Baila conmigo. Susan Elizabeth Phillips

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Название Baila conmigo
Автор произведения Susan Elizabeth Phillips
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788412316780



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participar activamente, en especial cuando había tanta tensión marital.

      —Pasea con ella —ordenó—. Deja que se apoye en ti cuando tenga una contracción.

      —¡No! —exclamó Bianca—. ¡Te quiero a ti! Quiero que tú pasees conmigo, Tess.

      North parecía aliviado, otro punto negativo en su contra.

      Tess anduvo con ella. Cuando las contracciones empezaban, Bianca se apoyaba en ella. Pasaron veinte minutos, treinta… Las contracciones eran cada vez mas seguidas y duraban más.

      —Sabes que te quiero… —le gritó Bianca a Ian, que la sujetó como había hecho Tess. La vio apoyarse en él.

      —Lo sé —dijo.

      Bianca empezó a sentirse cansada y, finalmente, quiso acostarse. Tess la ayudó a ponerse tan cómoda como era posible, pero las contracciones eran más dolorosas. Bianca se agarraba a la mano de su marido, la estrujaba y, luego, la soltaba con brusquedad. Cuando las contracciones alcanzaron el punto álgido, los gemidos guturales se hicieron más fuertes. En ese instante, North se colocó en la cabecera de la cama, fuera del campo de acción. Tess deslizó entonces una toalla limpia por debajo de las caderas de Bianca.

      La joven echó la cabeza hacia atrás y gritó al notar que la siguiente contracción se aceleraba.

      —¡Cuida de mi bebé! —Clavó las uñas en las sábanas—. Si me pasa algo…, prométeme, Tess… ¡A él no le importa! Prométeme que cuidarás de mi bebé.

      —Eres fuerte y estás sana. Tú misma cuidarás de tu bebé. —Tess le acarició la pierna.

      La contracción había disminuido, pero la mirada de Bianca parecía frenética. Se agarró a la mano de Tess con una fuerza sobrenatural, haciendo que esta esbozara una mueca de dolor.

      —¡Te quiero! —Bianca lloró—. ¡Prométemelo!

      Tess miró a Ian, que se quedó de pie con los labios apretados y la mirada sombría.

      —Prométeme que cuidarás de mi bebé si me pasa algo. —Los dedos de Bianca se clavaron en la mano de Tess.

      —Ay, cielo… No puedo prometerte eso. Yo…

      Otra contracción. Otro grito que salió del fondo de su garganta.

      —Tienes que hacerlo. ¡Prométemelo!

      —¡Por el amor de Dios, prométeselo! —exclamó North.

      Apareció la parte superior de una pequeña cabeza, arrugada como una ciruela pasa por la presión.

      —El bebé está coronando —dijo Tess con tranquilidad—. Lo estás haciendo muy bien. Ahora gírate de lado. Así. Deja que te ayude.

      Esa postura proporcionaría más oxígeno al bebé y podría reducir el desgarro.

      Ordenó a North que sujetara la pierna de Bianca. Por su reacción, fue como si le hubiera pedido que sostuviera una cobra, pero acató la orden.

      —Eso es, venga. Perfecto. —North miraba a todas partes excepto al lugar por donde emergería su vástago.

      Tess desenrolló el cordón umbilical de alrededor del cuello del bebé y lo colocó por encima de la cabeza sin dificultad.

      Con la siguiente contracción, surgió un hombro diminuto. Tess lo levantó con suavidad y esperó, murmurando palabras de aliento.

      Apareció el otro hombro y, con la siguiente contracción, el bebé se deslizó en sus manos.

      —Es una niña. —Tess respiró aliviada. Puso al bebé boca abajo para drenar los fluidos y luego lo colocó sobre el pecho desnudo de Bianca. El bebé estaba completamente indefenso. Una criatura marina que llegaba de pronto a tierra.

      —Una niña —dijo Bianca débilmente—. Ian… Una niña.

      —Ya lo veo —contestó él con voz ronca.

      —Respira, pequeña. —Tess frotó suavemente el pequeño cuerpo con una toalla. Acarició las aletas de su minúscula nariz para que evacuara el líquido atrapado en las cavidades—. Sé que esos frágiles y pequeños pulmones no quieren funcionar todavía, pero van a tener que hacerlo.

      —No está llorando. ¿No se supone que debe llorar? —La voz de Bianca sonaba como si viniera de la habitación de al lado.

      —Dale tiempo. Es un gran cambio. La placenta todavía está adherida, así que está recibiendo oxígeno.

      Pasaron los segundos. Y, entonces, el pequeño bebé respiró hondo… Otra vez… Y soltó un pequeño gemido, como un pajarillo…

      —Así se hace, cariño. —Tess sonrió.

      Bianca arrulló a su hija mientras le acariciaba la espalda. Tess liberó la placenta. El cordón dejó de palpitar, ya no era un salvavidas. Lo ató. Lo cortó.

      Y en ese preciso instante, llegó el infierno.

      —Tengo frío. Tengo mucho frío.

      El cerebro de Tess se disparó. La tez de Bianca se estaba poniendo azul. A Tess le comenzó a picar su propia piel.

      —Quítate la camisa —le ordenó a Ian.

      La miró fijamente y con cara de bobo.

      —¡Quítate la camisa! —ordenó, recogiendo a la pequeña de los brazos de Bianca y entregándosela a Ian—. Sujétala contra tu piel. ¡Mantenla caliente!

      Bianca se atragantó y luego vomitó.

      Un chorro de sangre surgió de entre sus piernas…

      Estaba teniendo un ataque.

      —¿Qué pasa? —gimió North—. ¿Qué le está pasando? ¿Por qué se está ahogando?

      Tess luchó por comprender lo que estaba pasando. Nunca había visto nada como eso, pero sabía lo que era.

      «Embolia de líquido amniótico».

      Con una claridad aterradora, las palabras que había escuchado en una conferencia mucho tiempo atrás pasaron por su cabeza como si las hubiera presenciado ayer.

      «… Es una de las complicaciones más raras del embarazo… Las células entran en el torrente sanguíneo de la madre y desencadenan una reacción alérgica… Líquido amniótico, la piel del feto o incluso un fragmento de la uña del bebé… Los tubos bronquiales se estrechan. Las vías respiratorias se cierran…».

      La última parte la recordaba palabra por palabra:

      «… A menudo, tiene como resultado la muerte de la madre».

      Era una complicación grave, pero muy poco frecuente, y era tan rara que la mayoría de las comadronas se jubilaban sin haber tenido que enfrentarse a ella. Una complicación con una tasa de mortalidad del ochenta por ciento…

      Tess agarró una toalla y la apretó contra el torrente de sangre. Su mente se aceleró mientras luchaba por encontrar algo, cualquier cosa, que pudiera hacer para detener lo inevitable. Se sentía mareada, con náuseas.

      —¿Qué le pasa?

      —Shock anafiláctico. —El dulce y empalagoso aroma de la sangre invadió sus fosas nasales, pero se recompuso lo suficiente como para hablar—. Es una reacción alérgica a las células del bebé. —Una reacción alérgica mortal—. Es muy poco frecuente... e imprevisible. —Como si fuera un consuelo.

      Bianca gritó de dolor borrando todo lo que sucedía alrededor. Incluso mientras Tess oprimía la hemorragia, la presión sanguínea de Bianca seguía cayendo. Pronto no sería capaz de respirar. Necesitaba catéteres arteriales, un tubo de respiración, un ventilador. E, incluso, con toda la intervención de la medicina moderna, las mujeres seguían muriendo por aquello.

      Sin esa intervención quirúrgica… Tess luchó contra el pánico.