Название | La Revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana |
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Автор произведения | Guillermo Hurtado Pérez |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786073038027 |
133 Si bien Sierra no usó el término “autonomía” en su discurso de inauguración, si lo usó con un significado muy preciso en el “Plan de la escuela mexicana” que fue el discurso que dio en el apertura del Consejo Superior de Educación Pública, el 13 de septiembre de 1902, en donde, hablando de la futura universidad que habría de fundarse, afirmaba que: “…necesitamos dar al mundo escolar laico, no la independencia, que esto sería constituir un Estado en el Estado, sino la autonomía científica, que es la condición de una vida más vigorosa y fecunda”, (en Obras completas, vol. V, Discursos, México, UNAM, 1948, p. 319). Quien sí usa el término de “autonomía” es Ezequiel A. Chávez en el discurso que ofrece, en representación de Sierra, en la primera sesión del Consejo Universitario el 15 de octubre de 1910. En ese discurso, Chávez reconoce la autonomía universitaria pero —¿síntoma de los tiempos? — advierte a los universitarios que han de ser prudentes en el uso de ella, ya que, dice él, no están acostumbrados a hacer uso de la libertad de la que ahora gozan (“Alocución en la primera sesión del Consejo Universitario”, en Alfonso Pruneda (coord.), La Universidad Nacional de México 1910, edición facsimilar, presentación de María del Refugio González, México, UNAM, 1990, pp. 176-180).
134 Justo Sierra, “Inauguración de la Universidad Nacional”, op. cit., p. 459.
135 Ibid., p. 462.
136 Una lectura de la correspondencia entre Justo Sierra y Porfirio Díaz nos muestra cómo Sierra le consultaba al presidente sobre asuntos tan menores como los nombramientos de profesores, asuntos escolares, compra de libros, etc. (Cfr. Justo Sierra, Obras completas, vol. XV, Epistolario con Porfirio Díaz y otros, México, UNAM, 1993).
137 Porfirio Díaz no se tentaba el corazón cuando había que poner orden en el campo intelectual. Recordemos, que para evitar fricciones con los Estados Unidos, don Porfirio ordenó que Rubén Darío detuviera su viaje a la Ciudad de México para participar en las fiestas del Centenario como representante de Nicaragua. Y también recordemos que fue Justo Sierra quien, a pesar de la amistad que tenía con el poeta, tuvo que pedirle que dejara el país. En este grave asunto Díaz fue implacable y Sierra no dudó en obedecer.
138 Justo Sierra, “Inauguración de la Universidad Nacional”, en Obras completas, vol. V, Discursos, México, UNAM, 1948, p. 448.
139 John Stuart Mill, On Liberty, fourth edition, London, Longmans, Roberts and Green, 1869.
140 Antonio Caso, “La filosofía moral de don Eugenio M. de Hostos”, en Conferencias del Ateneo de la Juventud, p. 38.
141 Fernando Curiel ha detectado semejanzas entre el Ateneo de la Juventud y el grupo de Bloomsbury. Yo añadiría que podemos encontrar algunas coincidencias entre las críticas que G. E. Moore hizo a la ética naturalista de Spencer en Principia Ethica y las que le hizo Antonio Caso en su La existencia como economía, como desinterés y como caridad, en Obras Completas, vol. III, México, UNAM, 1972.
142 Pedro Henríquez Ureña, “La obra de José Enrique Rodó”, en Conferencias del Ateneo de la Juventud, p. 62.
143 José Vasconcelos, “Gabino Barreda y las ideas contemporáneas”, en Conferencias del Ateneo de la Juventud, op. cit., p. 100.
144 Ibidem.
145 José Vasconcelos, op. cit., p. 106.
146 Ibid., p. 109.
147 Ibid., p. 110.
148 Vid., Arnaldo Córdova, “La filosofía de la Revolución Mexicana”, en A. Ardao et al. (eds.), La filosofía actual en América Latina, México, Grijalbo, 1976, pp. 33-54; Carlos Monsiváis, “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX” en Historia General de México, tomo IV, México, El Colegio de México, 1981, pp. 303-476; William Raat, El positivismo durante el porfiriato, México, Sep-setentas, 1975; Carmen Rovira, “El Ateneo de la Juventud” en Carmen Rovira (comp.), Una aproximación a la historia de las ideas filosóficas en México. Siglos XIX y principios del siglo XX, México, UNAM, 1997, pp. 879-891; Fernando Salmerón, “Los filósofos mexicanos del siglo XX”, en Estudios de historia de la filosofía en México, México, FFYL, UNAM, 1973; Abelardo Villegas, Positivismo y porfirismo, México, Sep-setentas, 1972; y Gabriel Zaid, “López Velarde, ateneísta”, Vuelta, No. 179, noviembre 1991, pp. 15-25.
149 Esta fue la posición defendida por los propios ateneístas y por la mayoría de los estudiosos de este periodo hasta el surgimiento del revisionismo de los años setenta. Vid. e.g. José Vasconcelos, “El movimiento intelectual contemporáneo de México” en Caso, Antonio, et. al., Conferencias del Ateneo de la Juventud, op. cit., pp. 113-129, y “La juventud intelectual mexicana y el actual momento histórico de nuestro país”, en Ibid., pp. 131-134; Pedro Henríquez Ureña, “La revolución y la cultura en México”, en Ibid., pp. 145-152 y “La cultura de las humanidades”, en Ibid., pp. 153-162; Alfonso Reyes, “Pasado inmediato”, en Ibid., pp. 181-207; Vicente Lombardo Toledano, “El sentido humanista de la Revolución mexicana”, en Ibid., pp. 163-180; Leopoldo Zea, Apogeo y decadencia del positivismo en México, vol. II, México, El Colegio de México, 1944; José Gaos, “Las mocedades de Caso”, en Gómez Robledo, Antonio, et al., Homenaje a Antonio Caso, México, Editorial Stylo, 1947, pp. 19-38; Patrick Romanell, “Don Antonio Caso y las ideas contemporáneas en México”, en Ibid., pp. 77-91. La defensa más completa de esta posición hecha en años recientes es la de Fernando Curiel, La Revuelta, México, UNAM, 1998.
150 La frase es de una carta de Reyes a Henríquez Ureña fechada el 6 de mayo de 1911. Vid. José Luis Martínez (comp.), Alfonso Reyes/Pedro Henríquez Ureña. Correspondencia 1907-1914, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 169.
151 Nemesio García Naranjo, El crepúsculo porfirista, prólogo de Fernando Curiel y epílogo de Alberto María Carreño, México, Factoría Ediciones, 2010, p. 19.
152 José Vasconcelos, Ulises Criollo, op. cit. p. 603.
153 Ibidem.
154 Según Roque Estrada, a Vasconcelos se le consideraba uno de los elementos más sanos y decididos del movimiento maderista, por lo cual su abandono fue lamentado. Sin embargo, Estrada da a entender que Vasconcelos temió la represión, aunque se cuida de aclarar que no conoce las causas de su conducta, cfr. La Revolución y Francisco Madero, Guadalajara, Imprenta Americana, 1912, p. 127. En “Tres asedios a Vasconcelos”, Cultura política en el México posrevolucionario, México, INEHRM, 2006, pp. 528-530, Javier Garciadiego da a entender que Vasconcelos dejó el partido