Название | Misioneros en Sudamérica |
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Автор произведения | Daniel Oscar Plenc |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877984378 |
Westphal tuvo en su mente un lugar especial para los primeros adventistas sudamericanos: Jorge Riffel y su esposa, los primeros en recibirlo a su llegada; Osvaldo Frick, que también había aceptado el mensaje en Kansas y había viajado a Sudamérica; el hermano Reinhardt Hetze, el primero en aceptar las enseñanzas de Riffel y anciano de iglesia por muchos años. Westphal recordaba a Conrad Keip que una vez lo socorrió con alimentos en un momento de necesidad; a Jorge Lust que donó tierras para el colegio y construyó una casita de dos habitaciones para la familia del pastor. Consideró a Ernesto Roscher y a José Weiss como pilares de la obra. También a Godofredo Block que se proyectó como pastor y ganador de almas. No olvidó al hermano Hugo y su esposa, de Nueva Helvecia, Uruguay.
Nuevos horizontes
La salud de los Westphal los obligó a trasladarse por tres años a los Estados Unidos en 1900, dejando una obra establecida en Argentina, Uruguay, Chile y Brasil, con más de mil miembros bautizados.40 El Dr. Roberto H. Habenicht vino como fundador de la obra médica misionera. El pastor José W. Westphal, hermano de Francisco, llegó en 1901 como administrador de la iglesia en Sudamérica.41 Fue probablemente el más destacado organizador de la iglesia en estas latitudes. En reemplazo de la Misión Sudamericana, organizó y presidió la Unión Misión Sudamericana, en 1901. En octubre de ese año se organizó la Asociación del Río de la Plata. En marzo de 1906, José W. Westphal organizó y presidió la Unión Asociación Sudamericana, en Paraná, provincia de Entre Ríos, con la presencia de W. A. Spicer, secretario de la Asociación General.42 Continuó como presidente de la Unión Austral, desde 1916, cuando se organizó la División Sudamericana; fue luego secretario consejero de la División Sudamericana, y en 1930 fue secretario de la Asociación General.43 Se lo vio como un dirigente espiritual y un poderoso predicador. Tres de sus hijos fueron pastores, uno médico y una hija fue educadora.
El año 1904 encontró a Francisco H. Westphal de nuevo en estas tierras. Se estableció por dieciséis años en Chile, la mayor parte como presidente de la obra en ese país. Los colportores Thomas H. Davis y Frederick W. Bishop habían iniciado la predicación diez años antes. Westphal recordaba a Víctor, Eduardo y Walter Thomann, lo mismo que a Carlos Krieghoff, ordenado luego al ministerio. Los hermanos de la Argentina lo volvían a ver en las reuniones generales de la iglesia. Para visitarlos cruzó dos veces la cordillera de los Andes a lomo de mula. Otras iglesias fueron organizadas en Chile, como aquella en el lejano sur, sobre el Estrecho de Magallanes. Desde Chile tuvo la oportunidad de visitar Perú y Ecuador predicando y bautizando.
Westphal había llamado a Sudamérica un “continente descuidado”. Finalizada su misión escribió: “El continente sudamericano se está convirtiendo rápidamente en el ‘continente de la oportunidad’”.44
Tal como se lo recuerda
Tan impactante como el modesto relato de su propia tarea es el recuerdo de aquellos que conocieron de cerca a Francisco H. Westphal.45 Se ha dicho que Westphal era “un hombre de condiciones de pionero auténtico: sencillo, sincero y resuelto, un hombre de una sola pieza, que no retrocedía en el desierto ni se hundía en el mar; que respetaba a los humildes y no temía a los grandes, que amaba al prójimo y confiaba en Dios”.46 El pastor Chester Westphal, hijo de José Westphal, describió una vez a su tío con un toque de humor: “Él era el santo de la familia”, dijo. La misma opinión tenía María Kremer de Stein, en 1968, cuando afirmó: “Era un santo, una verdadera criatura de Dios”.47 El Dr. Herbert Westphal, otro de sus sobrinos, narró acerca de los últimos años de Francisco Westphal. Ya jubilado en Glendale, California, no se cansaba de realizar visitas y de dar estudios bíblicos. Con él se inició la iglesia hispana de la ciudad de Los Ángeles.
