Название | Damnare silentium |
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Автор произведения | Adrián Misichevici-Carp |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418996665 |
Adrián Misichevici-Carp
CARTAS...
En el fondo, toda religión es una religión de amor para sus fieles y, en cambio, cruel e intolerante para aquellos que no la reconocen2.
S. Freud. Psicología de las masas.
Era una noche fría de noviembre en 1938. El aire húmedo y frío penetraba hasta los huesos de los pocos transeúntes que se escondían apresuradamente en sus cuevas artificiales. La luna, como una linterna sucia y símbolo del amor eterno, aparecía de vez en cuando entre las nubes. Su rostro pálido y lleno de manchas de un morado enfermo, ahora, como hace miles de años, miraba impasible y fría las atrocidades humanas. Si tuviera lógica alguna, no la encontraría en lo que estaba sucediendo allí abajo; la gente continuaba odiándose y matándose en su lucha por una supremacía inventada. Para demostrarse el uno al otro quién es el más preponderante, utilizaban los argumentos más ridículos, así como: la raza, la sangre, la religión, el idioma, la ascendencia, la forma de la nariz, el color de los ojos o del cabello, etc. Lo hacían durante miles de años, engullidos por la esfera de la historia que ellos mismos habían construido, de la que no querían salir para nada. En otras palabras, hacían un trabajo sisifico: pisando todas las mañanas el mismo rastrillo. Cada generación se llamaba a sí misma más civilizada que la anterior, sin darse cuenta de que no había ganado nada en comportamiento; eran iguales o incluso peores, porque en las guerras modernas no morían miles, sino millones. Continuaban rompiéndose las cabezas unos a otros, pero modernizando continuamente sus armas. Desde Caín y Abel en adelante, nada nuevo: el mismo odio fraterno indómito...
Emma Muller, era el único ser que rompía el silencio asfáltico con sus pasos apresurados. Algún tiempo atrás, había atravesado algunos charcos con profundidades impredecibles y sentía los pies escabechados y endurecidos de frío. Un flis-flis que salía de sus zapatos a cada paso la habría molestado hasta la médula en un día normal. Pero ahora estaba feliz, muy feliz; estaba segura, de que pronto terminarían todos los problemas. Ella y David tenían planificada una nueva vida: lejos de la Alemania de Hitler, donde solo tenían lugar los rubios y sus fanáticos.
Cuando llegó a casa, se levantó sobre las puntas de los dedos y pasó rápidamente a su habitación, donde después de cambiarse de ropa, se acostó en la cama. Se sentía poseída por una energía desconocida, una alegría extraña e incomprensible porque no venía de lo material. La impresión de una fuerza sobrenatural le hizo pensar que no iba a poder dormir en toda la noche, y el deseo de confesarle a alguien todo lo sucedido, se volvía insoportable. El único que sabía escucharla y al que le habría contado todo, era su padre, que ahora dormía sentado en una silla de la cocina, con la cabeza encima de la mesa y con la mano aferrada a una botella volcada de shnaps. Desde que lo trajeron herido del frente de la Gran Guerra, ya no era el mismo, y después de la crisis de 1924 entró del todo en el mundo del falso mejoramiento del alcohol. A su madre no podía decírselo, porque hacía mucho tiempo que no hablaban como amigas. Esta, hasta cierto punto, apoyaba la política del Führer. Según lo que decía el padre cuando se mareaba, era: «la única de la casa que puede cambiar la Biblia con la Lucha del poseído y viceversa».
Soñaba con los ojos abiertos; planeaba un futuro lleno de alegría, puro y hermoso. De repente, se le ocurrió una idea. Abrió el cajón de la mesita de noche, de donde sacó una hermosa libreta envuelta en cuero; la había recibido como regalo hace unos años y en la que todavía le costaba empezar un diario. Estaba sentada en la cama, con la punta del lápiz entre sus labios y el cuaderno en las rodillas. Sus pensamientos volaban caóticamente y no podía captar ninguno para comenzar. En la primera página escribió en mayúsculas: CARTAS PARA LOS NIÑOS. Borró «los niños» y escribió al lado, con las mismas letras caligráficas: EL FUTURO.
