Название | Alto en el cielo |
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Автор произведения | Juan Pablo Bertazza |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878388625 |
Sólo Néstor y la mujer del cónsul declinaron la oferta y, mientras el hombre de sombrero hacía verter del filtro el líquido oscuro en cada uno de los copones, algo en el clima parecía empezar a cambiar. Luego de un brindis contenido que inspiró las primeras sonrisas del evento, Silvana les comunicó que el cielo los estaba esperando.
–Ah –recordó mientras buscaba algo en su mochila–, acá está el ejemplar del libro que les había dicho.
Silvana extendió hacia el aire su brazo derecho para mostrar una edición de la Divina comedia que, si bien no tenía ninguna particularidad, concentraba todas las miradas, recortándose sobre una de las majestuosas arañas del edificio.
–Bueno, seguimos –dijo la guía, después de pasar el libro para que cada uno pudiera encontrar en esas páginas una descripción de aquel momento o de ellos mismos–: Barolo y Palanti también eran masones, ¿ustedes saben quiénes son los masones?
Increíblemente todos, menos Katka y Néstor, respondieron que no.
–Los masones conformaron, y aún hoy siguen existiendo, una sociedad secreta muy culta que participó en la creación de este país. Entre ellos se comunican con simbologías y hubo muchos arquitectos. Entonces, acá en el piso, gente, vemos un símbolo masón que representa la dualidad de la vida: el día y la noche, el bien y el mal. Después está el símbolo del compás y la escuadra. Una vez le pregunté a un masón: bueno, si ustedes saben tantos secretos del universo, ¿por qué no aceptan a las mujeres en la masonería? Y él respondió que las mujeres son más evolucionadas que los hombres, no necesitamos pasar por este proceso de purificación. ¿Qué piensan, chicas? –preguntó Silvana, mientras el embajador abría el libro al azar. Absolutamente todos vieron cómo su expresión pasaba de la seriedad a la sorpresa, hasta que cerró el libro de golpe para pasárselo a su mujer. Tomáš, el empresario, levantó la mano para hacer una pregunta. Silvana lo autorizó con una sonrisa: quería saber hasta cuándo había vivido Barolo en este lugar.
Luego de pedirles que se fueran acercando a la zona de los ascensores, la guía les aclaró que Barolo, lamentablemente, había muerto seis meses antes de la inauguración del palacio. Algunos dicen que lo envenenaron sus enemigos, otros que tuvo un paro y algunos que se suicidó al enterarse del robo de la escultura que llevaba las cenizas de Dante.
–Bueno... ¿alguna otra duda? ¿Están listos para ir al Purgatorio? ¿Sí? Vamos a ir en dos ascensores hasta el cuarto piso, pero ojo que están medio embrujados.
La mujer del embajador abrió y cerró el ejemplar de la Divina comedia con una sonrisa preocupada y le pasó el libro al cónsul, que revisó unos segundos la contratapa y mantuvo el libro en la mano derecha, al nivel de la cintura, como si no quisiera leerlo sino sólo transportarlo.
–Bien, después seguimos leyendo el libro. ¿Encontraron muchas cosas interesantes hasta ahora? –preguntó Silvana sin esperar ninguna respuesta. La guía subió con Katka, las otras dos mujeres y los agregados culturales.
–Qué hermosos los ascensores, ¿no? –dijo para romper el silencio–: son todos originales y esto que ven para agarrarse es porque la gente en esa época no estaba acostumbrada a andar en ascensores y, entonces, como si viajaran en un tren o en un colectivo, necesitaban sujetarse a algo.
Apenas salieron del ascensor Silvana le mostró a todo el grupo la escultura de la Ascensión, ahora desde arriba, y les aclaró que esos cuadrados superpuestos representan para los masones la ascensión de la energía, al igual que los círculos significan para ellos la perfección: Dios es representado con el número uno.
–Y ahora estamos en el Purgatorio: Palanti levantó este edificio de cien metros de altura porque quería representar los cien cantos de la Divina comedia. Además, el Palacio tiene veintidós pisos como las veintidós estrofas de algunos cantos del original italiano y hay once balcones por piso en la fachada, como las once sílabas de algunas de las estrofas. Dante escribió la Divina comedia en 1321. Termina de escribirla y se muere. A ustedes, ¿qué les gustaría hacer antes de dejar de existir? ¿Cuál sería su gran último deseo?
