero Alberto Villalobos Jiménez encontró, en la Plaza Condell, SIETE (sic) de estos mismos ejemplares y el carabinero Mario Aguirre encontró 15 más en la Plaza Prat»152. Este tipo de denuncia no era excepcional, pues constantemente la Prefectura de la misma provincia informaba sobre volantes y recortes de propaganda encontrados pegados en las “javas” que transportaban los obreros pampinos: «No fue posible ubicar al autor(s) de esa propaganda, pero se presume que llega de otras localidades en encomiendas, sobres y paquetes postales, por lo que esta Prefectura dio instrucciones al Jefe de la Tenencia de Pozo Almonte para que se entrevistara con el Bienestar de las oficinas salitreras de su sector, para controlar la llegada de paquetes a aquellas personas que se encuentren sindicadas de simpatizantes comunistas […] estos mismos volantes y folletos han llegado por intermedio del correo, dirigidos al suscrito y a oficiales de su dependencia […] si esa Jefatura lo estima procedente, disponga que el Gabinete de Identificación trate de individualizar las posibles huellas digitales que puedan encontrarse en su interior»153.

      Los impresos comunistas buscaban quebrar la exclusión a que los sometía la política represiva de Gabriel González. Según el testimonio de su militante Samuel Riquelme, «en Santiago se organizaban a cada rato algaradas, “mitines-relámpago”»154, por medio de los cuales vendían el periódico de la JJCC, Mundo Nuevo, y lanzaban «palomitas», es decir, volantes y panfletos. Los panfletos y los rayados en las murallas fueron parte de los medios de comunicación utilizados durante la segunda clandestinidad. El Prefecto de Carabineros denunciaba a la Jefatura de Zona: «En el Cementerio Nº 3 se encontró en la muralla exterior y a todo lo largo, por el lado oeste, escritura con lápiz de cera que decía: “Abajo el Traidor. Abajo González Videla, Viva el Partido Comunista, etc., etc.”. Estas escrituras fueron borradas de inmediato […] A las 6:45 horas, en el Cementerio Nº 2, se encontró en la muralla exterior, por el lado oeste, escrita la siguiente frase con alquitrán: “Viva el Partido Comunista, luchar por el derrocamiento del Tirano, Muera el Rey Títere de la pantalla de ladrones, el Vende Patria, Afuera los asesinos de la Moneda”. Estas frases también fueron borradas. – Octavio Allende Letelier. – Teniente Coronel de Carabineros y Prefecto»155. En las murallas se recalcaba la alianza con Estados Unidos: «En la Bomba No. 8, en la calle Juan Martínez No. 558: “Libertad