Esquematismo. Joan Costa

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Название Esquematismo
Автор произведения Joan Costa
Жанр Документальная литература
Серия Colección Joan Costa / Experimenta
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788418049231



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En tanto que propiedades de nuestro cerebro, nuestras representaciones del espacio, el tiempo y las cantidades numéricas son universales, igual como nuestras modestas capacidades de deducción lógica” (Dehaene).

      Las matemáticas no son una construcción arbitraria de la mente. Al contrario, ellas son profundamente determinadas por la arquitectura de nuestro cerebro. A lo largo de la evolución y durante el desarrollo cerebral del niño, la selección actúa de tal modo que nuestro cerebro se construye representaciones adaptadas al mundo exterior. A nuestra escala, por ejemplo, el mundo está esencialmente constituido de objetos que se combinan entre ellos según la ecuación familiar 1 + 1 = 2. Esto puede explicar por qué la evolución ha anclado esta regla de aritmética, entre otras, en nuestro cerebro.

      Tal como J.-P. Changeux y Dehaene han propuesto, “una primera ola de selección, en el curso de la evolución de las especies, sitúa las representaciones fundamentales de espacio, de tiempo y de número. La segunda ola, que se efectúa a la escala incomparablemente más rápida de la evolución cultural, construye, a partir de estas representaciones mentales primarias, andamiajes culturales elaborados, pero siempre seleccionados por su coherencia interna y su eficacia en resolver problemas concretos o abstractos. En resumen, si nuestras matemáticas son tan eficaces hoy, es porque las matemáticas ineficaces de ayer han sido eliminadas y reemplazadas por otras... bastante más performantes”.

      La percepción visual es una actividad cognitiva. La visión es el órgano más eficaz de la cognición humana. En palabras de Arnheim: “El pensamiento verdaderamente productivo, en cualquiera de las áreas del conocimiento, tiene lugar en el reino de las imágenes” (mentales). Los griegos nunca olvidaron que la visión es la fuente primera y última de la sabiduría, y creían, con Aristóteles, que “el alma jamás piensa sin una imagen”. La doctrina aristotélica explicaba ya la preferencia visual atribuida a los sentidos, que es la función primordial del saber.

      Biofisiológicamente, en Homo, la corteza visual del cerebro adquiere su máximo florecimiento. Y aparece, además, el neocórtex terminal, que comprende el cerebro frontal y parietal, y cuyas funciones asociativas culminan la posibilidad de las funciones motrices. El progreso que significó la aparición del neocórtex óptico-acústico-motriz se debe a su estructura funcional.

      ¿Cómo procede esta estructura funcional? El cerebro humano está configurado en dos mitades conectadas entre sí: los hemisferios derecho e izquierdo, que corresponden inversamente al ojo izquierdo y derecho. Los dos hemisferios cerebrales regulan aspectos extraordinariamente diferentes del pensamiento y de la acción. Cada mitad tiene su propia especialización y, por tanto, sus competencias y sus limitaciones. El campo visual derecho corresponde al hemisferio izquierdo del cerebro, que es donde se procesa la información procedente de dicho campo visual derecho. El cerebro izquierdo predomina en el ámbito del lenguaje y del habla, mientras que el derecho sobresale en las tareas visuales y motoras.

      La investigación sobre el cerebro ha seguido aclarando muchos ámbitos de las neurociencias. No sólo se ha aprendido más sobre las diferencias entre los dos hemisferios, sino que también se ha logrado entender cómo se comunican tras ser separados. Los estudios sobre el cerebro han mejorado nuestro conocimiento de los procesos del lenguaje, de los mecanismos de la percepción y de la atención, de la organización general del cerebro y de la posible sede de los posibles falsos recuerdos.

