Название | Misioneros en Sudamérica |
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Автор произведения | Daniel Oscar Plenc |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877984378 |
A través de los 14 capítulos de esta obra llegaremos a conocer a varios de aquellos que ya no están con nosotros y, sin embargo, murieron “en el Señor”. Por ello, “sus obras”, por bendición del mismo Señor, perduraron, se desarrollaron y llegaron a nosotros. Así, rescatados del tiempo y de la distancia, con una abundante documentación que lo respalda, Plenc nos brinda la emotiva oportunidad de conversar con alguien que regresó a Sudamérica –Jorge Riffel–, otro que no quiso que se hablara de nada sino solamente de la verdad –Reinhardt Hetze– y otro más, cuya presencia despertaba santo asombro –Francisco H. Westphal.
El desfile continúa con el médico abnegado y resuelto –Roberto H. Habenicht–, el joven que únicamente con su Biblia en la mano, inspiró la apertura de un colegio –Luis F. Ernst–, aquel para quien vida y misión eran sinónimos –Thomas S. Davis–, el apasionado por las publicaciones y la misión –Eduardo W. Thomann–, el predicador que no temía ni la altura ni los peligros –Fernando A. Stahl–, quien no conoció vacilaciones ni retrocedió ante obstáculo alguno en el cumplimiento de la misión –Pedro Kalbermatter–, el fogoso vocero del evangelio –Walter Schubert–, y aquel para quien los problemas eran tan solo un peldaño más en la escalera hacia el éxito –Pedro M. Brouchy. Además, muchos otros valientes del Señor aparecen mencionados aquí y allá en esta obra, para que recordemos sus aportes en el establecimiento de la misión en estas latitudes.
Humberto R. Treiyer
Doctor en Teología
Libertador San Martín, Entre Ríos, Rep. Argentina
Septiembre de 2007
Introducción
Una docena de nombres fundacionales del adventismo sudamericano encabezan los segmentos de este libro. Otra cantidad indefinida de ellos aparecen salpicados en sus páginas. Fueron elegidos por su accionar decisivo en los días del establecimiento de la obra. Compartieron la esperanza del advenimiento en cada uno de los países hispanos de la División Sudamericana y desarrollaron las distintas áreas del ministerio redentor de la denominación.
Este libro también es un recuerdo. Evoca un puñado de hombres y mujeres que mostraron los atributos que las circunstancias requerían. No se trata de una mirada nostálgica al pasado, sino de un espacio para la reflexión en torno de las cualidades que siguen siendo necesarias para la consumación de la tarea por ellos comenzada.
Las narraciones no están destinadas a la exaltación humana o al enaltecimiento de sus logros. Sus protagonistas no estuvieron libres de defectos ni exentos de errores personales y estratégicos. Pero como la misma Escritura lo ilustra en la abundancia de sus relatos, estas historias necesitan ser contadas, por las lecciones que encierran y por los desafíos que plantean. Más que un tributo hacia quienes se nombra, las páginas que siguen están destinadas a la valoración de las providencias de Dios y de los recursos infinitos de la gracia en la capacitación de los agentes que se colocan en sus manos.
Las pretensiones del trabajo son escasas. No reclama originalidad absoluta, ni rigor científico. No está libre de inexactitudes, parcialidades o subjetividades. Pretende ilustrar, motivar, despertar inquietudes, incluso conmover e invitar a una experiencia de fe más rica, más abnegada y dispuesta a colocarse en el camino del servicio.
La proclamación de la esperanza del advenimiento que eclosionó en América del Norte por 1844, llegó a Sudamérica cinco décadas después. El Cielo se valió de los hombres y las mujeres mencionados en este libro, así como de tantos otros a los que es imposible aludir. La observación de ese escenario donde se desarrollaron los hechos, es siempre ocasión para el asombro, la gratitud y el compromiso.
Las personas que protagonizaron estas historias ya no existen. Pero existen los frutos perdurables de su obra. Existe también la necesidad de completar la tarea iniciada y de cumplir a cabalidad con el cometido sagrado de predicar el Evangelio, para salvación de los hombres y para la gloria de Dios.
