Misioneros en Sudamérica. Daniel Oscar Plenc

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Название Misioneros en Sudamérica
Автор произведения Daniel Oscar Plenc
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877984378



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otros lo habían hecho antes, se dirigieron a Entre Ríos, en la República Argentina.9

      Las tierras eran buenas y el contacto con parientes y conocidos de la comunidad alemana los hizo sentirse cómodos. Pero las cosechas solían ser magras por falta de lluvias y otras veces las langostas las devoraban completamente. En todo ese tiempo de trabajos y luchas los Riffel mantuvieron contacto epistolar con sus familiares que habían emigrado de Rusia a los Estados Unidos. Hay evidencias de que algunos de ellos habían conocido las doctrinas adventistas y las habían estado compartiendo con sus parientes de Sudamérica. Fue en esas circunstancias cuando Federico Riffel los invitó a unirse a ellos en la próspera región norteamericana de Kansas. Jorge, María y David vendieron sus cosas, se despidieron de los suyos y por 1885 se establecieron en Tampa.

      Mientras las tres familias que ingresaban por primera vez al país se demoraban con trámites de inmigración, los Riffel remontaron lentamente el río Paraná hasta llegar a Diamante en febrero de 1890. En el viaje de un par de horas hasta la casa de Reinhardt Hetze en Barranca Blanca, Jorge Riffel dio su primer estudio bíblico y logró una decisión significativa. Ese fue sólo el comienzo de un ministerio fecundo en los primeros años del adventismo sudamericano. Al llegar al hogar, María Gerlach de Hetze les dio la bienvenida. Al día siguiente Jorge Riffel celebró un culto, que algunos han denominado la primera Escuela Sabática de Sudamérica. Hanna Hetze, entonces de cuatro años, dijo mucho después que Riffel abrió su Biblia y habló acerca de Adán y Eva.

      Riffel decidió evangelizar el área de Crespo y se radicó en un lugar conocido como Aldea Jacobi. Pronto llegaron las otras tres familias y pusieron manos a la obra, alternando el cultivo del maíz y del trigo con la proclamación de las buenas nuevas. Se les unieron ocho familias y pronto había veinte nuevos guardadores del sábado que se congregaban en casa de los Hetze. Con ese grupo de creyentes organizaron una comunidad rural que llamaron La Isla, en un área situada entre dos arroyos. Hanna Hetze contó que había dos hileras de casas separadas por un camino. El crecimiento del núcleo de adventistas hizo cada vez más evidente la necesidad de un pastor.

      Llegan nuevos obreros

      Para sumarse a los esfuerzos pioneros de Jorge Riffel, llegaron al país en 1891 los misioneros norteamericanos Elwin W. Snyder, Albert B. Stauffer y Clair A. Nowling. Su tarea principal consistía en la distribución de publicaciones adventistas como medio de evangelización. No hablaban español y no tenían libros en español, sólo en inglés, alemán y francés. Como fruto de su esfuerzo se convirtió en 1892 un joven inglés llamado Lionel L. Brooking, quien dejó su empleo en el ferrocarril para ser un misionero. En ese mismo año la Junta de las Misiones Extranjeras envió a L. C. Chadwick a la Argentina para visitar a los colportores. Visitó también a las familias alemanas de Entre Ríos en compañía de Stauffer, que hacía de traductor. Al volver a los Estados Unidos informó: “En sus pequeñas casas de barro, se realizaron las mejores reuniones que he tenido. Tan deseosos estaban por conocer más de la verdad que en la pieza donde estábamos había muchas personas sentadas en el suelo, mirando con ansiedad al orador”. En 1893 fue enviado el hermano Richard B. Craig como director de publicaciones; el mismo que habría de recibir en su casa de Buenos Aires al pastor Francisco H. Westphal, en agosto de 1894 y habría de crear junto a su esposa la primera escuela primaria adventista de Sudamérica para alumnos de habla inglesa.

      Vínculos de sangre y de fe

      Cada sábado, la familia de David Riffel se trasladaba a la Escuela Sabática y el culto. Al comienzo en carro y luego en un Ford modelo T, el primer automóvil de toda la zona. Sus hijos podían hacer memoria del repaso de la lección de la semana, que Juliana, folleto en mano, hacía en voz alta mientras recorrían los quince kilómetros que los separaban de la capilla. Además de la numerosa familia, los Riffel acogieron a otras personas, niños, jóvenes, maestros de escuela y ancianos que necesitaban un lugar donde vivir. Entonces, la depresión económica de los años 30 golpeó a la familia de David Riffel,