El comportamiento administrativo. Herbert Alexander Simon

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Название El comportamiento administrativo
Автор произведения Herbert Alexander Simon
Жанр Зарубежная деловая литература
Серия
Издательство Зарубежная деловая литература
Год выпуска 0
isbn 9789870125235



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Wiley, New York.

      WITTGENSTEIN, L.

      (1953). Philosophische Untersuchungen. (Póstumo) Versión traducida al inglés (Anscombe), incluyéndose el texto en alemán. G.E.M. Anscombe & Rhees (eds.). Blackwell, Oxford. Versión consultada: Investigaciones Filosóficas. (En español y alemán), Editorial Altasa, Madrid, 1999.

      (1921). Logisch-Philosophische Abhandlung. Annalen der Naturphilosophie XIV nº (3): 185-262. Edición consultada en español: Tractatus Logico-Philosophicus. Alianza, Madrid, 1987.

      34. En el pie de página nº 11 de la cuarta edición en inglés por error se consignó el año 1996 como fecha de publicación, en lugar de 1997.

CAPÍTULO II

       CAPÍTULO II

       ALGUNOS PROBLEMAS DE LA TEORÍA ADMINISTRATIVA

      Un defecto fatal de los principios de administración actuales es que, al igual que los proverbios, vienen de a pares. Para casi todos ellos se puede encontrar otro contradictorio e igualmente plausible y aceptable. Y aunque ambos lleven a recomendaciones organizacionales diametralmente opuestas, no existe nada en la teoría que indique cuál es el adecuado. Para justificar esta crítica, es necesario examinar brevemente algunos de los principios más destacados.

      Entre los “principios” más comunes que aparecen en la literatura de la administración, se encuentran los siguientes:

      1 La eficiencia administrativa se ve aumentada mediante la especialización de la tarea dentro del grupo.

      2 La eficiencia administrativa se ve aumentada al disponer a los miembros del grupo en una jerarquía determinada de autoridad.

      3 La eficiencia administrativa se ve aumentada al limitar el alcance del control a un número pequeño, en cualquier punto de la jerarquía.

      4 La eficiencia administrativa se ve aumentada al agrupar a los trabajadores, para fines de control, según (a) finalidad, (b) proceso, (c) clientela o (d) lugar. (Este principio es en realidad una ampliación del primero, pero amerita un tratamiento individual).

      Dado que, en apariencia, estos principios son relativamente claros y sencillos, se podría creer que su aplicación a problemas concretos de la organización administrativa no resultaría ambigua y que su validez podría someterse fácilmente a una prueba empírica. Sin embargo, no parece ser este el caso.

      Se supone que la eficiencia administrativa aumenta al incrementarse la especialización. ¿Pero significa esto que “cualquier” incremento en la especialización aumentará la eficiencia? Si es así, ¿cuál de las siguientes alternativas constituye la aplicación correcta del principio?

      (A) Es necesario poner en vigencia un plan de asistencia de enfermería en el cual se asignen enfermeras a los distritos, para ocuparse de todos los cuidados de enfermería dentro de ese distrito, incluidos exámenes en las escuelas, visitas a los hogares de niños en edad escolar y atención de la tuberculosis.

      (B) Es necesario poner en vigencia un plan funcional de asistencia de enfermería en el cual se asignen distintas enfermeras a los exámenes en las escuelas, las visitas a los hogares de niños en edad escolar y la atención de la tuberculosis. El método actual de cuidados de enfermería generalizados por distrito impide el desarrollo de las habilidades especializadas en estos tres programas tan distintos.

      Ambos esquemas administrativos cumplen con el requisito de especialización: el primero brinda especialización por lugar; el segundo, especialización por función. El principio de especialización no resulta de ninguna ayuda para elegir entre dos alternativas.

      Al parecer, la simplicidad del principio de especialización es una simplicidad engañosa, una simplicidad que oculta ambigüedades fundamentales. Porque la “especialización” no es requisito para una administración efectiva: es una característica inevitable de todo esfuerzo grupal, sin importar cuán eficiente o ineficiente sea ese esfuerzo. La especialización solo significa que distintas personas hacen cosas diferentes, y dado que es físicamente imposible que dos personas hagan lo mismo, en el mismo lugar, al mismo tiempo, dos personas siempre se encuentran haciendo cosas diferentes.

      El problema real de la administración, entonces, no es “especializar”, sino especializar de aquel modo en particular, siguiendo aquellas líneas específicas que conducirán a una eficiencia administrativa. Pero, al reformular así este “principio” de administración, su ambigüedad fundamental ha surgido claramente a la luz: “La eficiencia administrativa se ve incrementada mediante la especialización de la tarea dentro del grupo, en aquella dirección que conduzca a una mayor eficiencia”.

      Se emprenderá luego una nueva discusión con respecto a la elección entre bases rivales de especialización, pero debe posponerse por el momento hasta haber examinado otros dos principios de administración.

      Se supone que la eficiencia administrativa se ve mejorada mediante la disposición de los miembros de la organización en una jerarquía determinada de autoridad, con el fin de mantener la “unidad de mando”.

      Un análisis de este “principio” exige una comprensión clara de qué se entiende por el término “autoridad”. Se puede decir que un subordinado acepta la autoridad cada vez que permite que su comportamiento sea guiado por una decisión que tomó otra persona, independientemente de su propio juicio sobre los méritos de tal decisión.

      En cierto sentido, el principio de unidad de mando, al igual que el principio de especialización, no puede ser violado, ya que es físicamente imposible que un hombre obedezca dos órdenes contradictorias. Se supone que, si la unidad de mando es un principio de administración, debe afirmar algo más que esta imposibilidad física. Tal vez alegue lo siguiente: que no es conveniente colocar a un miembro de una organización en una posición en la que reciba órdenes de más de un superior. Evidentemente este es el significado que Gulick le asigna cuando sostiene:

      Ciertamente, de ningún modo se puede criticar el principio de unidad de mando, según esta interpretación, por falta de claridad o por ambigüedad. La definición