Baila conmigo. Susan Elizabeth Phillips

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Название Baila conmigo
Автор произведения Susan Elizabeth Phillips
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788412316780



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fría. Fría y húmeda. Se suponía que North iba a encender la pequeña caldera y que llevaría allí todo lo que ella le había pedido que comprara, pero no lo había hecho. Por tanto, solo disponía del kit básico que el hospital le había entregado, así como de un canguro portabebés, de color verde oscuro, hecho a mano, que le había regalado la que se había convertido en su enfermera favorita de la unidad de neonatología. Estaba cabreada con North por no haber llegado antes, y Wren, mientras tanto, lloraba con más intensidad.

      Tess la soltó el tiempo necesario para quitarse la chaqueta, desabrocharse la blusa y ponerse el canguro para bebés prematuros. Colocó a la pequeña contra su piel desnuda, con la mejilla contra su pecho, y envolvió sus cuerpos con el chal que cogió del respaldo del sofá. Aún no era la hora del biberón, así que caminó por el interior de la cabaña hasta que el movimiento consiguió que el bebé se durmiera. Durante todo el rato echó humo por las orejas ante la ausencia de North. Solo después de que Wren se callara, fue al armario de detrás de la cocina para examinar la caldera.

      No funcionaba, y ella no podía ponerse a gatear por el suelo para investigar por qué con un bebé atado a su cuerpo. La falta de calor en la cabaña le preocupaba mucho. ¿Cómo iba a mantener caliente a Wren? ¿Dónde estaba North? Se suponía que cuidar de Wren era algo que iban a hacer los dos juntos, pero de momento la pequeña solo la tenía a ella. No era posible que él tuviera la intención de dejar el bebé en sus manos y marcharse, ¿verdad?

      Cuando Wren se despertó y comenzó a armar cierto alboroto, Tess sacó un biberón limpio. Mientras vertía una medida de leche de fórmula, pensó en sus propios pechos.

      —Lo siento —susurró—. Tendrás que conformarte con esto.

      Alimentarse era complicado para Wren, ya que tendía a quedarse dormida de nuevo después de chupar unas cuantas veces. Tess le dejó el tiempo que necesitó, la hizo eructar con suavidad y la mantuvo elevada. Cuando por fin terminó, las dos estaban exhaustas. Tess se irguió y se acomodó en el sofá colocando el chal con más firmeza a su alrededor.

      Sintió el latido del corazón de Wren contra su piel. Percibió el temblor en sus pequeños párpados nacarados. Escuchó sus suaves y dulces respiraciones. Tal vez North había sufrido un pinchazo, pero lo más probable era que hubiera huido a Manhattan. Se quedó dormida.

      La sangre tiraba de sus pantorrillas, subía hasta su cintura.

      Bianca gritó.

      Tess tenía que llegar a ella. Tenía que salvarla. Pero la sangre no la dejaba moverse. Luchó con todas sus fuerzas. Sus piernas habían desaparecido. Lo mismo que sus brazos. Bianca resbaló en la piscina roja…

      Se despertó con un jadeo. Se frotó los ojos tratando de librarse de aquella fea pesadilla y oyó que un coche se detenía en el exterior. Miró el teléfono. Habían pasado dos horas.

      Pero, en vez de North, fue Phish la persona que atravesó la puerta de la cabaña. Llevaba un antiguo jersey boho hippie y su raída coleta gris se balanceaba sobre su espalda. También tenía una bolsa de papel blanco en la mano.

      —Hola, Tess. —Se limpió las zapatillas deportivas en el felpudo e hizo un gesto hacia el bebé—. Supongo que esto es incompatible con tu horario de trabajo. Michelle no para de decirme que contrate a su hermana.

      —Le he dicho a Ian North que me ocuparía del bebé durante una semana, más o menos. Creo que es mejor que la contrates.

      —Ni de coña. No la conoces. —Dejó la bolsa de pasteles y se acercó a mirar a la niña—. Qué pequeña es.

