Название | A pesar de todo... ¡No nos falta nada! |
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Автор произведения | Enrique Chaij |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877984057 |
¿Cuán personal es la relación que nosotros mantenemos con el Pastor? ¿Lo sentimos individualmente como nuestro, o apenas como el Dios universal que rige sobre el vasto universo? Además, ¿cuán constante es nuestra relación con él?
Cierto rey de la antigüedad tenía un hijo, al cual le había asignado una pensión anual. En una determinada fecha del año, el hijo visitaba a su padre y éste le entregaba la suma establecida. Pero al cabo de unos pocos años, el único día que el padre veía a su hijo era cuando éste iba a retirar su dinero. Entonces el rey cambió de proceder, y comenzó a darle a su hijo un poco cada día, lo que él necesitaba para el sustento diario. De esta manera, el joven príncipe debía visitar cada día a su padre.
Esto es precisamente lo que el divino Pastor quiere que hagamos con él. Que estemos cada día a su lado, porque él nos da sus bendiciones en cuotas diarias, y no en una sola entrega anual. De ahí que Jesús enseñó en el Padrenuestro a pedir el pan cotidiano, para inducirnos a ir a él cada día, no cada mes o cada año. ¿Con qué frecuencia vamos al Padre? ¿Alegramos su corazón y fortalecemos nuestro espíritu hablando cada día con él?
Nuestro Padre-Pastor se interesa por cada uno de nosotros en particular. Nos conoce por nombre; sabe qué hacemos, dónde vivimos, cómo nos sentimos; y hasta conoce el número de nuestros cabellos (S. Mateo 10:30). Nada de nuestra vida pasa inadvertido para él. Si estamos contentos, él se alegra con nosotros. Si estamos tristes, él mitiga nuestras penas. Si nos sentimos agobiados, él aligera nuestras cargas. Si el desaliento nos abruma, él fortalece nuestro ánimo.
Cuando el amante Pastor nos encuentra hundidos en el pesimismo o el rencor, nos toma en sus brazos y nos colma de salud espiritual. Su amor no conoce límite, y tampoco su eterno poder para librarnos de cualquier cosa mala. ¡Qué Dios maravilloso! No hay nadie como él. Él mismo declara: “No hay más Dios que yo, Dios justo y salvador. Ningún otro fuera de mí” (Isaías 45:21). ¿Cómo entonces podríamos sentirnos tú y yo desprotegidos o desvalidos en la lucha de la vida?
UN BUEN COMIENZO
David comienza sus célebres versos mencionando al Pastor, a Dios. Así también comienza la Biblia: “En el principio Dios”. ¿No debería comenzar así también todo en nuestra vida?
Cuando le damos a Dios el primer lugar, todo comienza y termina mucho mejor. Si frente a cada nueva jornada de trabajo, o frente a cada plan de acción, o frente a cada problema humano pusiéramos primero a Dios –buscando su ayuda y dirección–, ¿no tendríamos mucho más éxito en todas nuestras actividades?
Decir de veras “el Señor es mi Pastor” es declarar que le pertenecemos a él. Es reconocer nuestra propia limitación humana, y nuestra necesidad del Pastor omnipotente para vivir en plenitud. Y cuando él nos regala tal riqueza espiritual, nuestra fe se agiganta, y podemos decir con Amado Nervo:
Señor, tú antes, tú después, t ú en la inmensa
hondura de l vacío y en la hondura interior.
Tú en la auro ra que canta y en la n oche que piensa.
Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin fl or.
Tú en el cenit a un tiempo y en el nadir; t ú en todas
las transfigurac iones y en todo el pad ecer;
tú en la capilla fúneb re, tú en la noche d e bodas;
tú en el bes o primero, tú en el be so postrer.
Tú en los oj os azules y en los ojos os curos,
tú en la frivolida d quinceañera y también
en l as grandes ternezas de los años maduros.
Tú en la más negra sima, tú en e l más alto edén.
Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo;
si los labi os te niegan, yo te pro clamaré;
por cada hombre que duda, mi alma grita: “¡Yo creo!” Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe.
No es humillante que tú y yo nos veamos como débiles ovejas. Pero sí es denigrante que otros se sientan superiores y nos atropellen como ovejas. La oveja tiene al Pastor, y allí está su salvación. En cambio, el que se siente superior pierde la noción de su propia necesidad, y se queda solo con su vacío interior.
Cierto día, Jesús estuvo particularmente rodeado de mucha gente necesitada. Las multitudes lo habían seguido durante horas. Y al observarlas, “sintió compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas sin pastor” (S. Mateo 9:36). ¿No crees que la gente de hoy se parece a las multitudes de ayer? Sí. Pero también el Jesús de hoy es igual que el de ayer.
Su compasión es infinita;
su amor nos circunda por doquier.
No hay como el amor del Pastor.
¡Toma hoy un sorbo de este amor divino!
Está a tu alcance.
Llena tu vida con él.
Capítulo 2
Toda necesidad atendida
“Nada me faltará”
Según cuenta una vieja alegoría, cierto gallo creía que su canto matinal hacía salir al Sol. Pero un día se quedó dormido, y grande fue su sorpresa al despertar y ver que el Sol ya había salido. Entonces, admitiendo su error, el gallo se dijo humildemente para sí: “Ya veo que mi pobre canto no hace salir al Sol; pero de todos modos puedo cantar cada mañana a la salida del Sol”.
El gallo creía que el Sol salía porque él cantaba. No se daba cuenta que era al revés: él cantaba porque el Sol salía. Y la moraleja brota por sí sola. ¿No pensamos con frecuencia como el gallo? A menudo nos parece que somos la pieza clave de nuestro entorno, y que las cosas salen bien gracias a nuestra capacidad personal. Pero basta que cometamos una equivocación, o que alguien nos aventaje en algún detalle, para comprender el error de nuestro orgullo.
Y este insensato agrandamiento puede llevarnos a tal suficiencia propia, que hasta nos induzca a prescindir de Dios. Como el gallo del cuento, podemos pensar que somos el centro, cuando sólo somos humildes ovejas del divino Pastor. De él brota la vida. Él es quien provee lo necesario para nuestro mantenimiento. “En él vivimos, y nos movemos, y existimos” (Hechos 17:28).
NO NOS FALTARÁ LO ESENCIAL
Otras versiones del Salmo 23, en lugar de “Nada me faltará”, afirman en tiempo presente: “Tengo cuanto necesito”, “Tengo todo lo que necesito”. Es así como piensa o debería pensar el creyente: no que Dios nos dará mañana lo que sea mejor para nuestro beneficio. Si se trata de algún bien esencial, lo podemos recibir hoy, ahora. Eso lo tenemos