Esquematismo. Joan Costa

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Название Esquematismo
Автор произведения Joan Costa
Жанр Документальная литература
Серия Colección Joan Costa / Experimenta
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788418049231



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coincide con la transformación de las áreas visuales corticales (occipitales), el desarrollo del neocórtex y el proceso de encefalización progresiva en la evolución humana. La visión frontal constituye un paso considerable para la construcción cerebral de la imagen óptica.

      El ojo y el cerebro óptico es lo que da a la visión el sentido del mundo y lo que da al hombre el carácter visual de la producción mental. Este carácter es el que confiere al cerebro la proyección espacial geométrica en el entorno, porque, como mostraremos dentro de poco, la noción de “espacio”, por ejemplo, surge de la naturaleza óptica del cerebro. A partir de este momento, toda relación intelectual se proyecta en el espacio visual.

      “El mundo que vemos es invención del cerebro óptico”

      Semir Zeki

      El estudio del sistema de la visión constituye una empresa de altos vuelos. Entraña la indagación del proceso por el cual el cerebro adquiere conocimiento del mundo exterior. Tarea nada sencilla, pues los estímulos visuales que el cerebro dispone no ofrecen códigos de información estables. Así, pues, la tarea del cerebro consiste en extraer las características constantes e invariates de los objetos a partir de la riada de información bruta que sobre ellos recibe.

      La interpretación constituye parte inextricable de la sensación óptica. Por tanto, para adquirir un conocimiento de qué es lo visible, el cerebro no puede limitarse al mero análisis de las imágenes que le son presentadas a la retina, Ha de construir activamente un mundo visual. A tal fin ha desarrollado un elaborado mecanismo neurológico, un mecanismo de eficiencia tan maravilloso que se ha necesitado un siglo de estudios antes de empezar a conjeturar siquiera sus numerosos componentes.

      La corteza visual plantea un difícil reto: averiguar en qué forma cooperan sus componentes para ofrecernos una imagen unificada del mundo: imagen que no muestra señal alguna de la división de trabajo que tiene lugar en el seno de aquélla.

      Al observar un campo visual, distintas áreas de la corteza lo analizan, buscando en él diferentes atributos, como forma, color y movimiento. Visión y comprensión se producen simultáneamente gracias al sincronismo de actividades en dichas áreas corticales. El mundo que vemos es invención del cerebro óptico.

      Biológicamente, el ojo surgió en un principio y el cerebro óptico se formó lentamente más tarde. Sobre esta estructura surge la inteligencia, con el lenguaje, la fantasía y hasta la matemática y la lógica. A propósito de esto no hay que confundir las bases sensoriales de la intuición o del pensamiento con las sucesivas estructuras funcionales de la mente, que se han ido superponiendo a través del desarrollo evolutivo del conocimiento.

      Nuestro cerebro está pues, estructurado por la necesidad vital de ver y mirar. El sentido de la visión está muy por encima de los sentidos olfativo, auditivo o táctil que determinan la estructura cerebral de otros animales. Biológica y evolutivamente, la estructura óptica del cerebro humano es, pues, mucho más joven que el ojo, ya que es éste el que la engendró y la desarrolló en el cerebro. En efecto, el primate vio antes de pensar. Es esa estructura, y no la visión, la que hace que compartamos con los invidentes las nociones de espacio/tiempo y la intuición geométrica y numérica. Los invidentes imaginan -producen imágenes mentales- sin haber visto imágenes físicas.

      La elaboración de las imágenes mentales es función de la más alta esfera sensible óptica. Si hacemos la experiencia personal constatamos cómo cerrando los ojos, o vendándolos, podemos imaginar. Al fin y al cabo, el ciego es un individuo que lleva los ojos vendados, y no sólo conserva su imaginación, sino que la agudiza por un mecanismo de compensación.

      Así nos podemos explicar por qué el mundo de los ciegos es el mismo mundo visual que nosotros contemplamos, y aún más vivo y policromático, y más fantástico. El sentido visual ya no es para el invidente un órgano de información sensorial, sino una estructura cerebral óptica que moldea la facultad de imaginar sin ver. La memoria visual filogenética nutre de paisaje y de vivencia la imaginación del ciego. A veces, la constatación de la realidad inmediata y cercana es un obstáculo para la vida interior elucubrativa y rica en bellas imágenes imaginarias. El reino de la metáfora, el símbolo y la fantasía subsiste aún en ausencia de la retina.

