La ciudad en el imaginario venezolano. Arturo Almandoz Marte

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Название La ciudad en el imaginario venezolano
Автор произведения Arturo Almandoz Marte
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788412337129



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partidista para ser atendida por sus supuestos representantes es otro motivo recurrente en Abrapalabra. Y como protagonista siniestro de esa cooptación destaca el sindicalista Moncho, cuyo boato palurdo encarna el americanizado esnobismo de la Venezuela saudita.

      Todos los días perfumaba el carro con el aerosol que le daba olor a cuero nuevo, y salía hacia el Congreso en el Cadillac de asientos de cuero de tigre con hamacas en miniatura colgadas de los parales y un zapatito bronceado colgado del parabrisas. Una sirena tocaba intermitentemente. El piso del carro estaba lleno de metralletas, de peines y de cartuchos desperdigados. Pasaban frente al edificio de la inversionista americana y a Moncho le daban vapores y sensaciones rosadas en el estómago. Se sentía caer en una vorágine. Los radiantes anuncios de Coca-Cola le inducían trances hipnóticos y durante ellos los persuasores subliminales le bombardeaban en los oídos la vainita del peligro de la subversión comunista. Moncho había caído sin defensa en el puño de la magia gringa.[146]

      Escoltado por guardaespaldas y choferes del carro oficial hasta cuando lo llevan a saunas y al Dr. Scholl, donde le liman los juanetes de los pies curtidos –dolorosa impronta del pasado pedestre como obrero– con todo ese séquito inicia Moncho su caleidoscópico viaje en ascensor a través de los pisos del edificio de la Toma de Decisiones. Conviene recordar en este sentido que, al negarse a transitar trama alguna, la «principal misión» de Abrapalabra es, como ha señalado Celso Medina, «la de contar al país a través de sus lenguajes. La historia nacional se va contando desde los distintos registros discursivos».[147] Creo, no obstante, que hay episodios, como este de Moncho en el ascensor, los cuales pueden ser vistos como subtramas de la obra. En la antesala y planta baja, cual muestrario de la parasitaria Venezuela partidista, el edificio congrega todas las especies del clientelismo, quienes reconociendo a Moncho por los afiches como candidato a la Dirección Nacional Sindical, le repiten su eslogan electoral, mientras «desde lejos le agitan sus carnets del partido».[148]

      pedidores de recomendaciones

       …

       solicitantes de renovaciones de permisos

       de expendio de licores

       …

       selladores de formularios hípicos

       asesores electorales

       Senadores de la República

       vendedores de rifas

       organizadores de concursos de belleza

       actrices de telenovela

       …

       directores de ministerios

       …

       testigos falsos

       agregados culturales

       …

       cobradores de peaje

       campesinos tratando de que les reconozcan títulos

       de tierras entregados por la Reforma Agraria

       traficantes de indocumentados

       gestores de exoneraciones de impuestos

       desempleados

       vendedores de permiso de construcción trucados concejales

       tramitadores de subsidios.[149]

      14. El viaje de Moncho a lo largo de los pisos del edificio es, asimismo, una odisea por su propio pasado, una suerte de vertiginosa novela petrolera construida por Britto siguiendo el ascensor que sube, abriendo en cada piso un imaginario que, por su tesitura narrativa y periodística a la vez, refracta la novela y el ensayo sobre las desigualdades de las dos Venezuela resultantes de la revolución petrolera y urbana.[150] Así, por ejemplo, en un cuadro reminiscente del final de Casas muertas (1955), donde los escoteros buscadores del oro negro son entrevistos por Carmen Rosa al pasar por el Ortiz desolado, el piso 2 es una postal de la migración en el camión que sacó a Moncho del pueblo «de puertas caídas y techos que se han venido abajo»; fue entonces cuando el futuro obrero y sindicalista advirtiera a la madre, con realismo trágico:

      Y el Emeterio Vásquez se fue, mama, dicen que para los campamentos. Y se fue el Álvaro Luque, tocado de centella. Se fueron las Segarra, a buscar novios con quien casarse. Se fue Rosita a trabajar de sirvienta. Los patos se van, mama. Se van las guacharacas. Me voy con el camión que está en la plaza, recogiendo a los que quieran irse. Yo trato de no irme y por donde paso, puertas caídas y techos que se han venido abajo, salgo a un corral donde está el camión pitando la bocina, mama… De qué puede uno agarrarse en este pueblo. Nomás de usté, mama, que es tan brava y no da sino lamentos…[151]

