Memoria colectiva en el video universitario colombiano. Maria Urbańczyk

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las identidades culturales latinoamericanas como mestizaje, aculturación, transculturación e hibridación.

      La primera de las nociones, que últimamente ha perdido fuerza en el ámbito académico, pero sigue perdurando en el imaginario común, es el mestizaje, visto desde la perspectiva de la fusión de diferencias que da origen a algo nuevo. Dicha categoría se asocia con las ideas del “blanqueamiento” tanto físico como cultural, predominantes en los discursos hegemónicos a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en esta parte del mundo. Mientras tanto, la aculturación, entendida como el tránsito de una cultura a otra con una amplia gama de repercusiones, es un concepto, retomado por los pensadores latinoamericanos desde la antropología norteamericana al comienzo del siglo XX, que dio paso a la categoría de transculturación, compuesta por la desculturación, neoculturación y transmutaciones. El concepto de transculturación fue introducido por el cubano Fernando Ortiz y desarrollado por el uruguayo Ángel Rama a partir de la transculturación narrativa en América Latina. Este último autor profundiza en el análisis de la lengua, las estructuras narrativas y las cosmovisiones latinoamericanas, destacando la importancia de los procesos de creación, selección y resistencia:

      Habría pues pérdidas, selecciones, redescubrimientos e incorporaciones. Estas cuatro operaciones son concomitantes y se resuelven todas dentro de una reestructuración general del sistema cultural, que es la función creadora más alta que se cumple en un proceso transculturante. Utensilios, normas, objetos, creencias, costumbres sólo existen en una articulación viva y dinámica, que es la que diseña la estructura funcional de una cultura. (Rama, 2007, p. 47)

      Sin embargo, los desarrollos tecnológicos de las últimas décadas, sobre todo en el marco de las telecomunicaciones y el acceso a internet, han cambiado el panorama mundial. Al introducir, en los años ochenta, la categoría de hibridación, vinculada con una inabarcable circulación de bienes simbólicos que propicia la desterritorialización cultural a raíz del alejamiento de la gente de los contextos locales, nacionales o territoriales, el argentino Néstor García Canclini traslada el debate sobre la diversidad y la interacción latinoamericana cultural hacia los consumos mediáticos y los efectos que tienen en las sociedades. El autor propone sustituir el concepto de identidades por comunidades interpretativas de consumidores. En sintonía con estos postulados se encuentra la reflexión del brasilero Renato Ortiz, quien enfatiza en la necesidad de pensar en la mundialización de la cultura (diferenciando la mundialización cultural de la globalización tecnológica y económica) y la pérdida de la posición dominante del Estado nación en la definición del sentido de la vida social. El investigador aborda este proceso desde dos ángulos: por un lado, “el proceso de globalización ‘libera’ las identidades locales del peso de la cultura nacional” (Ortiz, 1998, p. 125), no sin conflictos, y por el otro lado “surge en el horizonte cultural mundializado la posibilidad de estructurar identidades transnacionales. Es el caso del consumo. Crea una memoria colectiva internacional-popular compartida mundialmente por grupos diferentes” (Ortiz, 1998, p. 126).

      Y aunque dichas tendencias se visibilizan cada vez con mayor fuerza, para los efectos de la presente investigación se ha decidido fijarse en la lectura crítica de los conceptos de mestizaje e hibridación planteada por la autora del libro Del mestizaje a la hibridación: discursos hegemónicos sobre cultura en América Latina, Ybelice Briceño Linares, quien afirma que “ambos discursos, el del mestizaje y el de la hibridación, a través de argumentaciones diferentes, tienden a producir el mismo efecto: desactivar la potencialidad conflictiva derivada de la diferencia y subordinación en el plano cultural” (2006, p. 100). Al tomar en cuenta no solamente el posicionamiento académico, sino también el significado político de esta reflexión, se enfatizará en la indagación por las memorias de la alteridad étnica, entendida desde la perspectiva de su relacionalidad conflictiva, que se evidencia a partir de las “colisiones” de especificidades y diferencias en las identidades, tradiciones, maneras de expresión, estilos de vida, universos axiológicos que manifiestan una larga resistencia contra la homogeneización cultural en el marco de Estado nación, pero al mismo tiempo cierta interdependencia en la complejidad relacional entre lo hegemónico y lo alternativo (o disidente).

