Campo de los almendros. Max Aub

Читать онлайн.
Название Campo de los almendros
Автор произведения Max Aub
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788491347804



Скачать книгу

      

Image

       ÍNDICE

       ESTUDIO INTRODUCTORIO

       Francisco Caudet

       CAMPO DE LOS ALMENDROS

       PRIMERA PARTE

       I

       II

       III

       IV

       V

       VI

       VII

       SEGUNDA PARTE

       I

       II

       III

       IV

       TERCERA PARTE

       PÁGINA AZUL

       CUADERNO DE FERRÍS

       ADDENDA

       APARATO CRÍTICO: VARIANTES TEXTUALES

       NOTAS DEL ESTUDIO INTRODUCTORIO

       NOTAS DE CAMPO DE LOS ALMENDROS

       GALERÍA DE PERSONAJES HISTÓRICOS

       GLOSARIO DE VOCES ESCOGIDAS

       Campo de los almendros

       Universidad Autónoma de Madrid

      El laberinto mágico de Max Aub nace y se desarrolla, como habrá tenido la ocasión de comprobar el lector de los anteriores Campos, bajo el doble signo de la fragmentación y de la totalidad, de lo que siendo parte en apariencia autónoma está destinado a conjuntarse en un todo unitario. El laberinto mágico, inmerso en un continuo proceso de investigación de la realidad, va presentando sus resultados a través del tamiz de la transposición literaria. Y lo hace de manera escalonada, sin descanso, con la fijación de quien necesita, palabra tras palabra, novela tras novela, Campo tras Campo, alcanzar a todo trance una meta omnicomprensiva.

      La Guerra Civil, y el trauma del fracaso de tantas esperanzas, fue el detonante. Dar testimonio escrito de lo ocurrido en aquellos tres años de enfrentamiento fratricida había de convertirse en una obsesión. Pero no ya por razones personales –inevitables por su condición personal de víctima–, sino sobre todo porque se impuso a sí mismo el imperativo ético de levantar acta de la destrucción de los ideales republicanos y de la población que los asumió y defendió. Para ello, la obra aubiana hubo de hacer un largo y laberíntico recorrido que había necesariamente de terminar, aunque tuviera luego otras ramificaciones –las más importantes, las relacionadas con los campos de concentración y con el exilio–, en el puerto de Alicante. O sea: en Campo de los almendros.

      Los acontecimientos habían seguido un derrotero que la pluma aubiana estaba determinada a rastrear hasta las últimas consecuencias. Por tanto, si, de un lado, persistió en reconstruir lo ocurrido con el testimonio de los testigos y de su propia experiencia; de otro, la narración de los hechos tenía marcado el recorrido. Además, como ese recorrido lo iba a hacer sin abdicar de sus fueros de novelista, se le plantearon, desde un comienzo, unas cuestiones de escritura, de creación –cuestiones, en suma, teóricas–, a las que también se propuso dar cumplida respuesta.

      En una entrevista de 1968 que sigue inédita, refiriéndose a la serie de los Campos, explicaba Aub a su entrevistador:

      Hay una línea profunda en esa serie que le voy a indicar, porque usted no la va a encontrar, no por su culpa, ni por la mía. Hay una línea horizontal que es el plan del Laberinto y luego otra vertical, una línea que encuentra usted desde la primera escena de Campo cerrado: es el agua.

      La idea del agua, de la disolución del Laberinto, de la imposibilidad del Laberinto, la tiene usted desde el agua que corre en las acequias de Viver hasta el mar de Alicante. No digamos ya en la otra parte de la obra, la parte del océano y el éxodo: esa línea del agua es curioso seguirla dentro de toda la primera parte del Laberinto, hasta la salida del puerto de Alicante. Luego se pierde… Como el Guadiana. […] Eso sería la guía. Hay el agua, la guía moral. De pronto la encontramos en caños, pero siempre hay una línea de agua que sigue dentro de la guerra. Después, no. Se pierde, entra en el desierto y ya no hay agua.1

      Establecía Aub en estas declaraciones, por consiguiente, una relación directa entre Campo cerrado y Campo de los almendros, una línea que estaba marcada por el recorrido de las aguas, símbolo aquí de la fatalidad histórica que en julio de 1936 había caído sobre España. Ese recorrido geográfico-histórico tenía una pluralidad de ramificaciones, que narró en los demás Campos que precedían a Campo de los almendros, donde se recogen todas aquellas aguas, todos aquellos antecedentes históricos, antes de congregarse frente al mar y en él, precipitarse, hundirse, perderse… aguas muertas, vida apagada, ya. Muerte. Olvido…

      Pero contra la muerte y el olvido, está la escritura, el poder de la palabra. En 1944, decía Aub en Morir por cerrar los ojos: «El olvido –que es prenda política– es lo contrario del afán que nos mueve a los escritores» (1944: 7). Un afán que, como dijera Paulino Cuartero en Campo de sangre, es la respuesta a una necesidad: «Me duele el alma. Me duele el alma. ¡Una palabra, una palabra para decir lo que siento!».

      Hay un hilo, cuyo grosor se espesa a medida que las cuartillas escritas con firme trazo se apilan en los rimeros de papel de la mesa del escritor, que ha ido uniendo el tiempo fundacional de la esperanza –el 14 de abril de 1931–, con el tiempo de su declive –el para los republicanos fatídico mes de marzo de 1939–. El primer tiempo, que el golpe de Estado de julio de 1936 amenazó de muerte, aparece expresado, de manera simbólica, en el primer