      —Es mucho más fuerte de lo que parece. —Le había sonado a crítica y ella se había puesto a la defensiva. Esa certeza la hizo sentirse aturdida.

      —Si tú lo dices...

      —Lo es.

      —Tranquilízate, ¿vale? —dijo él levantando las manos en señal de rendición.

      —Necesito café. —Deslizó las piernas por el borde del sofá para no despertar a Wren—. ¿Son dónuts?

      —Tus favoritos.

      —Eres un ángel. ¿Has visto a Ian North por el pueblo?

      —No —respondió mientras iba a la cocina para hacer café.

      —Menudo capullo… —Tess estiró las piernas—. ¿Te importaría echarle un vistazo a la caldera? No hay calefacción.

      Él se encogió de hombros y fue a mirar. Reapareció al cabo de unos instantes.

      —No funciona.

      —¿En serio? No me había dado cuenta.

      —Tal vez te has quedado sin gasoil. —Phish era inmune a su sarcasmo.

      —Acabo de comprar.

      En el exterior, unos neumáticos hicieron crujir la grava. Acunando a la niña con un arrullo, fue a la ventana y vio cómo se detenía el maltrecho Land Cruiser. Se alejó para no exponer al bebé a la corriente de aire mientras North agachaba la cabeza para cruzar la puerta.

      —¿Dónde te habías metido? —Los gritos asustarían a Wren, así que tuvo que conformarse con un tenso susurro.

      —Tenía cosas que hacer. —Llenó el espacio con su cuerpo; de repente el techo era demasiado bajo y las paredes demasiado estrechas.

      —Ya, bueno, pues yo también. Se suponía que ibas a venir hace horas. —Metió la mano debajo del chal para desabrochar el canguro portabebés—. Cógela mientras le echo un ojo a la caldera.

      —Ya la he mirado yo. Por eso llego tarde. Necesitas una nueva. —Dio un paso atrás.

      —¿Quieres un café? —lo invitó Phish desde la cocina.

      —No, gracias. —North miró la bolsa de dónuts.

      —¿Qué quieres decir con que necesito una caldera nueva? —Tess retiró las manos de las correas del portabebés y bajó el tono de voz hasta convertirlo en un susurro.

      —La que tienes es más vieja que tú. Por lo que veo, no has recibido mi mensaje.

      —¿Qué mensaje?

      —El mensaje que te envié al móvil diciendo que iba a buscar a alguien que te sustituyera la caldera.

      Se había olvidado que había silenciado el teléfono para no despertar a Wren, pero, teniendo en cuenta la actitud de él, ¿cómo iba a suponer que no las había abandonado?

      —He pedido una nueva —siguió informando él—. Lo malo es que el modelo que necesitas es difícil de conseguir y llevará algún tiempo.

      —¿Cuánto tiempo?

      —Algunas semanas.

      —¿Semanas? ¡No puedo estar aquí con una recién nacida sin calefacción!

      —Ya. Tendrás que quedarte en la escuela.

      Se enfrentó a dos pensamientos a la vez. Al gasto de una nueva caldera y a la idea de quedarse en la escuela. De todas formas, lo primero era inevitable, pero en cuanto a la escuela… No pensaba mudarse allí con los recuerdos que tenía de aquel lugar.

      —Es el último sitio al que pienso ir.

      —No hay otra alternativa. Te proporcionaré lo que necesites y llevaré allí tus cosas; luego me iré a la ciudad. Tendrás la casa para ti sola.

      —¿A la ciudad? ¿Estás loco? ¿De verdad crees que voy a dejar que te escapes a Manhattan y me dejes aquí sola con tu hija?

      Phish, aún de pie junto a la cafetera, observaba la conversación con interés. Phish era impredecible. Era capaz de guardar un secreto o de cotorrear con cada cliente que entrara en La Chimenea Rota.

      —No va a funcionar —dijo Tess.

      —Pues así tendrá que ser. —North pareció decidir que el dueño de la cafetería