      El hemisferio izquierdo es ingenioso e interpretativo en sus métodos de búsqueda y de exploración, cosa que no le sucede al derecho. El hemisferio izquierdo se comporta mejor que el derecho en las pruebas consistentes en que una persona descubra un objeto discordante en un conjunto de objetos similares. Y parece que este hemisferio izquierdo más competente pudiera asumir las funciones de la atención (Gazzaniga). Uno de los descubrimientos sorprendentes ha sido que el cerebro izquierdo maneja con soltura el lenguaje y puede hablar de sus experiencias. Se ha comprobado además, que el hemisferio izquierdo es completamente dominante para la mayoría de las funciones cognitivas, como la resolución de problemas. Parece que el hemisferio izquierdo no necesita del enorme poder computacional de la otra mitad del cerebro para realizar actividades de nivel superior. Y parece disponer del mecanismo interpretativo, el que está siempre trabajando intensamente, buscando -o mejor, generando él mismo- el significado de las cosas (semiosis). Se ocupa constantemente de buscar orden y razón, incluso cuando no los hay: es decir, que realiza una permanente actividad estructurante de sentido.

      Se ha comprobado que los dos hemisferios pueden percibir contornos ambiguos o ilusorios (G. Kaniza) pero ésta es sobre todo una especialidad del hemisferio derecho, porque es capaz de comprender ciertas agrupaciones perceptuales que el izquierdo no puede. Hay, pues, una especialización lateral del cerebro, pero ambos hemisferios están interconectados y muy bien comunicados. No se trata, por tanto, de la vieja idea simplista de que cada mitad realiza sus funciones independientemente de la otra, sino que existe una colaboración de ambos hemisferios en la percepción, la computación de los datos percibidos y la construcción del sentido.

      Las investigaciones en ciencia cognitiva, inteligencia artificial, psicología evolutiva y neurociencia han centrado la atención en la idea de que el cerebro y la mente (que es un producto del cerebro) están constituidos por unidades discretas o “nódulos”, que llevan a cabo funciones específicas. Así, pues, nuestro cerebro no es un dispositivo general de resolución de problemas en el que cada parte sea capaz de realizar cualquier función, sino un conjunto de dispositivos que atienden las demandas de procesamiento de información.

      Así que, si no se le informa sobre lo que sucede en el exterior, el cerebro no puede actuar. Sin embargo, si los reflejos puramente sensoriales de las cosas del mundo exterior ocupasen la mente en un estado bruto, la información no serviría para nada. El interminable espectáculo de nuestro entorno plagado de estímulos y detalles siempre renovados y tan saturadores de los canales humanos, realmente nos estimula, pero es magmático: no nos aporta ningún tipo de información. Todo es ruido y redundancia. Precisamente lo contrario de información.

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      Apuntes de Isaac Newton sobre la naturaleza de la luz.

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      Estudios de óptica de Roger Bacon, escritos en latín.

      En este caso, está claro que, para enfrentarse con el mundo, la mente tiene que llenar dos funciones. Ha de recoger información (la mente selecciona, discrimina, localiza) y después, procesarla (la mente combina, relaciona, organiza y genera el sentido de lo percibido: produce conocimiento). Estas dos funciones, selectiva y semiótica, se encuentran en absoluta e indisociable cooperación por la conexión de los dos hemisferios del cerebro gracias a un vector que es propio de Homo: la estructura del cerebro determinada por la visión. El cerebro óptico.

      Los mecanismos de la visión siempre han sido un misterio que ha fascinado al pensamiento científico. El estudio de la Óptica se inició en Grecia en el siglo II. En el X, el matemático árabe Ibn Sahl, había descubierto la ley de la refracción de la luz. En efecto, los sabios del mundo árabe no se limitaron a traducir las obras griegas e indostánicas, sino que practicaron también la ciencia experimental y desbrozaron caminos científicos que no se recorrieron en Europa hasta mucho más tarde. El descubrimiento, debido a Roshdi Rashed, de un nuevo manuscrito árabe del siglo X donde se lee la ley de refracción, se inscribe en la historia de aquel florecimiento cultural, poco conocido, entre Bagdad y Córdoba, que hizo avanzar las ciencias.

      En contra, pues, de una creencia bastante extendida en Occidente, los científicos árabes ampliaron grandemente en nuestras disciplinas los conocimientos de sus predecesores antiguos. Tras un periodo de traducciones masivas de los principales autores