      Con algo de las parcas que, para utilizar la imagen de Picón Salas, fueron aquellas madres arrebatadas de sus hijos por el oprobio gomecista; con algo también de las Penélopes abandonadas en los Andes y otras provincias venezolanas, después de la migración de los hombres a los campos petroleros,[152] la madre plañidera responde a Moncho, en el piso 3 de su viaje vertical:

      Váyase, mijo, detrás de los ranchos caídos me le escondo, váyase, para creer que usté se va porque no me encuentra, pero mentira, mijo, usté se iría de todas formas, mijo, váyase, detrás de la iglesia me le escondo cuando usté grita por la plaza, detrás de la pulpería sin techo me le escondo cuando usté grita por la calle, váyase mijo, que la desgracia de una es que siempre se le estén yendo los hombres, váyase mijo que no hay cosa peor que seguir de pobre, parienta pobre, hija de pobre, madre de pobre, mijo, váyase mijo, búsquese la vida, mijo, abra los ojos bien, mijo, dese cuenta de las cosas, mijo, fíjese quién es el que manda y váyasele atrás, mijo, y después trate de ponérsele en el sitio, consiga, que nadie le va a conseguir a usté…[153]

      El mandato suicida y arribista de la madre, alegato a la vez por el abandono del campo como único escape de la miseria endémica y la pobreza atávica, fue seguido por Moncho al pie de la letra. Lo vemos subiendo desde el piso 12, cuando recuerda sus duros inicios como obrero y sindicalista petrolero que organizaba piquetes; pasando después por el piso 13, con su ascenso atropellado en el sindicato; hasta desembocar en los pisos 50 y 80, en un muelle presente como dirigente partidista, coronado más tarde con el penthouse de la alta sociedad.[154]

      A lo largo de ese viaje vertical, al ser una «novela camaleónica» más que carnavalesca, Abrapalabra se «mimetiza en cuanta realidad nombra»; de allí que ambienta cursis gabinetes y escenarios cónsonos con ese súbito ascenso de Moncho, los cuales son como una historia vertical del mal gusto en el país petrolero.[155] Así, como en un caleidoscopio que espeja su hilarante dominio de la palabra corrosiva, Britto nos coloca en el piso 74 ante el «Álbum de fotos» de Moncho, que es a su vez un nuevo catálogo de motivos del sindicalista trepador a través de las parafernalias sociales y electorales impuestas por la Venezuela rocambolesca: desde la foto 5, «del matrimonio con Zoraida, de traje azul prestado Moncho, de traje blanco con velo de mosquitero ella»; pasando por la 11, en plena campaña electoral, en «el lanzamiento inaugural de un juego de bolas criollas entre un grupo de campesinos a quienes acaba de prometer trabajo, tierras y bienestar»; la 15, con Yolanda, «elegida Reina Obrera en las elecciones del Sindicato», tocada de corona de papier maché y lentejuelas; la infaltable en El Tablao Sevillano, así como la del Paseo de La Reforma, durante el exilio de la Venezuela perezjimenista; la 24, en el «Hilton de Miami, entre camisas rayadas, palmeradas, floreadas y estrelladas», mientras Moncho da el discurso en el congreso de sindicalistas; la 25, «en la revista Visión, de casimir gris con corbata y chaleco Pierre Cardin», ilustrando un artículo sobre «Un Nuevo Estilo de Sindicalismo para las Américas»; hasta otra infaltable, la 28: «Bailando el primer vals con su hija Eleanor, quien aparece rígida y con los ojos casi en blanco por mirarse un detalle del peinado de colmena».[156]

      La jai se divierte

      Es una fiesta de disfraces. Mamabella irá disfrazada de Juana de Arco. Escoge la ropa. Los va sacando del clóset y va mirando los vestidos, sobre la enorme cama alta, king size. Suzy y Vanesa la ayudan. La pila crece. Es una hoguera de seda. Es una hoguera psicodélica con llamaradas de todos los colores. Juana de raso. Juana de seda. Juana de lamé…

      ANTONIETA