Este comportamiento primitivo, de querer compartir con alguien los sentimientos más profundos, buenos o malos, de euforia o desastre interior, nos persigue todo el tiempo. Ya sea Dios, un pariente, un amigo, un sirviente de la Iglesia, un psicólogo, un animal o simplemente una hoja de papel, simplemente necesitamos a alguien a quien descargar nuestros sentimientos internos que, de no ver la luz, triturarían nuestra alma. Siempre estamos esperando una respuesta que nos anime en nuestros sueños, pero muchas veces, esta nos devuelve a la tierra, nos lleva a la verdad. Visto desde otra perspectiva, tiene el poder de destruir los muros falsos que hemos construido nosotros mismos. En ausencia del oyente de confianza, un lápiz y una hoja pueden reemplazarlo. Parece que, al releer las notas, repasamos con la mente más fría nuestra explosión interior, revivimos el momento en una dirección diferente, y cuando iniciamos la confesión, dejamos algunas de las dificultades en el papel.
Emma estaba en la cama y quería traspasar el flujo de su conciencia sobre el papel, pero como nunca lo había hecho antes, no sabía por dónde ni con qué empezar. Luchó con sus ideas durante unos minutos, después de lo cual, se dio cuenta que el diario es algo personal, y puede traspasar sus preocupaciones sobre el papel como quiere ella misma, sin grandes exageraciones de escritor. Empezó...
CARTAS PARA EL FUTURO
¡Dios, estoy tan feliz! Parece que, al final, habrá cambios para mejor en mi vida y en la de David. Vislumbro una luz tenue al final del túnel. Nos falta un día más y nos vamos de este país de fanáticos locos. Nos casaremos en la primera religión que nos reciba e intentaremos olvidar esta terrible pesadilla por la que pasamos. ¿De verdad es importante para ti en qué iglesia oramos, siempre que seamos sinceros? ¡No lo creo! Este hábito de demostrar todo tipo de supremacías, solo la tenemos nosotros, los humanos. Por culpa de ellos, Señor, de los que se creen una raza superior, debemos huir de nuestro país.
¿Y si alguien encuentra mi diario antes de salir de Alemania? ¡Estamos perdidos! ¿Significará esto que nuestros planes han fracasado, o todavía tendremos alguna oportunidad? En el mejor de los casos, (tú, aquel, alguien) puedes seguir siendo mi cómplice silencioso, o para protegerte, chivarte de mí al sistema, considerándome su enemiga. Si hicieras esto último, tendrás razón. Lo odio con todo mi corazón, y David, igual está destinado a la perdición en este régimen despótico. Tal como están las cosas, no veo ningún rayo de esperanza. Así que, «querido» amigo (la ausencia o la presencia de las comillas, depende completamente de ti) en busca de un futuro mejor, necesitamos salir de aquí lo antes posible.
¿De qué me acusarían estos servidores del nuevo orden? ¿Que amo a un enemigo del pueblo alemán, un «parásito», que nos odia de todo corazón y trata de destruirnos, desde la más vieja antigüedad? ¿Que encontré mi felicidad en algo estrictamente prohibido por un paranoico, seguido por una multitud aún más loca? ¿Violé, la llamada ley para la protección de la sangre y el honor alemán? ¡Dios, qué estúpido y falso suena! ¿Qué pueden tener en común la sangre y la ciudadanía? David, el pobre, me ama tanto a mí como a este país que lo margina cada vez más. Donde ya no cabe él, tampoco me detengo yo...
Sí, tú, el que encontrará mi diario, decides ser mi amigo, conoce por lo que he pasado y saca tus propias conclusiones. Si decides lo contrario, que sepas que odio a todos los nazis (incluyéndote a ti) y amo a un judío. Sí, amo a un «enemigo» del pueblo y por eso me «merezco» que me dispares, con picardía, junto a un muro agujerado por balas, lleno de historias tristes, como la que ahora escribo.
¡Si nuestra huida falla, ni siquiera sé qué hacer! Lo que sé es que estoy cansada de vivir en este miedo impuesto. Me pregunto, ¿por qué soy tan pesimista?
¡Futuro, te dejo un poco de información sobre mi pasado! Nací el 21 de marzo 1919 en esta ciudad alemana, en una familia una vez feliz (antes de la Gran Guerra, es decir, antes de mi nacimiento). Unos meses después de mi llegada a este mundo, el 28 de junio de 1919, se firmó el Tratado de Versalles. Un jaque mate de varios países contra nosotros. Un tratado devastador para el pueblo, que lo obligaba pagar una gran compensación a los aliados. Querían 1 132 000 marcos de oro, y nos declaraban culpables de todas las atrocidades de la guerra.