El cónsul abrió el libro y lo cerró casi inmediatamente, como si no pudiera entender nada de lo que estaba leyendo o no pudiera soportarlo. Le pasó el libro a uno de los agregados comerciales que, sin dudar, se lo dio rápidamente a Tomáš.
–Por otro lado, el edificio tiene veintidós pisos y siete ascensores y, si dividimos veintidós por siete, ¿qué número tenemos? 3,14. ¿Alguien sabe lo que ese número significa?
El grupo empezó a mirar al embajador como si ahora le estuvieran solicitando permiso para hablar, aunque él mismo se encargó de responder.
–Exacto, el número Pi. Por otro lado, la planta de este edificio está construida en base a la sección áurea, al número del oro, ¿se acuerdan? Un segmento se divide en forma armónica si la razón entre el segmento y la parte mayor es igual a la razón entre la parte mayor y la menor. Nosotros vamos a ir subiendo una escalera caracol y cada vez el camino se hará más y más estrecho y antes de llegar al faro, que representa la luz divina, tendremos que hacer una reverencia, es decir, tendremos que bajar la cabeza, hasta en eso pensó Palanti.
Mientras la guía terminaba de decir esa última frase, Katka abrió el libro con desgano, más o menos hacia la mitad. Lo primero que leyeron sus ojos fue la siguiente frase: “mas, como sea, sigue su camino, por la necesidad aguijoneado, así fuimos por el desfiladero, subiendo la escalera uno tras otro, pues su estrechez separa a los que suben”. Lo poco que entendía Katka le alcanzó para darse cuenta de que esa frase reproducía lo que la guía acababa de decir. Sin embargo, lo que más la asustó fue, justamente, la información contenida en esa frase, que tal vez se le escapaba por no entender del todo el idioma.
–Pero antes de eso, fíjense en las bestias que representan todos esos miedos que tenemos que intentar superar en el Purgatorio para limpiar nuestras almas y pasar al Paraíso. Fíjense en los ojos, los cuernos y la boca de cada una de estas bestias. Pueden mirar, chicos, no tengan miedo de las bestias.
Silvana dio un par de pasos atrás y, mientras tomaba su propia copa de vino, tuvo la impresión de que los checos no estaban buscando ninguna bestia sino detalles arquitectónicos que nada tenían que ver con lo que acababa de decirles.
–Bueno, ¿se sienten listos para ir al Cielo? –preguntó y, de repente, escuchó una pregunta: “¿Hay algo que muestre los pecados capitales?”.
–Hm, no, aunque me encantaría –contestó Silvana–, yo hice la misma pregunta de tanto ejercer la lujuria. Volvemos a dividirnos: vamos al piso catorce, al último, que es también el primero del Paraíso. Buen viaje al Cielo –llegó a decir, mientras cerraba la puerta de uno de los ascensores.
Katka le preguntó si la torre del edificio, que se veía desde afuera, tenía alguna inspiración en la India.
–Ah, muy bien –respondió con sinceridad Silvana–. Eso está muy, muy bien. Efectivamente, la torre del Barolo, esa torre maravillosa, hermosísima, está inspirada en un templo de la India del siglo xii y representa nada menos que el amor tántrico entre Dante y Beatriz, Beatrice Portinari. Y ahora vamos a caminar por adentro de esa torre, lo cual es un privilegio pero también un sacrificio: vamos a tener que demostrar que somos valientes y merecemos estar en el Paraíso subiendo ocho pisos por escalera... Bueno... ahí vamos.
Comenzaron a subir de uno a la vez y, en efecto, la escalera caracol se hacía cada vez más estrecha. Cuanto más se acercaban al Cielo, más se oían palabras repletas de consonantes, risas tensas y, en un momento, los gritos de uno de los empresarios que se quejaba de no poder pasar. Con la ayuda de su jefe logró ponerse de costado y finalmente lo consiguió.
–Estoy abriendo las puertas del Paraíso, bienvenidos...
A medida que iban llegando, los integrantes de la comitiva disfrutaban del paisaje de la Avenida de Mayo al que coronaba el edificio del Congreso.
–Bienvenidos al Paraíso, qué pena la niebla que hay... Ahora les voy a contar la otra sorpresa que tenemos, además del vino: no podemos ver el faro