      El invidente no ve el mundo con los ojos de los demás, sino con sus propios ojos internos, aunque su retina no entre en acción. Por eso decía Diderot que “la geometría es la verdadera ciencia de los ciegos”. La visión del espacio y la concepción de las realidades tangibles tienen para el ciego la misma calidad que para nosotros. Sólo que adquieren mayor intensidad, mayor vida, hasta el extremo de que el ciego llega a creer que la vista no es necesaria para el buen funcionamiento del pensamiento ni para el buen conocimiento de la realidad -lo que probablemente sea cierto, pues tenemos ejemplos de ciegos ilustres.

      En la organización cerebral se ha encontrado la explicación de la naturaleza visual de nuestro entorno, así como del espacio-tiempo, del carácter geométrico de nuestra mente y de cómo ésta maneja la noción cuantitativa de número. Y también encontramos la explicación del poder proyectivo de nuestra imaginación y de nuestra concepción eminentemente visual del mundo.

      En 1981, el premio Nobel de Medicina fue compartido por tres estudiosos de las funciones cerebrales. Dos de ellos eran el norteamericano de origen canadiense David Hunter Hubal y el sueco Torsten Nils Wiesel, premiados por sus importantes observaciones llevadas a cabo en el desenmascaramiento de los procesos biológicos que se producen en el córtex cerebral para poder traducir los mensajes de forma, color y tamaño que le llegan del exterior a través de los ojos.

      Las imágenes captadas por la retina no son continuas, sino que se producen como consecuencia de la estimulación lumínica de células receptoras individuales. Una primera modificación de estas señales se produce en la misma retina, ya que en ella existen células que establecen conexiones horizontales entre varias células receptoras. Así, es posible comprimir desde el inicio toda la información captada de manera que, aunque existen 160 millones de células receptoras de la retina, sólo pasarán a formar parte del nervio óptico un millón de prolongaciones celulares.

      En cuanto a lo que estimula la sensación óptica, la luz tiene una evidente superioridad biológica. La preeminencia adquirida por el sentido de la visión corresponde al enriquecimiento neuro-sensorial ligado a las peculiares cualidades de las ondas luminosas. De hecho, la corta longitud de onda de la luz facilita una mayor precisión de las sensaciones. Y la rapidez de propagación permite la percepción a largas distancias, siendo por esto la visión muy superior a la audición y al olfato. Todas estas condiciones han facilitado la información cuantitativa de la distancia y de la forma, que los demás tipos de sensaciones no pudieron llegar a conseguir.

      Aunque los sentidos del olfato y el gusto, por otra parte, son ricos en matices y sensaciones, toda esta abundancia sólo produce un orden muy primitivo para la mente humana. Por tanto, podemos regalarnos a placer con olores y sabores, pero apenas podemos pensar por medio de ellos.

      En el caso de la vista y el oído, las formas, los colores, los movimientos y los sonidos son susceptibles de organizarse con la mayor precisión en el espacio y en el tiempo. Estos dos sentidos son, por excelencia, los medios para el ejercicio de la inteligencia. La vista recibe la ayuda del tacto, el sentido muscular y los movimientos de la cabeza, pero el sentido del tacto no puede competir con la visión, sobre todo porque -como el gusto- no es un sentido que capte la distancia. Dodwell ha mostrado que casi el noventa por ciento de la información que obtiene un individuo normal procede de su canal óptico.

      Además, el ojo es el único órgano receptor que tiene la capacidad de discriminar un objeto o un estímulo entre un campo visual denso, cargado de estímulos, gracias al poder separador de la visión. Este poder separador no lo tiene el oído, que no puede “borrar” de la conciencia un ruído que perturba aquello que se desea escuchar. El gusto recibe un conjunto, si se quiere, matizado de sabores, entre los que es difícil separarlos e identificarlos individualmente. El