Si esta obra merece ser dedicada, que lo sea a los siervos anónimos de Dios que llevan adelante la misión y cuyas obras de amor están registradas en los libros del cielo.
Daniel Oscar Plenc
Libertador San Martín, Entre Ríos
República Argentina
Agosto de 2007
Capítulo 1
Jorge H. Riffel
Volver a Sudamérica
El encuentro de Jorge H. Riffel y su familia con Reinhardt Hetze en el pequeño puerto de Diamante, provincia de Entre Ríos, Argentina, marcó el inicio de la proclamación del mensaje adventista en el cono sur de América. Las palabras fervientes del primer misionero de sostén propio cayeron en los oídos atentos de su primer converso. Mientras el carro ruso del anfitrión transportaba trabajosamente a los viajeros ese viernes de principios de 1890, se impartieron lecciones bíblicas destinadas a perdurar y a extenderse a los rincones más apartados del continente.
Los comienzos del mensaje
Jorge H. Riffel llegó al vasto extremo austral de América decidido a compartir la esperanza del regreso de Cristo. Era el momento oportuno para traer la luz del cielo al “continente descuidado”.1 Francisco H. Westphal, primer pastor adventista en trabajar en esas tierras, consideró a Riffel y a Hetze como auténticos apóstoles del adventismo en Sudamérica.2
Sobre los inicios de la obra adventista en la región del Río de la Plata, escribió José W. Westphal: “De tres maneras diferentes, independientes unas de otras, y casi al mismo tiempo, la verdad llegó a la Argentina e inició su obra entre personas de tres nacionalidades diferentes”.3 Es probable que los primeros en abrazar el adventismo del séptimo día en Sudamérica fueran Pedro Peverini y su familia, colonos italianos radicados en Las Garzas, cerca de la ciudad de Reconquista, en la provincia de Santa Fe. Pedro era católico y su esposa valdense cuando aceptaron las doctrinas por la lectura de periódicos en francés publicados en Suiza. Por 1885 tomaron importantes decisiones espirituales sin haber conocido nunca a un miembro de la iglesia. Colonos suizo-franceses también se conectaron con la iglesia por medio de revistas publicadas en Europa. La familia Dupertuis, de Felicia y la familia Pidoux, de la colonia de Grütly, en la provincia de Santa Fe, formaron otro núcleo de creyentes.4 El tercer grupo, encabezado por Jorge H. Riffel, era de ascendencia ruso-alemana y se radicó en Crespo, en la provincia de Entre Ríos.
El final de un largo viaje
Los Riffel provenían originalmente del cantón de Valais, en el valle del Alto Ródano, en el suroeste de Suiza. Por causa de su fe protestante, muchos se vieron obligados a escapar al norte de Suiza, para trasladarse luego al sur de Alemania, donde se dedicaron a la agricultura. La economía devastada por las guerras hizo que la invitación de Catalina la Grande, volviera tentadora la opción de mudarse a las márgenes del río Volga en Rusia.5 Como otros miles de inmigrantes, los Riffel se trasladaron al imperio de los zares en la segunda mitad del siglo XVIII.6
Las perspectivas parecían halagüeñas, pero la nueva patria fue dura con ellos. Los inviernos eran largos e intensos y las inundaciones frecuentes. Con el desarrollo de la región, vino la escasez de tierras y el empeoramiento de las condiciones de vida. Los jóvenes fueron obligados a realizar el servicio militar, a veces por años. Entonces decidieron que era tiempo de ponerse en camino, esta vez hacia el Nuevo Mundo. A fines de 1876, Jorge Riffel, su esposa María L. Ziegler y su hijo David, salieron en tren hasta Bremen y luego por barco hacia Sudamérica.7 Muchos otros familiares y amigos hicieron lo mismo, dirigiéndose tanto al norte como al sur del continente.8 Federico, hermano de Jorge, su esposa Cristina y cuatro niños se dirigieron