      Vale la pena resaltar que en la investigación desarrollada por la autora en el marco de la Maestría en Comunicación se evidenció que los realizadores audiovisuales universitarios con frecuencia acuden a las regiones y a lo rural en búsqueda de la inspiración e historias para contar, evitando mostrar a Bogotá por ser, según las afirmaciones de los mismos estudiantes, poco atractiva, teniendo en cuenta su gran globalización (o mundialización) y cierta carencia de la esencia de lo que ellos perciben como lo propio y lo distintivo en la identidad colombiana. Dicha situación puede tener otra explicación si se considera a Bogotá como centro del cubrimiento de los medios masivos de comunicación, lo que incita a los jóvenes realizadores a indagar por otros lugares, más apartados, menos conocidos y menos reflejados en la pantalla, y, por ende, de alguna manera, más acertados para ser objeto de una exploración crítica o de denuncia, a través de la visibilización de las “pequeñas-grandes” luchas por sobrevivir.

      Adicionalmente, Moretti, al analizar el conflicto entre la “fidelidad local” y “fidelidad nacional” en lo literario, resalta la importancia de los relatos rurales en referencia a la construcción identitaria, porque según el autor “pueblo y región han sido durante mucho tiempo —y lo son todavía en parte— posibles patrias alternativas frente al Estado nación” (2007, p. 77). Uno de los propósitos de la investigación es descifrar las tensiones y las fisuras existentes en las articulaciones de las memorias colectivas y los espacios sociales, presentadas en las narrativas audiovisuales universitarias.

      Sin embargo, se hace necesario plantear algunas apuestas adicionales al estudio de la memoria colectiva desde la alteridad generacional o étnica y sus vínculos con el espacio social y poner el foco de atención en el marco del análisis narrativo a ciertos acontecimientos históricos que han marcado el país. En el caso colombiano, el conflicto armado que ha agobiado la sociedad por más de cinco décadas se perfila como un campo problemático, multifórmico y multidimensional que debe ser tomado en cuenta. Dentro de este panorama de alta complejidad sería interesante identificar cuáles son los posicionamientos de los estudiantes, qué personajes presentan, en qué acontecimientos enfatizan, qué valores resaltan, qué soluciones diseñan, qué país sueñan. La reflexión audiovisual sobre el conflicto armado constituida en los videos de los estudiantes de diferentes regiones y de diferentes universidades puede aportar a la construcción de paz, porque para la construcción de paz, según Francisco de Roux, se necesita

      una conversación interminable e incluyente, que moviliza las distintas experiencias espirituales, culturales, educativas, y de paisajes; que evoca las primeras migraciones, los relatos de ribereños y sembradores de ladera, las crónicas de mujeres, sindicalistas, campesinos, pescadores, empresarios, maestros y misioneros; y por todas partes, la memoria de las víctimas de todos los lados y las luchas heroicas de quienes murieron defendiendo sin armas los derechos humanos y la tierra en dignidad y justicia. (2017)

      Tal como se ha mencionado anteriormente, los jóvenes universitarios que participan en la Muestra Audio-Visual Universitaria Ventanas presentando sus productos audiovisuales son sujetos heterogéneos, activos, creativos y críticos, en constante transformación y búsqueda de su lugar en el mundo. Al entrar en el diálogo con la variedad de interpretaciones de las realidades vividas e imaginadas, en esta relación conflictiva entre los discursos hegemónicos y alternativos, los jóvenes universitarios se convierten en sujetos políticos con una capacidad constituyente “para dar sentido y construir, además de lo posible, lo deseable; aquí, tiene cabida la memoria, la resistencia, la imaginación, la creatividad, la utopía, la multiplicidad de saberes y experiencias que organizan nuestra existencia individual y colectiva” (Cubides, 2011, p. 24).

      Precisamente esta dimensión de la política como constructora de lo deseable entra en articulación con el concepto de memoria como deseo, que Gnecco retoma de Appadurai (Gnecco, 2000, p. 190), en el momento de su plasmación en las narrativas audiovisuales de los jóvenes realizadores que, al confrontar los imaginarios sociales instituidos con los instituyentes, cuestionan tanto el pasado como el presente y trazan las pistas que posibilitan afrontar y construir el futuro de manera distinta, desde las resignificaciones de sentido