Susana Block de Beskow, a pesar de sus 96 años, tenía presente al pastor Westphal. Dijo ella: “Cuando era una niña hasta me sentaba en su falda”. El pastor Niels Wensell contó en su ancianidad de su contacto con Westphal. “En mayo de 1918 asistimos a unas conferencias presentadas por el pastor Francisco Westphal en Punta Arenas, Chile. El pastor Westphal había organizado una iglesia pequeña que por mucho tiempo fue la iglesia más austral del mundo”. Agregó entonces: “Desde la primera conferencia ya quedamos convencidos de que ese era el camino del Señor. Tanto a José como a Francisco los tenemos en el más alto concepto como siervos de Dios que verdaderamente han sido una inspiración”.
A los 79 años, el pastor Santiago Bernhardt, nieto de Reinhardt Hetze, valoraba la sencillez y amigabilidad del pastor Westphal, quien había compartido muchas veces la mesa de su familia. El pastor José Riffel, nieto de Jorge Riffel, a los 80 años, no podía ocultar su admiración. Su abuelo había sido el primer misionero de sostén propio y había escrito a los Estados Unidos pidiendo un pastor. Antes de la llegada de Westphal él mismo había instruido y bautizado a los primeros creyentes. Fue luego primer anciano de la primera iglesia.
Recordó José Riffel: “Entonces el pastor Westphal comenzó a predicar y vivía en el campo, en una chacrita con una casita humilde. En el invierno siguiente empezó a llover y a llover y estuvo así como quince días sin salir, y un converso llamado Conrad Keip, a quien mi abuelito adoctrinó y bautizó, tuvo la impresión de que la familia Westphal no tenía alimentos. Y le dijo a la esposa, “–Vamos a tener que llevar comida al pastor”. Cargaron papas, leche, manteca, huevos y verduras, y en el barro, soportando el frío, llevaron los alimentos al pastor que los necesitaba. El pastor Westphal se sorprendió: “–¿Cómo supo Ud. que no tenemos alimentos?”. Carlos Westphal era un niño entonces, pero no olvidó el gesto. Después de muchos años, siendo médico y director del sanatorio adventista recibió al hermano Keip, viejo, enfermo y pobre, lo atendió y suplió sus necesidades hasta el final de sus días.
Agregó el pastor Riffel: “Me acuerdo mucho del pastor Westphal. Él estuvo muchos años acá. Tenía una barbita larga, blanca [...] En el fondo de nuestra casa, en Aldea Jacobi, cerca de Crespo, se edificó la primera capilla, hecha de adobe de barro. Pero después había más adventistas cerca de Camps y construyeron la siguiente capilla que todavía está allí y ahora se usa como museo. A esa capilla asistí yo hasta los quince años. También fui a la escuela primaria de la iglesia”. Entonces evocó sus nueve años en el colegio adventista y sus felices 42 años como misionero.48 Pero la impresión causada por el pastor Westphal estaba intacta: “Yo lo miraba asombrado, y observaba su rostro, su bondad. De los sermones habré entendido muy poco, pero su ejemplo, su cariño, su sonrisa, su vida [...]”.
Los años pasaron. Godofredo Dalinger fue testigo de la organización de la primera iglesia cuando tenía trece años. Ochenta años después podía recordar aquellos días y ciertamente no había olvidado al pastor Westphal: “El pastor Westphal predicaba con elocuencia y convicción. ¡Era un pastor tan fervoroso! Yo creo que nunca más en la vida tendremos un pastor como era este pastor Westphal”. También llegó el centenario en 1994 y con él un nuevo recuerdo de aquel misionero que en 1894, cansado del viaje, predicó en alemán tres sermones la primera noche y condujo personas a Cristo en ese primer encuentro.
De las palabras recogidas surge tal vez el perfil de aquel misionero, y de todo verdadero misionero: consagración, fervor, sencillez, valor, bondad, amor y pasión por las almas necesitadas de Cristo y de la esperanza de